El precio que exigió Wilders a cambio fue, entre otras cosas, el compromiso de prohibir el burka. (...)
Tanto por motivos relacionados con la libertad de expresión como por prudencia política, a Wilders no debería juzgársele por las cosas que dice sobre el islam. (...)
Eso es lo que, al parecer, ha pensado también la fiscalía holandesa. "No hay duda de que sus palabras son dañinas y ofensivas para un gran número de musulmanes", dijeron, cuando se empezó a hablar de procesarle, pero "la libertad de expresión desempeña un papel esencial en una sociedad democrática".
Pese a ello, un conjunto formado por abogados importantes, varias ONG y diversos grupos de presión consiguió que un tribunal de apelaciones revocara la decisión y obligase a los reacios fiscales a emprender una acción judicial.
El tribunal alegó que "al atacar los símbolos de la religión musulmana, estaba insultando también a los creyentes musulmanes".
Esa frase deja ver a la perfección el problema de principio: cómo se ha desdibujado la línea que separa criticar las creencias de atacar a los creyentes. Porque siempre debemos tener libertad para criticar cualquier creencia, incluso en términos radicales.La religión no es como el color de la piel. No existen argumentos racionales contra el color de la piel de una persona. Y, sin embargo, sí existen argumentos racionales e importantes contra el cristianismo, el budismo, la cienciología o cualquier otro sistema de creencias. (...)
Si Wilders incitara a la violencia, entonces sí habría que procesarle. Pero, por lo que he visto, se ha mantenido siempre justo al borde pero sin atravesar esa línea.
Mientras siga siendo así, defenderé que tiene derecho a decir cosas profundamente ofensivas, por los mismos motivos por los que hace poco defendí el derecho de las mujeres a llevar el burka. Wilders, con su cabellera rubia, es, por así decir, el burka del otro bando. (...)
Los dobles raseros son habituales en muchas declaraciones en favor de la libertad de expresión, pero Wilders se lleva la medalla de oro de la hipocresía. No solo quiere que se ilegalicen el burka y el Corán ("ese libro fascista").
En un discurso pronunciado el año pasado en la Cámara de los Lores de Londres -después de que se revocara el estúpido veto impuesto por la ministra de Interior laborista, Jaqui Smith, que le había impedido entrar en el país-, dijo que deberíamos prohibir la construcción de nuevas mezquitas en todo Occidente.
Y no solo quiere silenciar a los musulmanes. También a quienes le critican.
Hace poco, las presiones del Partido de la Libertad de Wilders consiguieron que se rescindiera la invitación a un distinguido historiador cultural y comentarista, Thomas von der Dunk, para dar una conferencia en honor de un héroe holandés de la resistencia antinazi, porque se supo que proponía comparar las declaraciones del partido sobre los musulmanes con "las calumnias y difamaciones que sufrieron los judíos en los años treinta".
En un festival para conmemorar la liberación de Holanda y la derrota del nazismo, se prohibió una canción punk en la que se llamaba a Wilders "el Mussolini de los Países Bajos". (...)
Sin embargo, los partidos de centro-derecha, que necesitan la "tolerancia" de Wilders para mantenerse en el poder, le siguen el juego y consienten esa intransigencia. " (TIMOTHY GARTON ASH: Necesitamos más libertad de expresión. El País, 16/05/2011, p. 29)
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