26/7/22

El BCE sabe perfectamente que tal decisión no afectará a los precios del gas natural y del petróleo, los causantes directos del episodio reciente de inflación. También sabe que esta decisión no conseguirá ningún efecto real sustancial salvo encarecer un poco más la financiación para la compra de vivienda, bienes duraderos e inversión empresarial. Es decir reducirá el poder de compra de la mayoría y, en el caso de la inversión empresarial, aquellas empresas con mayor poder de mercado simplemente repercutirán a sus clientes el mayor coste. Tampoco es que un 0,5% vaya a llevar la economía a la recesión pero sí que se conseguirá una distribución de la renta más regresiva

  "Ayer, 22 de julio de 2022, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) comunicó la aprobación de un nuevo Instrumento para Proteger la Transmisión (IPT). Ya habían anticipado un instrumento “anti fragmentación” hace unas semanas tras comprobar que la nefasta rueda de prensa de Christine Lagarde del día 17 de junio de 2022, en la que se anunciaba el fin de las compras netas de títulos de los tesoros europeos, había resultado en un acelerado ascenso de las primas de riesgo que llevó el rendimiento del bono español a 10 al 3% y el italiano al 4% en pocas horas tras la apertura del mercado el lunes siguiente.

El anuncio sigue a otro anterior en el que el BCE comunicó la desafortunada decisión de subir sus tres tipos de interés de referencia en 50 puntos básicos. Por tanto los tipos de interés de las operaciones principales de refinanciación, del instrumento de préstamo marginal y del instrumento de depósito se incrementaban al 0,50%, 0,75% y 0,00% respectivamente con efectos a partir de julio de 2022. El BCE sabe perfectamente que tal decisión no afectará a los precios del gas natural y del petróleo, los causantes directos del episodio reciente de inflación.

 También sabe que esta decisión no conseguirá ningún efecto real sustancial salvo encarecer un poco más la financiación para la compra de vivienda, bienes duraderos e inversión empresarial. Es decir reducirá el poder de compra de la mayoría y, en el caso de la inversión empresarial, aquellas empresas con mayor poder de mercado simplemente repercutirán a sus clientes el mayor coste. Tampoco es que un 0,5% vaya a llevar la economía a la recesión pero sí que se conseguirá una distribución de la renta más regresiva. 

El BCE, como otros bancos centrales (con la honrosa excepción del Banco de Japón), actúa como el proverbial perro guardián que se pone a ladrar cuando pasa un transeúnte por la calle. Éste pasará de largo puesto que no tenía ninguna intención de entrar en la finca pero el perro se quedará ufano pensando que han sido sus avisos los que han evitado la intrusión. Ya verán como, cuando caigan definitivamente los precios de las materias primas y concluya este episodio de inflación transitoria, el BCE se apunta el tanto.

 Volviendo al IPT: ¿Qué sabemos de este instrumento? En la neolengua del BCE se trata de asegurar la correcta transmisión de la política monetaria. Pero eso es un arcano de difícil comprensión. La realidad es que la evidencia empírica cuestiona una relación causal directa, estable y significativa entre tipos de interés e inversión y, por extensión, con la actividad económica.

Por ejemplo aquí o aquí.

El problema no es una transmisión que, por otra parte, es bastante irrelevante para la inflación pero sí para la distribución de la renta y para la aceptación de los títulos del Tesoro de España, Italia, Grecia y Portugal que, en caso de no ser aceptadas por el mercado, dificultarían sus políticas de gasto público. En román paladino básicamente se reconoce que la permanencia de algunos países en la zona euro no es viable si el BCE no interviene en los mercados secundarios comprando sus títulos del Tesoro. El apoyo a los títulos del Tesoro, por cierto, es una de las funciones de todos los bancos centrales del mundo pero los Tratados Europeos lo habían prohibido a insistencia de Alemania. Esta prohibición ha sido uno de las principales disfuncionalidades de la unión monetaria junto a la carencia de una instancia fiscal europea. Cuando la zona euro estuvo a punto de estallar en 2011 el BCE se saltó esta prohibición con el aval del Tribunal de Justicia de la UE iniciando las compras de títulos de los tesoros europeos. Sin esas compras la zona euro habría colapsado.

A diferencia de otros instrumentos anteriores, como el programa APP o el programa PEPP, las compras ya no se realizarán en proporción a la clave de capital, es decir, el porcentaje de participación de cada país miembro de esta malhadada unión monetaria, en el capital del BCE. En el caso del IPT el BCE podrá comprar en los mercados secundarios (recordemos que el dogma vigente impide al BCE comprar títulos directamente en la subasta, lo cual nos ahorraría costes inútiles que solo dejan beneficios para la industria financiera) títulos de «jurisdicciones que experimenten un deterioro de las condiciones financieras que estén justificadas por los fundamentos específicos de un país, para compensar los riesgos al mecanismo de transmisión». Es decir que, si se dispara la prima de riesgo italiana, el BCE podría intervenir para reducir el rendimiento de los bonos italianos. Las compras podrán ser de  valores del sector público (títulos de deuda negociables emitidos por gobiernos centrales y regionales, así como agencias, según la definición del BCE) con un vencimiento residual de entre uno y diez años. Podrían considerarse compras de valores del sector privado, algo que siempre nos ha parecido escandaloso puesto que se está beneficiando al puñado de grandísimas empresas que pueden emitir este tipo de títulos. (La pregunta legítima que nos planteamos es ¿dónde quedan todas las histerias acerca del riesgo moral que tanto obsesionó a las autoridades europeas en relación al supuesto comportamiento manirroto de los Estados meridionales? ¿No aplica a los grandes oligopolios?)

Podríamos llegar a la conclusión apresurada de que el BCE sigue aprendiendo lecciones por la fuerza de los hechos. Este nuevo instrumento se aparta de los anteriores porque las compras se dirigirán hacia los títulos de países que se ven sometidos a los ataques de los mercados, sin respetar las claves de capital. Quizá, a golpe de crisis, dentro de unas décadas el BCE se convierta en un banco central de verdad.

Pero no tan rápido. El Diablo se encuentra en los detalles. El BCE seguirá sometiendo a bullying a las democracias europeas. La nota de prensa nos aclara que las compras se condicionan al

  1. cumplimiento del marco fiscal de la UE: no estar sujeto a un procedimiento de déficit excesivo (PDE), o no ser evaluado por no haber tomado medidas efectivas en respuesta a una recomendación del Consejo de la UE en virtud del artículo 126 (7) del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE);
  2. la ausencia de desequilibrios macroeconómicos severos: no estar sujeto a un procedimiento de desequilibrio excesivo (EIP) o no ser evaluado por no tomar la acción correctiva recomendada relacionada con una recomendación del Consejo de la UE en virtud del artículo 121 (4) TFUE;
  3. la sostenibilidad fiscal: para determinar que la trayectoria de la deuda pública sea sostenible, el Consejo de Gobierno tendrá en cuenta, cuando estén disponibles, los análisis de sostenibilidad de la deuda realizados por la Comisión Europea, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones, junto con el análisis interno del BCE;
  4. la aplicación de políticas macroeconómicas sólidas y sostenibles: cumplimiento de los compromisos presentados en los planes de recuperación y resiliencia del y de las recomendaciones específicas por país de la Comisión Europea en el ámbito fiscal en el marco del Semestre Europeo.

En definitiva, solo los alumnos aplicados del marco neoliberal de la UE podrán librarse de la supervisión de los mercados. Para el caso da lo mismo: se va a hacer lo que digan los técnicos de la Comisión Europea o del Banco Central Europeo aunque sea contrario al bienestar y la prosperidad de las naciones o lo que pidan los mercados, que coincide con lo que opinan los primeros. La democracia sigue cancelada por las instituciones de la unión monetaria europea y, por tanto, este nuevo instrumento, merece el rechazo absoluto de Red MMT.

Red MMT considera que no es la función de un organismo multilateral integrado por burócratas no electos dar instrucciones a un gobierno democráticamente elegido sobre la naturaleza de su política económica o la dirección de su política fiscal. Con mayor razón porque sobra la evidencia empírica de que los resultados de la política neoliberal han sido nefastos para los pueblos europeos. Las políticas basadas en principios de “responsabilidad fiscal” sólo han generado un desempleo masivo, desigualdad creciente, crecimiento insuficiente y caídas de la productividad. Los sacrificios que economistas neoclásicos como Olivier Blanchard, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional, prescriben, siempre justificados por la sagrada estabilidad de precios, han profundizado nuestra miseria y ni siquiera han evitado el reciente episodio inflacionista.

Este nada tienen que ver con las políticas fiscales y la deuda pública y mucho con las consecuencias de una globalización que ha fragilizado las cadenas de suministro y el comportamiento del cártel de países productores y del oligopolio energético. Por tanto la credibilidad del BCE para seguir condicionando su apoyo a los títulos del Tesoro a la aplicación de este tipo de políticas a las naciones europeas es nula. Europa estaría mejor servida disolviendo el BCE e incorporando sus funciones a los tesoros de cada nación europea, como explicó recientemente el profesor de Economía de la Universidad de Newcastle, Bill Mitchell. Red MMT apoya la recuperación de la democracia ya que ni siquiera existen argumentos funcionales para seguir suprimiéndola."                  (red tmm, 23/07/22)

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