"Recordábamos hace unos días algunos logros invisibles del 15-M,
en su segundo aniversario. Pues aquí va otro, y no es menor. Se trata
de una historia casi desconocida sobre el movimiento Occupy Wall Street:
cómo un grupo de españoles atravesados por la experiencia del 15-M
llevaron hasta Nueva York el ADN de las plazas ("la política de
cualquiera") fertilizando así el lenguaje ("we're the 99%") y el
imaginario político de Occupy.
Lo cuenta Jeff Lawrence, investigador
sobre cultura contemporánea y movimientos sociales, a quien conocí el
año pasado en EEUU. El texto que vas a leer ahora (puedes hacerlo también en PDF)
es una versión reducida y traducida de un trabajo de investigación
escrito en inglés y que se publicará próximamente en Estados Unidos.
El 19 de septiembre de 2011, dos días después del
comienzo de la ocupación de Zucotti Park en Nueva York, dos de los
españoles del 15-M que participaron en la organización de Occupy Wall
Street estaban preocupados.
Como los demás simpatizantes del 15-M que
asistían a las reuniones preparatorias, Begonia Santa Cecilia y Luis
Moreno-Caballud habían imaginado que el campamento en el corazón de
Wall Street sería algo parecido a las acampadas que habían visto en
España ese mismo año: espacios hospitalarios y abiertos en plazas
públicas donde se congregaban grupos diversos de gente. Sin embargo,
las cosas no eran así.
El parque estaba rodeado de furgonetas de
policía y los escasos y homogéneos manifestantes gritaban a los agentes
y a los curiosos que pasaban por allí. Además, las propias asambleas
se habían vuelto rápidamente conflictivas. Moreno-Caballud y Santa
Cecilia decidieron proponer un cambio de táctica, enviando un email al
grupo de trabajo de Extensión, que se ocupaba de comunicar el mensaje
de Occupy al exterior.
El propósito
de ese email era simple. Occupy tenía que enfatizar que no era una
protesta más “contra el sistema”, sino un movimiento que estaba creando
un espacio físico y conceptual en el que la gente podía encontrarse
para hablar, escuchar y formular soluciones alternativas a la crisis
económica y política global.
Releyendo los emails organizativos y
pensando retroactivamente sobre los debates de las asambleas
preparatorias, los dos españoles decidieron revitalizar un slogan que
había sido formulado a través de un proceso colectivo en los días
previos a la ocupación: “Somos el 99%”. Enviaron un email con el asunto
“#Occupy Wall Street sobrevive transformándose en #Somos el 99%”:
"Parece que #Occupy Wall Street necesita urgentemente una operación
masiva de ampliación para sobrevivir. La clave para el éxito del
movimiento es que sea inclusivo. Ahora mismo el movimiento es demasiado
homogéneo, debido al imaginario y al lenguaje “activista” con que se
identifica…
Propongo que empecemos hoy una rápida y masiva campaña de
extensión con esta idea: #SomosEl99% -Este es el plan: ponemos toda
nuestra energía y recursos en anunciar el día de #SomosEl99%, que
tendrá lugar el próximo sábado 23, en nuestro espacio en
Zuccotti/Liberty Park.”
Dos días después, Justin
Molito, otro miembro del grupo de Extensión, empezó a imprimir flyers.
Para el fin de semana, la campaña del 99% estaba en marcha y
#WeAreThe99% (“SomosEl99%”) era “trending topic” en Twitter. En dos
semanas, aparecieron acampadas en más de cincuenta ciudades
norteamericanas. Se coreaba “Somos el 99%” en todo el país, y después
en todo el mundo. El movimiento del 99% se había hecho global.
Resulta útil pararse un momento a recordar lo profundamente que caló
el slogan “Somos el 99%” en la conciencia nacional americana, a partir
de los meses de octubre y noviembre de 2011. Quizás estamos todavía
demasiado cerca de esos meses de Occupy para entender completamente
cómo, en un país que se enorgullece de hablar en nombre de la clase
media, la retórica del 99% y del 1% ha reconfigurado el vocabulario
político.
De hecho, parece probable que dentro de unos diez años esos
meses sean vistos como el momento clave para las elecciones
presidenciales de 2012: el momento en que un Obama muy tocado por los
desastrosos resultados de las elecciones legislativas y por su fracaso
en el conflicto del “techo de deuda” con los republicanos pudo por fin
apuntarse un tanto populista, gracias al vocabulario introducido por
Occupy. Pero, ¿cómo llego a suceder todo esto?
Hay muchas percepciones falsas sobre la historia del movimiento Occupy
en EE.UU. Desde los primeros días de Occupy Wall Street, cuando la
periodista del New York Times Gina Belafonte se refirió al campamento de
Zucotti Park como “la protesta política convertida en espectáculo”,
los medios masivos norteamericanos presentaron a Occupy como un hatajo
de individuos insatisfechos y con dificultades para encontrar un
propósito en sus vidas.
Al mismo tiempo, los simpatizantes del
movimiento a menudo han dado una versión sobre sus orígenes que gira en
torno a las actividades de un grupo de organizadores americanos que
consiguieron de alguna manera capturar la imaginación pública.
Este
texto propone una narrativa diferente: la historia de cómo un grupo de
extranjeros que trajeron tácticas y experiencias de movimientos
sociales recientes en otros países articularon algunas de las ideas más
persuasivas y de las prácticas más duraderas que iban a surgir del
movimiento Occupy.
Desde el 13 de agosto al 10 de
septiembre de 2011, asistí a los encuentros de la Asamblea General de
Nueva York (AGNY) en el parque de Tompkins Square, en Manhattan. En
estas “asambleas generales” semanales, abiertas a cualquiera que
quisiera participar, un grupo de unas cincuenta o sesenta personas
planeó la acampada y la ocupación de Wall Street para el 17 de
septiembre.
La historia estándar de Occupy Wall Street en los Estados
Unidos es que la izquierda americana fue capaz finalmente de promover
un movimiento colectivo para combatir los abusos de las élites
político-financieras, en la estela de la crisis económica de 2008.
Incluso los artículos que han reconocido las conexiones internacionales
de Occupy normalmente las han caracterizado en términos de inspiración
indirecta de los movimientos sociales de 2011 en Egipto, Grecia,
España y otros lugares.
Sin
embargo, lo que yo vi en estos encuentros y lo que he sido capaz de
reconstruir estudiando los primeros documentos de la Asamblea General
de NYC, es que cerca de un 40 o 50% de los participantes en las
asambleas de agosto y septiembre de 2011 provenían de lugares que no
eran Estados Unidos: España, Brasil, Irán, Grecia, Armenia, Japón,
India, Palestina, Argentina, Rusia e Italia, además de la nación
Choctaw y Puerto Rico.
Solamente un artículo aparecido en los medios
durante el primer mes de Occupy Wall Street se enfocaba parcialmente en
las raíces internacionales del movimiento, “Cómo empezó realmente Occupy Wall Street”, publicado por Andy Kroll en la revista Mother Jones
el día 17 de octubre.
Bajo mi punto de vista, su provocadora pero
legítima afirmación de que los participantes extranjeros eran al menos
tan importantes como los americanos en la organización de Occupy Wall
Street, no fue tomada en serio en ningún otro lugar.
Pero mi objetivo aquí, en cualquier caso, no es simplemente recuperar
la importancia de los participantes internacionales. Desde los primeros
días de la Asamblea General de NYC y de la organización de Occupy Wall
Street, existieron visiones distintas sobre los propósitos del
movimiento. Paradójicamente, aunque la mayoría de las interpretaciones
de Occupy han tendido a marginalizar a las voces extranjeras del
movimiento, fueron éstas las que resonaron más profundamente tanto en
Estados Unidos como en el resto del mundo.
Esto es especialmente cierto
en el caso del contingente español de Occupy Wall Street, que a menudo
constituía entre un diez y un veinte por cierto de las pequeñas
asambleas organizativas de la AGNY. Recuerdo a un americano refiriéndose
en términos cuasi-religiosos a la “inquebrantable fe” de los
españoles, y a otro que se lamentaba (un poco menos solemnemente) de
ser uno de las pocas personas en la AGNY, extranjeras o americanas, que
no hablaba español.
Como Santa-Cecilia y Moreno-Caballud, varios
españoles más habían regresado recientemente de Madrid, donde habían
participado en distintas fases del movimiento 15-M durante el verano de
2011. Además del entusiasmo y la convicción nacidos de haber sido
testigos de ese movimiento verdaderamente popular, el contingente
español de Occupy trajo también un principio que se había gestado en
las acampadas españolas.
Este
principio era lo que estos españoles comenzaron a llamar “la política
de cualquiera”: la creencia en que los movimientos sociales deberían
estar compuestos por cualquiera que quiera participar en ellos.
Aunque
“horizontalidad” se había convertido en un palabra clave en los
movimientos autónomos y anti-globalización de los 80’s y 90’s para
referirse al proceso de creación de consenso en las asambleas populares,
la concepción de Occupy que tenían los españoles estaba menos
orientada hacia esas actividades internas de las asambleas –grupos
“autónomos” que practican la “acción directa”- que hacia la
participación de la gente en general, estuvieran o no en las asambleas.
Es decir, les preocupaba más la inclusividad que la horizontalidad
del movimiento. Para ellos un movimiento “sin líderes” era importante
no sólo porque estableciera un protocolo para asambleas no-jerárquicas,
sino sobre todo porque desdibujaba los límites entre el “dentro” y el
“fuera” del movimiento.
El
contingente español a menudo repetía la frase: “nos importa menos el
propio Occupy que lo que Occupy genera”. Les había impresionado la
manera en que, durante el 15-M, los activistas habían cedido autoridad y
agencia a cualquiera que llegaba para participar en las acampadas, y
exigían que el lenguaje del movimiento fuera accesible para quienes no
eran activistas ni académicos.
Por todo ello, consideraban que la
acampada en Wall Street no debía ser sólo un lugar para protestar
contra los excesos de las instituciones financieras americanas, sino
también, más fundamentalmente, un espacio para la construcción de una
sociedad alternativa en la que la cooperación y la ayuda mutua
sustituyera a la competición económica.
En cierto sentido, esta idea
concordaba con los principios anarquistas de auto-gestión que su
compañero de asambleas, el antropólogo David Graeber, expuso en su
ahora ya icónico artículo “Las raíces anarquistas de Occupy Wall Street”.
Graeber, una de las caras más visibles del movimiento en la escena
internacional, ha reconocido por lo demás en numerosas ocasiones la
importancia de la contribución de los “indignados” españoles a la
creación de Occupy Wall Street (por ejemplo, aquí).
Pero a la mayoría de los españoles de Occupy les preocupaba que un
énfasis exagerado en los procesos asamblearios pudiera crear un
aislamiento de la comunidad “radical” en lugar de un movimiento
inclusivo.
El éxito de Occupy Wall Street, pensaban, no consistiría en
“traer a gente al movimiento” para que escuchara su retórica, sino en
expandir el movimiento –sus propósitos, su vocabulario y sus prácticas-
para que cualquiera pudiera contribuir a su construcción.
Como la mayoría de los españoles en la península o en el extranjero,
los que participaron en Occupy se habían visto atraídos por el 15-M
precisamente porque el lenguaje de las acampadas iba más allá de los
discursos tradicionales de la izquierda. Aunque muchos de ellos tenían
educación post-graduada -Santa-Cecilia, Moreno-Caballud, Lauren Dapena
Fraiz, Mónica López, Guillem Álvarez Berrocal, Ángel Luis Lara, Maleni
Romero, Lucía Rey, Vicente Rubio, Fernando Guerrerro, Xavi Acarín, y
Nikki Schiller— a todos les cautivó la sencillez de los slogans
provenientes de las acampadas del 15-M.
Casi todos los participantes en
la Asamblea General de Nueva York estaban versados en la tradición
política radical, y habían leído desde Marx a Franz Fanon, pasando por
Deleuze y Guattari, desde Gayatri Spivak a Jacques Rancière, pasando
por Hardt y Negri. La diferencia fundamental, en mi opinión, era la
manera en que los participantes se relacionaban con estos pensadores.
Mientras algunos (no todos) de los activistas americanos expresaban sus
sentimientos anti-capitalistas en el idioma de la teoría académica, el
contingente español se preocupaba por reformular y traducir las ideas
que surgían de la asamblea para que fueran accesibles más allá de la
comunidad activista y académica.
Les habían inspirado los posts publicados por Amador Fernández-Savater
durante las primeras semanas del 15-M, defendiendo la potencia política
del lenguaje común (en expresiones como “democracia real ya” o “somos personas”)
frente a quienes insistían en la vaciedad e ingenuidad política de
este vocabulario cotidiano. La convicción de que las formulaciones del
movimiento debían ser lo suficientemente abiertas para que todo el
mundo cupiera era uno de los principios operativos del contingente
español de Occupy.
El 15-M en Nueva York y el 99%
El transito de estas gentes, prácticas e ideas entre España y Estados
Unidos en el verano de 2011 generó mucha de la energía que iba a
impulsar los esfuerzos organizativos de Occupy en agosto y septiembre
del mismo año. Por supuesto muchos tipos de protesta y tendencias
políticas diferentes convergieron en la formación de Occupy Wall Street.
El movimiento debe mucho a las campañas anti-globalización de Seattle
y Argentina en el cambio de milenio, a las protestas pro-democracia de
la primavera árabe cuya onda expansiva circulaba ya por Occidente y a
la llamada a la propagación de acampadas de protesta americanas
realizada por la revista canadiense Adbusters durante los calurosos
días del verano de 2011.
En julio, la coalición New Yorkers Against
Budget Cuts (“Neoyorquinos contra los recortes de presupuesto”) probó
la idea erigiendo unas pocas tiendas de campaña junto al City Hall: el
campamento que llamaron “Bloombergville” (en referencia al alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg).
Pero incluso antes de estas iniciativas norteamericanas, el impulso
para lo que se convertiría en el movimiento Occupy empezó en Nueva York
con una manifestación en solidaridad con el movimiento 15-M en Washington Square, el día 21 de Mayo de 2011. Durante las seis semanas siguientes, un grupo de españoles reunidos bajo el nombre “Democracia Real Ya – NYC”,
entre ellos algunos que llevaban bastante tiempo viviendo en Nueva
York, se dieron cita semanalmente en el salón de actos de un bar español
para solidarizarse con el 15-M y comentar la posibilidad de que un
movimiento similar pudiera suceder en Estados Unidos.
César Arenas-Mena y
Moreno-Caballud comenzaron a asistir a las reuniones de New Yorkers
Against Budget Cuts hacia mitad de julio, y el día 27 del mismo mes,
tuvo lugar una charla informativa sobre el 15-M en la librería feminista de Manhattan Bluestockings.
El momento clave de esta fase previa, sin embargo, lo constituyó un
encuentro organizativo en el espacio de arte y activismo situado en el
corazón de Wall Street 16Beaver, el día 31 de julio.
El encuentro, llamado “For General Assemblies in Every Part of the World”
(“Por asambleas generales en todas partes del mundo”) y organizado por
Ayreen Anastas, Rene Gabri, Xavi Acarin y Moreno-Caballlud, entre
otros, reunió a participantes en acampadas españolas con griegos que
protestaban en la plaza Syntagma, además de activistas japoneses,
palestinos y americanos (los organizadores de Bloombergville entre
ellos).
En esta reunión se anunció la primera asamblea de la Asamblea
General de Nueva York (en aquel momento conocida como la Asamblea
General Popular sobre los Recortes), que iba a tener lugar el 2 de
agosto.
Durante los días siguientes,
la frase más icónica y duradera de Occupy, “Somos el 99%”, fue acuñada
por una serie de participantes de la Asamblea General de NY. El
contingente español fue absolutamente crucial en esta articulación. El 4
de agosto, se inició un hilo de emails titulado “Una única demanda”,
en la recién creada lista de correo “Septiembre 17”.
Willie Osterweil
comenzó la discusión señalando que esta “única demanda” del movimiento
debería ser lo suficientemente amplia para incluir a todo el mundo: “No
queremos observadores, queremos participantes”. Lorenzo Serna, un
miembro latino e hispanohablante del grupo de Extensión respondió
diciendo que tal vez lo que necesitaba no era una única demanda sino un
mensaje único, algo que pudiera ser “fácilmente transferible de mi a
cualquiera”.
Isham Christie entonces enfatizó la diferencia entre una
“demanda”, “que se dirige al estado o a las élites económicas” y un
“mensaje”, “que se dirige a la gente que intentamos traer al
movimiento”. En definitiva, el consenso “online” al que se llegó fue
que Occupy Wall Street debía definirse menos por el qué de su posición política que por el quién
de sus participantes.
Moreno-Caballud sugirió entonces que la identidad
del movimiento se definiría según su capacidad de generar un mensaje
que fuera fácil de entender y que combinara lo político con lo
económico, como había hecho el 15-M con su “No somos mercancías en manos
de políticos y banqueros”.
Amin Husain añadió un eco populista de la
constitución americana ofreciendo el slogan: “Nosotros, la gente,
estamos tomando las calles porque el gobierno no nos escucha”.
Finalmente, David Graeber, inspirado por un artículo del economista
Joseph Stiglitz sobre “la política del 1%”, propuso la expresión que se
convertiría en sinónimo de Occupy: “¿Qué os parece “el movimiento del
99%”?”.
Graeber continuó: “Los dos partidos políticos gobiernan en
nombre de el 1% de americanos que han recibido casi todos los beneficios
del crecimiento económico, que son los únicos completamente
recuperados de la recesión de 2008, que controlan el sistema político y
la casi totalidad de la riqueza económica. Así que si los dos partidos
representan al 1%, nosotros representamos a ese 99% cuyas vidas han
quedado esencialmente fuera de la ecuación”.
Al día siguiente Santa-Cecilia y Moreno-Caballud imprimieron un flyer,
añadiendo el pronombre “nosotros” al 99%, creando así una “identidad
colectiva” para el “todos” y el “cualquiera” que formaría parte del
movimiento: “Nosotros, el 99% llamamos a una asamblea general el 9 de agosto a las 7:30 en el Potato Famine Memorial”.
El concepto del 99% empezó a circular por las calles de Nueva York.
Más tarde, el activista y bloggero Chris lo transformó en su forma
final: “Somos el 99%”, que dio nombre a una página de Tumblr.
Estas fueron las palabras y el concepto que Santa-Cecilia y
Moreno-Caballud recuperaron en su email de septiembre, durante la
primera semana de la acampada.
Coda: ¿Occupy ama al 15-M?
¿Cómo, entonces, llegó a ser virtualmente borrado el papel del
contingente español en la prehistoria de Occupy Wall Street? Me resulta
más que anecdótico que el grupo que más se preocupó y trabajó por la
inclusividad del movimiento haya sido efectivamente excluido de las
principales narrativas sobre los orígenes de Occupy.
¿Por qué ha
sucedido esto? Principalmente, porque el contingente español estaba más
determinado que muchos de los demás participantes en la Asamblea de
Nueva York a llevar la creencia en un movimiento sin líderes a un nivel
cotidiano y orgánico. Como a menudo los participantes de las acampadas
españolas rechazaban dar sus apellidos en entrevistas, esta práctica
fue replicada inicialmente por el contingente español de Occupy.
Especialmente en los primeros días del campamento de Zuccoti, esta
táctica de despersonalización fue habitualmente recibida con confusión,
hostilidad y, sobre todo, indiferencia por una sociedad americana
fuertemente afectada por el culto a la celebridad. La falta de
auto-promoción por parte del contingente español de Occupy supuso la
progresiva disminución de su visibilidad y su influencia en el
movimiento.
Para el momento en que Occupy Wall Street había capturado la
imaginación popular, en los últimos días de septiembre, los españoles
ya no tenían una presencia decisiva en los principales órganos del
movimiento, ni en Zucotti Park ni fuera del parque. Este giro confirmó,
en parte, la efectividad de su concepto de un movimiento del 99%.
Pero,
por otro lado, el hecho de que fueran menos visibles que otros
participante hizo que los medios globales –y en consecuencia, los
activistas y académicos que, a pesar de toda nuestra retórica,
continuamos estando fuertemente atados a esos canales estrechos de
información- básicamente ignoraran las continuidades entre el 15-M y
Occupy.
En el primero de mayo de
2012, durante una marcha a través de las calles de Manhattan, un grupo
de participantes de Occupy intentaron reconstruir los puentes entre los
dos movimientos. Preocupados por el hecho de que la gente tanto en
Estados Unidos como en España siguieran viendo a Occupy como un
movimiento local enfocado en el sistema político americano, llevaron
una pancarta que decía: “Occupy Loves 15-M (Spain)”.
Tengo fotos del
contingente español llevando esa pancarta desde Union Square por todo
Broadway hasta Zucotti, pero no creo que mucha otra gente reparara en
ellos. La pancarta era una especie de testimonio de cierta derrota.
Siendo cierto que muchos en Occupy “amaban” al 15-M, se había vuelto ya
casi imposible afirmar una verdad mucho más profunda: que el 15-M era, o al menos era una parte fundamental, de Occupy Wall Street." (Amador Fernández-Savater
- propone un texto de Jeff Lawrence
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