"(...) -¿Por qué el fútbol une tanto?
Es la pregunta del millón. Según mi padre, antes de ver mi primer partido en Anfield,
le dije: “Papá, de mayor quiero ser futbolista”. Y eso que ni siquiera
habían salido los jugadores. Yo creo que era por la atmósfera de Anfield
y por sus cánticos. Cuando sonaron los primeros acordes de You’ll never walk alone
y empezaron a salir los jugadores del Liverpool, yo pensaba que eran
gladiadores.
Y lo eran. Por momentos, vibramos. ¡Vibramos! La música
también me transporta, pero no de la misma forma que lo hace el fútbol.
Es simplemente diferente. Puedo llegar a gritar, llorar de alegría o de
tristeza. El fútbol te puede ofrecer muchos extremos sin que el
espectador invierta mucho de sí mismo en ello.
-Antes ese sentimiento era mayor, ¿no?
No lo sé. Creo que antes veíamos al futbolista como
a un gran deportista. Seguramente, de niño no sólo yo dije: “Papá,
quiero ser como este de mayor”. Desde luego, en el Reino Unido, el
futbolista era visto como un pilar de la sociedad; ahora no. Ahora lo
vemos como un futbolista-rock star-movie star. Es
glamuroso hasta que deja de serlo y se convierte en un juguete de ira o
de desprecio.
A nivel periodístico, muchas veces banalizamos el rol del
futbolista y del fútbol. Y esa banalización tiene fácil acogida porque
no requiere un conocimiento del receptor de la información. Y mientras
no retes al receptor de la información, se convierte en algo muy fácil
de tragar.
-Ha definido muy bien cómo funciona hoy en día buena parte del periodismo deportivo.
Hay de todo. Yo entiendo que es popular pensar que
somos todos una banda. Pero también creo que a veces los comentaristas
políticos tienen suerte de que no haya elecciones una vez a la semana
[hace una mueca de ironía y levanta una ceja].
-¿Se está convirtiendo el fútbol o se convertirá en algún momento simplemente en la pasta por la pasta?
Bueno, para mí el fútbol está secuestrado por el
dinero desde hace tiempo. El fútbol es el opio de las masas y por tanto
las congrega en todo el mundo. Entonces, ¿a quién le importa las masas? A
los políticos, pero, sobre todo, a las grandes fortunas, al dinero. No
hace falta ser un lumbreras. La parte noble de la FIFA está tras las
rejas, mientras la otra mitad espera su turno.
El presidente de la UEFA
está inhabilitado durante muchos años y hemos visto cómo últimamente no
hay un rico bien vestido en el mundo que no tiene un equipo de fútbol.
Uno de los casos más graves lo vimos en el Granada esta temporada.
Ficharon a veintiún futbolistas de veintiún países distintos porque,
claro, no hay negocio en subir a un chaval del filial. Luego acaban
últimos, hacen el ridículo, juegan como juegan contra el Real Madrid y sus aficionados lloran. En ese caso concreto me dio la sensación de que el fútbol había sido pervertido. Y me da asco.
-El objetivo de los políticos de
controlar a las masas a través del fútbol es muy antiguo. Y hoy sólo
hay que ver los palcos durante los partidos.
Los políticos ya no son lo que eran; han sido
suplantados por el dinero. Antes, daban los permisos para que alguien se
hiciera rico; ahora, los ricos ponen a los políticos. Es la versión del
capitalismo desbocado. No pasa nada con el capitalismo, sino con cómo
se administra éste. Cuando sucede esto, acaba con cosas como un
constructor siendo presidente de EEUU.
Ahora, si un partido necesita
financiación para su campaña para ganar las elecciones, un tipo llega y
dice: “Yo tengo una billonada y voy a hacer la campaña para fulanito”.
Entonces, fulanito gana y devuelve los favores. Entonces, la fortuna
suplanta a la política. El dinero ha conseguido comprar todo. Ha comido
todo, lo ha masticado y ha escupido las sobras, que es lo que ha quedado
para el resto de la gente. Estamos en un mundo de desigualdad. Antes
pensábamos que la desigualdad era cuando veíamos en un anuncio de Oxfam a
un niño con hambre en África, llorando, con moscas alrededor. Pero no;
ahora lo tenemos a veinticinco metros de nosotros. ¿Qué hemos hecho,
joder? Pero, ¡¿qué cojones hemos hecho?!
-El hecho de que ese tipo de
personas, como Trump, llegue al poder o se produzcan otro tipo de
fenómenos políticos también ha sido permitido por el pueblo, por el
electorado.
No siempre. El dicho es: “Tenemos a los políticos
que nos merecemos”. Pues no es así. A mí, nadie me preguntaba quién va a
liderar el PSOE, sino a los militantes. Yo no decía nada sobre que Rajoy
fuera el candidato después del señor Aznar. Yo no sabía qué coño era
Podemos y tú tampoco.
Luego se nos presenta un panorama para unas
elecciones y pienso que hay mucha gente que se siente huérfana. Nos
faltan ideólogos. Pero es que cuando la política pierde su poder frente
al dinero, ¡vete tú a saber quién va a ser el candidato dentro de unos
años! Quizás en EEUU hay unas elecciones entre Mickey Mouse y Trump. Y entre los dos, casi prefiero al primero [risas].
-Se mostró “avergonzado” y “devastado” por el "sí" en la votación del Brexit.
Sí, siento vergüenza de mi país de nacimiento. Yo
nunca he visto una campaña tan sumamente sucia. Pensaba que escondíamos
con más amabilidad y elegancia nuestra mala hostia. Pero no, la campaña
estuvo llena de mentiras. Y es raro que los políticos ingleses mientan,
y, más aún, que lo haga un inglés. Nosotros utilizamos más lo que yo
llamo la economía de la verdad. Los que votaron el Brexit, lo hicieron envueltos con la bandera de la Union Jack, confundidos por un patriotismo terrible.
En la historia de Reino Unido, un británico puede
sentirse orgulloso de que hayamos sido luchadores antifascistas dos
veces en guerras. Y ahora hay otro capítulo, en el que en momentos de
terribles incertidumbres, el Reino Unido ha dado la espalda a Europa. No
creo que mi padre, que estuvo seis años tras las líneas enemigas
durante la Segunda Guerra Mundial, luchara para esto.
Además, el voto
del Brexit, ha sido un sufragio de arrogancia severa, xenófobo y
racista. Y creo que todos estos adjetivos que estoy usando tienen algo
que ver con lo que pregonó Hitler. Cuando las cosas van mal,
necesitas cagarte en alguien, y será en cualquiera menos en nosotros.
¿Cómo podemos pensar que podemos vivir perfectamente sin nuestros amigos
europeos? ¿Quién coño nos creemos?
-Usted se crio en un hotel familiar en Blackpool.
Sí, fue maravilloso. Había mucha playa, mucho
fútbol y muchos coros. Nuestros principales clientes eran la clase
obrera, los mineros sobre todo, y no había mina que no tuviese coro.
También en Blackpool teníamos una fábrica de armas… Realmente, Blackpool
era como un Las Vegas a lo cutre.
Y eso es muy cutre porque Las Vegas
es bastante cutre en sí [risas]. Es un poco como Atlantic City. Había
muchas tragaperras y tal, pero nuestros clientes eran más bien mineros
de Yorkshire, Gales y Escocia, a los que yo veía como a gladiadores.
Recuerdo haberme quedado dormido muchas noches al son de los coros. Yo
salía del colegio a las 16.00 y a las 17.00 sonaba la sirena del cambio
de turno y venían al hotel. Tenían unas manos muy grandes y todos tenían
sus opiniones, pero nadie les escuchaba.
Ahora me pregunto qué será de
ellos. Thatcher cerraba sus minas y, por consiguiente, cerraba
sus pueblos. Eran nietos de la Revolución Industrial que hizo a Reino
Unido grande, pero resultó que ni siquiera eran obreros, sino sobreros.
No hubo ningún intento, ni siquiera amago, de transformar sus pueblos,
ni de darles nuevas habilidades. Simplemente, dejaron de existir.
-Allí dio sus primeras patadas a un balón.
Sí. Es que el futuro de ellos, de esos obreros,
iba a ser el mío, de no ocurrir un milagro. Y yo dudaba de que pudiera
hacer lo que estos gladiadores hacían. Lo esquivé jugando al fútbol. Y
desde entonces he estado esquivando el trabajo [risas]. Tendría mucha
cara para decir que yo trabajo, sobre todo proviniendo de donde yo
provengo.
-En su época del Liverpool, eran el orgullo del pueblo machacado por Thatcher.
Sí, pero tampoco es que el Partido Laborista
se cubriera de gloria. Ella podía ir cerrando minas, fábricas y
astilleros porque tampoco nadie allí iba a votar a los conservadores.
Eran todas ciudades laboristas. Me acuerdo de que cuando yo jugaba en el
Liverpool, el alcalde era aficionado del Everton y la retó. Mira, tú
puedes retar a quien quieras, pero no retas a la Thatcher. Él decidió
seguir invirtiendo y gastando dinero hasta que Liverpool se quedó en
bancarrota, sabiendo que ella tenía que rescatar Liverpool o una
grandísima ciudad se iba a tomar por culo. Y nos fuimos a tomar por
culo.
Me acuerdo cuando fiché por el Liverpool y mi
mujer y yo estábamos buscando casa en la ciudad. Ella es muy buena
nadadora y fuimos a una piscina. Yo tenía esta cadena de oro [la saca
del interior de la camisa y la muestra] y cuando estaba cambiándome,
vinieron dos niños y uno me preguntó: “Tú eres futbolista, ¿no?”. Yo
pensaba que me había reconocido.
Y dije: “Sí, sí”. Él respondió: “Ya, me
lo imaginaba porque sólo los futbolistas pueden tener una cadena de
oro”. En aquellos tiempos, Liverpool era tal vez la única ciudad que yo
conocía en la que los niños salían a la calla a morder a los perros.
Aquello era duro y nosotros [se queda en silencio unos segundos] fuimos
la única buena noticia que tenía esta gente. Ellos, como decíamos antes,
fueron comidos, masticados y escupidos. Sobrantes, obreros.
-¿Les pesaba, le pesaba, el que fueran la única buena noticia de la ciudad en aquella época?
Sí. En aquellos tiempos, los dos equipos no salían
juntos. Salía primero el visitante y luego nosotros. Entonces, recuerdo
a nuestro entrenador, Joe Fagan, como a un sargento de Canción triste de Hill Street,
que antes de salir nos decía: “No olvides: esta gente os ama con toda
su alma. Ámalos también”. Y era todo una emoción… era casi un chantaje
moral. Yo nunca me acostumbré a tener esta maravillosa responsabilidad.
Cuando jugaba como visitante, salías al campo y con los primeros acordes
de You’ll never walk alone salían aquellos gigantes rojos.
Entonces, te sentías como un cordero camino del matadero [risas]. Tu rol
era perder, irte a casa e intentar no romper nada.
Después de unos años, llegué a jugar para el equipo de mis sueños, salí quinto justo en el estribillo de You’ll never walk alone.
Lo que yo había cantado años antes, ahora lo cantaban para mí. Yo nunca
iba a caminar solo. En ese momento, me hubiese cambiado por ser uno de
esos corderos camino del matadero. Llegué a cuestionarme si yo estaba a
la altura de semejante adoración. ¿Fui suficientemente grande para nunca
caminar solo el resto de mi vida? Eh… uf…. [duda] ¿Era tal vez
demasiado consciente? Muchas veces, en esos momentos, la inconsciencia
es un grado a favor. Me acuerdo de que, después de ese partido, un
periodista me preguntó si pesaba la camiseta. Y yo le dije: “Mucho,
porque yo estoy acostumbrado a llevar el ‘9’ y llevo el ‘10’, dos
números. Pesa la hostia” [risas].
-Entonces, ¿se siente digno de nunca caminar solo?
Lo que puedo decir es que hasta que yo me fui,
cumplí con el propósito que siempre he tenido en todo lo que hago en la
vida: ser generoso con tu esfuerzo y ofrecer todo lo que tienes. Eso sí
lo hice. Aquella temporada también ganamos un triplete, algo que nunca
había conseguido un club inglés hasta entonces. Intenté hacerlo lo mejor
que podía, que es lo mínimo. Di todo lo que tenía.
-Pese a todo, llegó a votar a Thatcher en una ocasión.
Sí, y me arrepiento. ¿Sabes por qué la voté?
Porque no entendí a Neil Kinnock [candidato del Partido Laborista], que
estaba a favor del desarme unilateral. Mi padre era conservador y nunca
hemos estado de acuerdo políticamente. Pero aquel fue uno de esos
momentos despistados en que le hice caso. Me arrepiento y se lo dije al
muy cabrón de papá [risas]. Él me decía: “¿Cómo puedes votar a alguien
que va a dejar a Reino Unido indefenso ante enemigos como la URSS?”. Y
me lo tragué.
-Es usted laborista entonces.
Sí, pero yo quizás soy de las pocas personas sobre la faz de la Tierra que piensan que Jeremy Corbyn puede ganar. El viento está a favor. (...)
-Después se fue a acabar su
carrera en el Osasuna. Para un ateo como usted, debía resultarle
extravagante y sorprendente que rezaran en el vestuario antes de saltar
al campo.
Ateo o galopantemente agnóstico. Era realmente un
shock. Yo recuerdo que íbamos desbocados hacia el descenso y pensaba que
ellos se habían equivocado con el fichaje y se creían que habían
fichado a Copperfield o a Spiderman. Le comenté a mi padre: “Papá, este
equipo desciende”. En mi debut, en San Mamés, perdimos 4-1, pero podía
haber sido 12-2. Al acabar, llamé a mi padre y le dije: “Papá, mis
sospechas se han confirmado: somos muy malos. Fíjate si somos malos que
tenemos que rezar antes de salir” [risas]. Claro, que también el equipo
era del Opus Dei [risas].
-En aquella época, media España aún no se había modernizado.
En Inglaterra tenemos villages, towns y cities.
La diferencia es la presencia de una catedral. Sin embargo, en España,
durante un tiempo, una ciudad de rango se distinguía si tenía un Corte
Inglés. Después, el despilfarro de pasta ha llegado a tal punto que ha
sido desplazado por un aeropuerto.
¿España le pilló entonces un poco en fuera de juego?
No, me parecía fascinante, me sentía como un perro
con dos rabos. Era muy distinto a Reino Unido. También eran momentos
políticamente románticos. Había dos grandes oradores: Batman y Robin, Felipe [González]
y Alfonso [Guerra]. Yo viví la época dorada de España, cuando ya
progresábamos y salíamos un poco de la sombra de los Pirineos. Lejos de
sentir algo a lo Bienvenido Míster Marshall, me parecía
fantástico. De verdad, porque yo tenía un pequeño complejo por no haber
pasado por la universidad. El fútbol me había robado la universidad,
pero también podía devolvérmelo con un erasmus muy bien pagado. O
decentemente pagado al fichar por Osasuna [risas]. Para mí, era una
experiencia de vida. Mi decisión de venir a Osasuna no fue puramente
deportiva.
-En su época de futbolista practicó mucho el tercer tiempo.
Después de los partidos sí, me ponía las botas.
Pero nunca consumía alcohol cincuenta y cuatro horas antes.
Curiosamente, en la comida prepartido era muy frecuente en todos los
equipos, no sólo en Osasuna, tomar un sorbo de vino. Entonces, todos los
jugadores querían estar en mi mesa porque sobraría una copa de vino.
Después de los partidos sí, era como la zanahoria después del esfuerzo.
-El periodismo deportivo, desde hace años, se ha convertido en buena parte en sensacionalismo y chufla, como El Chiringuito de Pedrerol, con quien compartió muchos años en televisión. ¿Qué opina?
Habrá gente a la que seguramente les entretiene. Hay gente para todo. Yo lo que quiero es que Josep [Pedrerol]
sea feliz. No veo el programa y no es algo que yo consumiría, pero hay
gente que lo ve; si no, no lo estaría haciendo. Menos mal que estamos en
España y se puede elegir lo que uno consume. (...)" (Entrevista a Michael Robinson, Eduardo ortega, Público, 05/06/17)
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