"(...) Afirmas que el auge de
movimientos y líderes de extrema derecha en todo el mundo es una
consecuencia de lo que denominas ‘neoliberalismo progresista’. ¿Podrías
explicar en qué consiste este fenómeno?
Neoliberalismo progresista es el término que utilizo para describir el
bloque hegemónico que dominó la política en la mayoría de los grandes
países capitalistas durante los últimos 20, 30 y, en algunos casos, 40
años. El símbolo sería el nuevo laborismo de Tony Blair en Gran Bretaña,
y las presidencias de Bill Clinton, Barack Obama y la [fallida] de
Hillary Clinton en Estados Unidos.
Fundamentalmente, fue una alianza peculiar entre dos fuerzas. El socio
principal es el capitalismo financiero. En los EE UU está representado
por Wall Street, Silicon Valley y Hollywood. Son las grandes fuerzas
simbólicas del capital, que se presentan como cosmopolitas, moralmente
avanzadas, se llevan bien con el feminismo y con los gays, son
supuestamente verdes... Un capitalismo con rostro progresista.
Para ello
han logrado seducir, para que formen parte de esta alianza, al ala
mainstream, convencional y liberal de movimientos sociales progresistas.
Estos movimientos han proporcionado una suerte de coartada para que
estas políticas económicas reaccionarias parezcan emancipatorias. Eso es
el neoliberalismo progresista.
Lo que en realidad hizo esta alianza fue empeorar los
estándares de vida de los dos tercios inferiores de la sociedad.
Enriqueció muchísimo al 1%, por supuesto, pero el 10% superior también
se benefició de estas políticas.
Todo esto fue acompañado de la
extensión de la deuda, de prácticas que casi acaban con el sistema
financiero mundial en 2008, de desindustrialización, precarización del
trabajo, de una bajada de los salarios que ha obligado a los hogares a
trabajar muchas más horas, a endeudarse para salir adelante… Han sido
políticas desastrosas y, sin embargo se presentaban como políticas a
favor de las mujeres, de los gays, del medio ambiente, de las personas
racializadas…
Mucha gente se ha hartado. De hecho, me sorprende que
estos movimientos populistas hayan tardado tanto tiempo en rebelarse.
El problema es que han tomado las dos partes del neoliberalismo
progresista como un todo, de forma que no solo rechazan la
financiarización y la desindustrialización, sino también al feminismo,
los derechos LGBTQ, la equidad racial, los derechos de los migrantes…
Eso supone un gran problema para la izquierda.
Tenemos que desarrollar
un feminismo diferente, un movimiento LGBTQ, un ecologismo, un
movimiento antirracista y por los derechos de los migrantes, etc.,
diferentes, que no se asocien más con estas políticas horribles y con la
financiarización.
En este neoliberalismo progresista, el feminismo tiene un papel muy importante. ¿Cuál es su responsabilidad en todo esto?
Una cuestión muy importante en la sociedad actual es la relación entre
la producción con ánimo de lucro de bienes de consumo, por un lado, y la
reproducción social —la producción, sustento y cuidado de seres
humanos— por otro. Esta división siempre ha estado generizada en la
sociedad capitalista; de hecho, estas dos cuestiones no estaban tan
abiertamente separadas hasta la aparición del capitalismo. Pero para el
capitalismo es fundamental que ambas esferas estén separadas, y que de
una se encarguen las mujeres y, de otra, los hombres.
El neoliberalismo progresista ha exacerbado las
dificultades para la reproducción social porque requiere la
participación completa de las mujeres en la fuerza de trabajo con
salarios bajos que conllevan muchas horas, requiere que los Estados
apliquen la austeridad, que recorten las ayudas a la reproducción
social, presionando al máximo.
Creo que es criminal que el feminismo mainstream
no se haya ocupado de esta situación en conjunto, sino que se haya
concentrado solo en que un pequeño porcentaje de mujeres relativamente
privilegiadas ascienda en la jerarquía corporativa, ¡o incluso en los
rangos del ejército estadounidense!
En definitiva, el feminismo liberal no ha prestado
atención a las grandes transformaciones sociales, ha aceptado la
estructura social existente y ha tratado de mejorar la situación de unas
pocas mujeres en ella. No digo que sea completamente responsable del
giro hacia la financiarización —la culpa es solo del capitalismo—, pero
el feminismo fue una especie de sirvienta del capital o de legitimación
de este giro. Creo que esto ha arruinado la reputación del feminismo en
general, porque ahora se asocia el feminismo con el neoliberalismo.
Esta versión capitalista del feminismo, ¿es sobre todo un fenómeno norteamericano o es una tendencia global?
Creo que es común a varios países, especialmente aguda y visible en EE
UU, pero desde luego también en Gran Bretaña, en Francia, en Alemania,
en el norte de Europa y los países escandinavos. En el Sur de Europa no
estoy segura, me lo tendrías que decir tú. También lo observo en América
Latina en muchos casos.
La clave es que el neoliberalismo puede adoptar
diferentes facetas en función de la situación. Se puede aliar con el
progresismo, como hizo en EE UU, pero también se puede alinear con el
conservadurismo, como por ejemplo ha hecho con Angela Merkel en
Alemania. Mucha gente piensa que el neoliberalismo tiene una política de
partida, pero no, más bien es oportunista, se agarra a cualquier
política que esté disponible.
En un artículo que publicaste en la New Left Review
señalabas que “las luchas por la reproducción social han explotado en
los últimos años” —movimientos por la vivienda, por la sanidad, por la
renta básica, por el trabajo doméstico...—. ¿Por qué son tan importantes
estas luchas hoy en día?
En primer lugar, hay
que tener en cuenta que la reproducción social es absolutamente
fundamental para la sociedad. En una sociedad capitalista no tendríamos
ninguna fuerza de trabajo a la que explotar, no tendríamos la
posibilidad de expandir el capital, de sacar beneficio, si no tuviésemos
todo este trabajo en la sombra que consiste en producir seres humanos,
en educarlos, en proporcionarles las habilidades necesarias, los
valores…
Todo eso es fundamental y sucede fuera de la “producción”: en
los hogares, en la educación pública, en la sociedad civil… Es un
trabajo que el capitalismo no reconoce como tal y que trata con mucho
empeño de no pagar, aunque a veces se vea forzado a pagar una parte. La
reproducción social es absolutamente indispensable, ninguno de nosotros
podría existir sin ella y el capital tampoco podría acumular sin ella.
El capitalismo actual, financiero, globalizado,
neoliberal, es especialmente problemático por la presión que ejerce
sobre la reproducción social. Por un lado, necesita que las mujeres en
general trabajen con un empleo a jornada completa, y a veces más que una
jornada completa, con más de un trabajo, para llegar a fin de mes. Y
por otro, necesita que los gobiernos recorten el gasto social, que
quiten las ayudas a la reproducción social.
Esto supone una presión
tremenda sobre la reproducción social. Lo vemos en el deterioro de las
viviendas sociales, del transporte público, de los sistemas sanitarios,
de la educación pública… Todas estas cosas están privadas de inversión y
ayudas. Por eso ahora la reproducción social es una especie de foco de
tensión, el lugar en el que estallan las luchas. Como tiene tanto que
ver con el género, sitúa a las mujeres en la primera línea del activismo
social.
Es una situación novedosa e interesante, porque en épocas
anteriores de crisis capitalista solían ser los trabajadores varones
quienes estaban en primera línea, así como las organizaciones de
trabajadores en la industria capitalista. Hoy en día, en el capitalismo
neoliberal, hay un nuevo foco de crisis, la reproducción social, que
pone en el centro a una nueva serie de agentes sociales. El feminismo es
una fuerza muy importante en esta nueva arena de lucha.
¿Cómo podemos abordar esta
crisis de la reproducción social? Algunos autores consideran que lo que
hay que hacer es volver al Estado del Bienestar, crear trabajos
públicos y de calidad en sectores como el de los cuidados. Pero, ¿es una
estrategia realista?
El Estado del Bienestar
fue una especie de mezcla. A algunas personas, a una cantidad
significativa de gente, les iba mejor de lo que les va hoy en día, eso
está claro. Sin embargo, ese Estado del Bienestar estaba construido
sobre la base de muchas exclusiones.
Dependía de la idea del salario
familiar, que significa que cada familia tiene que tener un varón
proveedor y una mujer encargada de la casa, apuntalando la dependencia
de las mujeres hacia los hombres. Excluía, desde luego en EE UU, a las
minorías raciales, cuyo trabajo en la agricultura o en los hogares no
estaba cubierto por la seguridad social. Su concepto de familia era
heteronormativo, no estaba a favor de las familias o relaciones LGBTQ.
Y
finalmente, gran parte se pagaba a través del valor que el llamado
Primer Mundo extraía del Tercer Mundo, por lo que también tenía una
dimensión neoimperialista. No es un ideal que podamos adoptar hoy en
día, aunque sí nos interesan las ayudas sociales y la socialización de
la reproducción social que trataba de ofrecer.
Otro problema es que no podemos pensar solo en
términos de marco nacional. Estados ricos, Noruega por ejemplo, que
tiene mucho petróleo, pueden hacer un buen trabajo en su territorio
nacional apoyando la reproducción social a través de políticas sociales,
pero muchos Estados no están en esa situación. La mayor parte de la
población mundial vive en países donde no hay un Estado que funcione,
son Estados fallidos. Tenemos que pensar de manera transnacional cómo
asegurar los derechos sociales para todo el mundo.
La cuestión de la
inmigración está muy relacionada con esto, ¿por qué hay gente tratando
de emigrar a Europa o de cruzar la frontera sur de EE UU? Porque sufren
situaciones invivibles, ya sea por la violencia, por empobrecimiento
extremo o por desastres climáticos. Solo si pensamos de manera global,
más amplia, podremos imaginar medidas que logren el objetivo de
reconocer, validar y apoyar la reproducción social.
En la actualidad vivimos un momento boyante del feminismo. ¿Qué estrategias deberíamos adoptar?
Creo que vivimos en una época muy emocionante. Es un momento de
apertura, en el que las viejas certezas, el viejo sentido común, se
están desmoronando y ya no creemos en cosas como “si los ricos se
enriquecen, todo el mundo lo hará”, “si Hillary Clinton es presidenta,
la situación de la mayoría de mujeres mejorará”.
La gente ve más allá de
estas viejas certezas y busca algo nuevo. Hay muchas fuerzas que están
aprovechando este vacío y ofrecen un proyecto. Algunas, como decíamos,
son muy malas, pero otras son prometedoras.
La situación para el feminismo ahora mismo está
bastante abierta. Muchas jóvenes activistas buscan una alternativa al
feminismo liberal. Puede que todavía no tengan un marco teórico acabado,
pero están abiertas a pensar de manera mucho más radical y
transformadora.
Con otras colegas he tratado de ofrecer un proyecto, el
feminismo del 99%, que es un feminismo anticapitalista, que pide cambios
estructurales de calado, en la relación entre producción y
reproducción, sociedad y naturaleza, sistema político y economía…
Estar
en un periodo de crisis también significa que vivimos una crisis de
hegemonía y eso crea no solo el peligro de que los movimientos de
extrema derecha prosperen, sino también la oportunidad de que emerja un
feminismo de izquierdas."
(Entrevista a Nancy Fraser, profesora de filosofía en la New School de Nueva York, Fraser es una
figura destacada del feminismo en EE UU. Muy crítica con el feminismo
liberal, dominante en su país, aboga por un feminismo del 99% que
desafíe el orden capitalista. Irene G. Rubio, El Salto, 19/05/19)
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