"Es evidente que la governance capitalistica impuesta por los mercados
financieros ha fracasado, aún habiendo obtenido grandes resultados al
plasmar y definir las nuevas modalidades de valorización y las nuevas
formas de mando y jerarquía actuales.
Tal governance consistía en nuevas
funciones económicas asumidas por los mercados financieros, con el paso
de una economía monetaria de producción (aquella del paradigma
taylorista-fordista) a una economía financiera de producción (aquella
del biocapitalismo cognitivo): redefinición continua de la unidad de
medida del valor (una vez que el patrón oro cayó con el colapso de
Bretton Woods) y, por tanto, financiación de la inversión privada;
asegurador social de la vida como resultado de la financiarización, y
consecuente privatización, de los sistemas de bienestar; instrumento de
crecimiento económico y regulador de la distribución de la renta gracias
a los procesos de expropiación de la cooperación social y a su
endeudamiento, y multiplicador financiero de la demanda final.
La condición para que tal governance pudiese garantizar estabilidad era una continua, ilimitata expansión de los propios mercados financieros, capaces de producir (plus)valor siempre superior a los efectos mudables y negativos sobre la demanda causados por la creciente concentración de las rentas y por la expropiación de la riqueza social producida por el «común».
La condición para que tal governance pudiese garantizar estabilidad era una continua, ilimitata expansión de los propios mercados financieros, capaces de producir (plus)valor siempre superior a los efectos mudables y negativos sobre la demanda causados por la creciente concentración de las rentas y por la expropiación de la riqueza social producida por el «común».
Dado que esta condición no puede persistir indefinidamente, la
inestabilidad estructural que se deriva sólo puede ser políticamente y
socialmente gobernada recurriendo a shock exógenos, dictados por la
emergencia de turno. En otras palabras, la governance se da en la
emergencia.
A principios del siglo xxi la emergencia era la guerra al
terrorismo. Hoy la emergencia se da por la propia crisis de los mercados
financieros y por los Estados europeos. La crisis deviene instrumento
de governance y, por tanto, es permanente. Esto significa que la
emergencia ha terminado y la crisis se convierte en «norma».
El estado de crisis permanente significa que estamos ante una crisis de la valorización capitalista. A pesar de los intensos procesos de restructuración organizativa y tecnológica que han ampliado la base de la acumulación, imponiendo –detras del chantaje de la necesidad– la puesta en valor de la vida, del tiempo de vida y de la cooperación social humana, la valorización actual, precisamente porque se basa solamente en la expropiación externa de la vida y del «común» humano, sin ser capaz de organizarlo, no se transforma en aumento de plusvalor.
El estado de crisis permanente significa que estamos ante una crisis de la valorización capitalista. A pesar de los intensos procesos de restructuración organizativa y tecnológica que han ampliado la base de la acumulación, imponiendo –detras del chantaje de la necesidad– la puesta en valor de la vida, del tiempo de vida y de la cooperación social humana, la valorización actual, precisamente porque se basa solamente en la expropiación externa de la vida y del «común» humano, sin ser capaz de organizarlo, no se transforma en aumento de plusvalor.
El proceso de financiarización sí ha permitido una poderosa
«acumulación», pero no ha sido capaz de traducirse en valorización
directa y real. Esta es la contradicción central que está en la base de
la crisis actual.
A pesar de todos los intentos (desde la adulación,
desde el imaginario, al chantaje, el castigo, a la mercantilización
total), la vida humana puesta en valor produce de todas formas un
excedente que escapa al control capitalista, un excedente que no se
transforma en valor económico, es decir, que no es posible medir en
términos capitalistas.
En un contexto semejante no es posible ninguna política «reformista», lo que se traduce también en crisis política e institucional. No existen condiciones para definir un nuevo New Deal compatible con la actual economía financiera de producción, a diferencia de lo sucedido en los años Treinta del siglo pasado. La salida de crisis sólo puede darse en un contexto postcapitalista. Pero de esto hablaremos más adelante." (Andrea Fumagalli, Alfabeta2, Jaque al neoliberalismo, 25/02/2013)
En un contexto semejante no es posible ninguna política «reformista», lo que se traduce también en crisis política e institucional. No existen condiciones para definir un nuevo New Deal compatible con la actual economía financiera de producción, a diferencia de lo sucedido en los años Treinta del siglo pasado. La salida de crisis sólo puede darse en un contexto postcapitalista. Pero de esto hablaremos más adelante." (Andrea Fumagalli, Alfabeta2, Jaque al neoliberalismo, 25/02/2013)
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