16/5/11

Los jesuitas dicen: "No llegamos a encontrar razones definitivas que impidan a una persona... expuesta a muy fuertes dolores, acudir a la eutanasia"

"Pero la lucha por la vida -por la salud- tiene sentido mientras sea posible sanar. Es el miedo a sufrimientos insoportables o innecesarios lo que ha impuesto el debate sobre la "eutanasia médica" -como mitigación de los dolores de la muerte-. (...)

Por encima del 60% de los españoles la despenalizaría y el porcentaje se eleva al 62,2% entre los jóvenes. (...)

Finalmente, el famoso escritor se plantó ante los médicos que atendían la agonía de su padre y le dijo a este, ya inconsciente: "Papá, creo que te tengo que dejar marchar", antes de negarse a que lo tuvieran conectado a un aparato de respiración asistida. Lo cuenta en Mi vida como hijo. (...)

El PSOE se hacía eco en 2004 de una opinión pública muy favorable a la legalización de la eutanasia. La tendencia al alza no para de moverse. Estudios realizados por la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) sitúan esos porcentajes en el 77%.

Sin embargo, el Gobierno se justifica diciendo que la sociedad aún no está madura para legalizar la eutanasia. "Quienes no están maduros son los políticos", replica uno de los fundadores de DMD, el filósofo y escritor Salvador Pániker.

Pániker lo reitera siempre que se recuerda la muerte del gallego Ramón Sampedro, tetrapléjico tras un accidente y postrado en una cama durante 32 años hasta su muerte en 1998 tras ingerir cianuro diluido en un vaso de agua que le había acercado a su boca una mano amiga.

Antes había librado -y perdido- una larga batalla para que los tribunales le concediesen su derecho a la eutanasia. (...)

Pese a todo, la jerarquía católica sigue expresándose con tremendismo. "[El Gobierno] quiere aniquilar a ancianos o enfermos inservibles", ha escrito el semanario Alfa y Omega, propiedad del Arzobispado de Madrid.(...)

La tesis del episcopado es que la vida es creación exclusiva de Dios y el hombre debe aguantar hasta el fin dispuesto. "Ningún poder puede autorizar, ni menos imponer, la supresión de la vida, sea un embrión, un feto o un enfermo incurable".

Pese a todo, la Conferencia Episcopal ha aprobado un llamado testamento vital en el que los enfermos pueden expresar, en un documento de últimas voluntades, su oposición a determinados tratamientos, pese a que su ausencia u omisión supongan el seguro acortamiento de la vida.

Esta modalidad es conocida en la literatura científica como eutanasia pasiva. Denota cómo la Iglesia católica puede acabar cambiando de opinión, aunque tarde a veces siglos.

También se opuso al pararrayos cuando lo inventó Benjamin Franklin -argumento: ¿quién es el hombre para desviar el rayo que Dios te envía para castigarte?-; y antes contra el parto sin dolor porque Dios impuso a la mujer la penitencia del "parirás con dolor". (...)

"Hay que levantar un puente entre las dos orillas", aconsejan los jesuitas en uno de los editoriales de su revista Razón y Fe. El argumento es que no siempre lo legal y despenalizado tiene que coincidir con la ética cristiana.

"No llegamos a encontrar razones definitivas que impidan a una persona, cuya vida en opinión de los médicos no tiene futuro y está expuesta a la amenaza de muy fuertes dolores, acudir a la eutanasia, que debería estar regulada con precisión y rodeada por serias garantías legales", sentencia.

Hans Küng, uno de los grandes teólogos del siglo, sostiene que tras "los argumentos de soberanía [de Dios sobre el hombre] se esconde una imagen distorsionada de Dios, basada en textos unilateralmente seleccionados de la Biblia, interpretados a la letra, es decir, Dios como el creador que dispone del hombre, propietario no sujeto a traba alguna, su absoluto amo, y últimamente también verdugo".

En esta visión vaticana no hay nada del Dios padre de los débiles, dolientes y extraviados, según Küng. A partir de esa descripción, proclama:

"Nuestra tarea teológica para con los moribundos no es la espiritualización del sufrimiento, o, peor aún, su aprovechamiento pedagógico, como purgatorio sobre la tierra, sino más bien, siguiendo la huella del Jesús sanador de enfermos, reducir en lo posible y eliminar el sufrimiento, que en ocasiones enseña a los hombres a rezar, pero en otras también a maldecir". (...)

Ahí ya está la tesis de que la lucha por la salud arma de coraje al enfermo mientras es posible sanar. Después, la batalla contra la muerte puede convertirse en un martirio insoportable, que admite el derecho de un paciente a decidir sobre los tratamientos que se le ofrecen.

La bioética lo expresa de esta sutil manera: nunca es lícito hacer el mal, pero a veces no es lícito hacer el bien. En esa idea anida el derecho del paciente a rechazar un tratamiento, aunque le vaya en ello la vida.

La cuestión es discernir por qué merece un juicio penal y moral diferente la llamada eutanasia pasiva de la eutanasia activa. Küng lo explica así: "El Papa no tiene nada en contra de que en casos en que no queda ninguna esperanza se omitan o interrumpan medidas destinadas a mantener la vida (por ejemplo, un respirador artificial).

La pregunta es: ¿por qué ha de merecer un juicio moral diferente la desconexión de un aparato de respiración asistida, con consecuencias mortales (eutanasia pasiva), que la administración de una dosis sobreelevada de opio con consecuencias mortales (eutanasia activa)? ¿Puede una acción ser pasiva? Es algo inescrutable". (El País, 15/05/2011, p. 42/3)


"¿Por qué países occidentales que han firmado la Convención contra la Tortura imponen, de hecho, una situación de auténtica tortura a sus ciudadanos al prohibir las diferentes formas de eutanasia.

La respuesta tiene que ver con el reparo consciente de los Gobiernos a enfrentarse al poder eclesiástico. También guarda relación con un cierto rechazo inconsciente de la sociedad a hablar abiertamente de una muerte buena. (...)

La eutanasia sería un crimen nefasto contra un Dios que es señor de la vida y de la muerte. Este lenguaje, que consagró Tertuliano, no fue, sin embargo, el primitivo cristiano. Pero Agustín de Hipona lo completó de forma rotunda: sufrir pasivamente esperando el momento final de la decisión reservada solo a Dios es imitar el sacrificio doloroso de Jesús en su pasión y cruz. (...)

Jesús de Nazaret no dijo eso. Más bien habló en sentido contrario: predicó el amor, en una triple dimensión indisoluble: Dios, los demás, uno mismo. Defendió, en contra del legalismo, la sinceridad espiritual íntima.

Proclamó la conciencia como ámbito de la única decisión válida frente a normas impuestas desde fuera. Repitió que había venido para traer la libertad a los oprimidos y proclamar la liberación frente al sarcasmo de los poderosos.

Esta forma de pensar, visible en los Evangelios, es anterior a la interpretación cristiana dominante y se opone a la apología del sufrimiento y el dolor hasta el final de la vida." (El País, 15/05/2011, p. 42)


"Suiza vota por mantener el suicidio asistido.

Los electores del cantón suizo de Zúrich rechazaron ayer en referéndum dos iniciativas: una para prohibir el suicidio asistido y otra para limitarlo a los ciudadanos locales, impidiendo así el llamado "turismo de la muerte".

Suiza es el único país europeo que no castiga la ayuda necesaria para el suicidio de enfermos terminales. Un vacío legal permite que existan clínicas como Dignitas, que recibe a pacientes que buscan un lugar donde se les dé asesoría y se les facilite la combinación de fármacos necesaria para poner fin a la propia vida cuando se sufre una enfermedad terminal o que no tiene cura." (El País, 16/05/2011, p. 35)

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