"La economía actual, una economía lineal, de usar y tirar, genera una cantidad de residuos asombrosa. Esto implica una pérdida de valor igualmente disparatada. En Europa solo el 12 % de los recursos materiales utilizados provienen del reciclaje y de la recuperación. El 88 % restante se pierde.
Gobiernos y empresas
han empezado a darse cuenta de que este sistema lineal aumenta su
exposición a grandes riesgos, por la volatilidad de los precios de los
recursos y las posibles interrupciones del suministro. Estos peligros han quedado patentes con la crisis de COVID-19.
Muestras de esta preocupación política son, por ejemplo, el Plan para la Economía Circular europeo, vigente desde 2015, y la recientemente aprobada Estrategia Española de Economía Circular.
Más allá del deterioro, a veces irreversible, del medioambiente, las
consecuencias del modelo lineal son un desafío fundamental para la
creación de riqueza global a largo plazo.
Es momento de desbloquear la economía lineal
Nos encontramos bloqueados
en un sistema económico que arrastra una poderosa inercia equivocada
desde la Revolución Industrial. Entonces se sentaron las bases del
modelo lineal, sin por supuesto prever su incompatibilidad con las actuales dinámicas ambientales y demográficas.
Dentro de su gravedad, el actual frenazo en la economía mundial también puede leerse como una oportunidad para arrancarla de nuevo con una orientación más sostenible. Arreglar una bicicleta en marcha es imposible, pero parece que estaremos en la cuneta durante algún tiempo.
Debemos aprovechar esta oportunidad para dar un paso atrás y
plantearnos soluciones alternativas a nuestros problemas y necesidades,
para ecoinnovar y rediseñar nuestro modelo equivocado de creación de valor económico, que está demostrando ser insostenible.
No se trata de hacer menos malo lo que ya hacemos mal,
poniendo filtros en nuestros desagües y chimeneas, enterrando nuestros
residuos o reciclándolos parcialmente en productos de menor valor. Se
trata de hacer las cosas de un modo diferente, que permita
compatibilizar la sostenibilidad del crecimiento socioeconómico con la
del sistema natural: se trata de transitar con urgencia hacia una economía circular.
La teoría: principios de la economía circular
En pocas palabras, la economía circular se basa en tres principios muy simples:
- El desperdicio no existe. Los productos deben ser diseñados y optimizados para un continuo ciclo de desensamblado y reutilización al final de su vida útil.
- La cuidadosa gestión del flujo de materiales. De acuerdo con esta perspectiva, son de dos tipos: por una parte, nutrientes biológicos, diseñados para reincorporarse sin impacto ambiental negativo al ecosistema, contribuyendo de ese modo al crecimiento del capital natural. Por otra parte, nutrientes tecnológicos, diseñados para reincorporarse sin pérdida de valor al sistema industrial, contribuyendo al crecimiento del capital económico.
- La energía para alimentar este ciclo debe ser renovable. De nuevo para reducir la dependencia de recursos e incrementar la resiliencia del sistema natural y del sistema económico.
Aplicación práctica: ejemplos inspiradores
Cada uno de nosotros, como ciudadanos, podemos contribuir a la
economía circular. Por ejemplo, contratando energía verde, comprando
productos eficientes energéticamente, comprando alimentos de temporada y
proximidad y, en general, reduciendo nuestro consumo y desperdicios.
Sin embargo, y a pesar de que la fuerza de la demanda es poderosa,
esta transición exige compromisos e inversiones que corren a cargo de
las empresas. Las empresas y los emprendedores pueden contribuir a la economía circular utilizando diferentes modelos de negocio.
Encontramos algunos ejemplos inspiradores en firmas que proveen a la
industria de recursos renovables, reciclables o biodegradables. Uno es BFT,
una empresa canadiense que produce fibras textiles a partir de cultivos
de lino y cáñamo. Los productos de BFT son compatibles con las
tecnologías de la industria textil tradicional y tienen propiedades tan
buenas como el algodón o las fibras sintéticas. Sin embargo, tienen un
impacto ambiental mucho menor en términos de consumo de agua y no
producen residuos insostenibles como los microplásticos.
Cada vez hay más empresas que buscan valor no solo en los productos
finales, sino también en las corrientes de materiales que se utilizan en
sus sistemas productivos. Un ejemplo es Procter & Gamble, que aspira a operar todas sus fábricas con el objetivo de cero residuos.
También hay empresas que contribuyen a la economía circular
prolongando la vida útil de sus productos. A través de su negocio de
reacondicionamiento, la tecnológica Dell recupera viejos equipos y los revende cuando es posible.
Igualmente contribuyen a la economía circular las empresas de
plataformas de uso compartido. En lugar de desechar o infrautilizar
productos que se encuentran inactivos, permiten que otras personas
tengan coacceso o copropiedad. Como ejemplos se podrían mencionar Airbnb o BlaBlaCar.
Por último, también contribuyen las empresas que operan bajo el
modelo de negocio de producto como servicio. Este no se centra en
generar grandes volúmenes de producción, sino que se enfoca en las
prestaciones y la capacidad de actualización que tienen sus productos.
Desmaterializa así la entrega de valor para ofrecer siempre las últimas
innovaciones. Encontramos otro ejemplo inspirador en la propuesta de
“iluminación como servicio” de Philips.
El cliente paga por los lúmenes de los que disfruta, y no por el
equipamiento. De su diseño, operación, mantenimiento y renovación se
encarga la compañía holandesa.
Una transición difícil pero urgente
En conclusión, la transición desde el actual sistema económico lineal
hacia una economía circular permitiría compatibilizar el desarrollo y
bienestar económico de la creciente población mundial con la capacidad
natural del planeta para soportarlo.
Evidentemente, tal cambio representa un gran desafío a la inercia
equivocada en la que se encuentra instalado nuestro sistema económico
desde hace más de un siglo.
Pero esta transición también representa una gran oportunidad para
países y empresas. Se estima que podría generar un valor próximo a 4,5 billones de dólares en 2030, al tiempo que abundantes oportunidades de empleo y una mayor innovación.
Este proceso puede ser largo, lento, costoso y tal vez frustrante en
el corto plazo. Quizás no muchos países y empresas puedan permitirse
liderar esta transición. Lo que parece evidente es que pocos podrán
mantenerse al margen de ella." ( ,
The Conversation, 12/07/20)
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