22/3/23

"Concha Piquer era el paisaje sonoro de la vida cotidiana en la posguerra"

 "Joan Manuel Serrat, Manuel Gutiérrez Aragón, Antonio López, Adolfo Marsillach, Pilar Miró y Manuel Vicent fueron invitados en la primavera de 1987 a formar parte del ilustre jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que aquel año fue para el escultor vasco Eduardo Chillida. Lo que el lector desconocerá es que estos invitados estuvieron a punto de conseguir, a ultimísima hora y a propuesta de Antonio López en una distendida cena en la que se conjuraron, que el galardón fuera para Concha Piquer. 

No se salieron con la suya, pero el terremoto que provocaron con su inesperada y desconcertante apuesta todavía hace temblar los cimientos del Hotel Reconquista de Oviedo. "Fue una especie de desafío, un alarde en aquel momento", reconoce a infoLibre Manuel Vicent (Castellón, 1936), quien relata: "Una vez decidimos hacer lo que hicimos, aquella noche, antes de que fuéramos a cambiar de candidato, me la pasé casi sin poder dormir imaginando todos mis recuerdos de la niñez. No de las canciones, sino de mi propia vida, de cómo era la España de los años cuarenta". 

 Aquella noche de mayo de hace ya 35 años nació Retrato de una mujer moderna (Alfaguara, 2022), la nueva novela de Vicent, que termina así: "Mientras las cámaras esperaban a que se abrieran las puertas para conocer el fallo, parte del jurado, aquellos que habíamos bebido de su voz durante la niñez, estábamos elevando a las alturas el nombre de Conchita Piquer. No salió victoriosa, pero el homenaje ya había sido realizado. Cuando regresé a la habitación del hotel para recoger el equipaje, abrí la nevera, me serví un whisky y en el bloc que había en la mesilla de noche escribí una nota: 'Primera escena. Nueva York bajo la nieve, 1924. Una cena de Nochebuena. Una chica de 18 años camina por la calle 59 en busca de una farmacia para comprar una botella de vino. Es una joven fuerte, de mucho carácter'".

En un triple salto mortal, es con estas últimas frases como arranca Retrato de una mujer moderna, siguiendo los pasos de la muchacha que vivía con su madre junto a Central Park y ya reinaba (un siglo antes de Rosalía, A.R., para que lo pillen los más jóvenes) en los neones y las marquesinas de Broadway. Así empieza una historia que no es una biografía como tal, aunque esté llena de realidad. "Todo lo que se dice aquí es cierto, pero no sucedió como se cuenta aquí. Un beso en un camerino que desata toda una tormenta de pasiones, sí, fue real, pero ese beso hay que contarlo literariamente y hacerlo ficción a la vez. Para eso están las palabras y rodearlo todo de un ambiente particular de cómo era el momento", resume el periodista y escritor, quien con esta obra pretende, asimismo, sacar a la luz y hacer un personaje moderno "y de hoy" de esa mujer que, en teoría, "podría ser algo pasado y folclórico, de un tiempo que ya no le interesa a nadie".

Una chiquilla que en Nueva York se vio envuelta en un homicidio, que tuvo contactos con la mafia y que empezó muy pronto a encadenar las pasiones y tragedias que curtirían una voz con un especial don para cantar al dolor como ninguna otra (ni otro). El suyo y el de todos. A mitad de la década de los años veinte, la niña campesina de la huerta valenciana regresa a España deslumbrante, envuelta en glamour y dinero después de triunfar también en México y Cuba, con varios amantes a sus espaldas y un hijo secreto. A partir de entonces, su vida se cruza con la de escritores como Blasco Ibáñez o García Lorca, toreros como Antonio Márquez, políticos, boxeadores, actores y actrices...

"La ventaja en este caso es que eliges a una mujer que ya es en sí misma una novela y tu trabajo consiste en rodearla de una atmósfera propicia para entenderla dentro de un paisaje y de un tiempo", explica Vicent, para quien, como novelista, Concha Piquer "te lo da todo prácticamente hecho", pues los "saltos del corazón te los da ella". Describir cómo podía ser la huerta de Valencia a principios del siglo XX y el Nueva York de la Ley Seca de los felices años veinte son "escenas muy potentes" desde el punto de vista literario, en las que el autor ha ubicado las vivencias reales de una artista pionera en muchos aspectos y eminentemente libre en sus actos: "Con tal de que la puedas rodear de literatura, el hecho de vivir y ser protagonista te lo da ella".

Porque podría haberse quedado en Nueva York y ser una estrella eterna en el brillante firmamento de Broadway, o quien sabe si de la incipiente industria cinematográfica de Hollywood. Pero, en lugar de eso, dio por terminada su etapa estadounidense y regresó a España por motivos personales diversos, trayendo consigo toda la experiencia de la "seriedad profesional del espectáculo". "Era una mujer muy adelantada a su época. Fue la primera que exigía todo el rigor que se merecía el público, algo que tienen muy claro en América".

Así fue como llegó a convertirse en figura indiscutible en la España de la República y la Guerra Civil, así como en el "paisaje sonoro de la vida cotidiana" de la posguerra en España, tal y como recuerda Vicent tirando de recuerdos de infancia de lo más personales: "Yo soy un niño de posguerra y recuerdo sus canciones. Recuerdo ir a la escuela y salir de casa oyendo a la Piquer, con unas canciones que eran pequeñas historias muy dramáticas. Todas esas historias tenían planteamiento, nudo y desenlace. Yo salía de casa con el nudo y la canción se iba repitiendo por todas las casas, porque todo el mundo ponía la radio y la música sonaba por las ventanas y las cocinas. Así te ibas enterando del planteamiento. Recuerdo que cuando pasaba por la herrería la historia estaba complicada y a la protagonista de la canción ya la habían abandonado. Luego, cuando llegaba a la escuela, ya estaba el desenlace hecho. Así que llevando los lápices sonando dentro del estuche ya me enteraba yo de lo que era la vida".

 Mujer fuerte y "taxativa", supo moverse a su aire en los años de la dictadura franquista. "Ella ideológicamente sería una mujer incluso de derechas, o de orden, por así decirlo, pero ante todo era una profesional y lo que no pasaba es que le obligaran a hacer cosas que profesionalmente no podía admitir", apunta Vicent, quien la define como "contestataria frente a todo el organismo administrativo de las pequeñas censuras" de la época y demás condicionantes políticos. "Ahora parece que eso no tiene importancia, pero en aquel momento se necesitaba ser valiente para seguir cantando cuando sonaba el himno nacional y había que ponerse de pie brazo en alto, que así era en los cines y los teatros. Y ella seguía cantando. Y rechazó el lazo de Isabel la Católica, más que nada porque no le interesaban esas cosas", destaca, para aún rematar: "Yo no creo que ella fuera ni franquista ni antifranquista, ella era una profesional. La primera empresaria del mundo del espectáculo que llevó a rajatabla lo que había aprendido del show business de Nueva York y lo trajo a España con un rigor absoluto".

Lejos del estereotipo de la cupletista, Concha Piquer fue mucho más que eso o, para ser exactos, fue de todo menos eso. Una mujer que en la "época más dura de la moral eclesiástica" en España vivió "públicamente amancebada con un torero muy famoso, siendo ella a su vez muy famosa, y no le importaba". "Ahora parece esto una pura anécdota, pero había que tener muchos arrestos para hacer eso", afirma el escritor, que asegura que su intención última con este libro es rescatar a un personaje que es "ya casi un personaje de ficción por el paso del tiempo". "Ahora los cohetes espaciales pueden desviar un aerolito, y también la Piquer en su momento fue un aerolito", remata."               (David Gallardo, InfoLibre, 23/10/22)

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