"La imparable sucesión de escándalos alimentarios durante los últimos
meses, desde la polémica por la carne de caballo hasta la crisis de los
pepinos, está poniendo en cuestión la indulgencia de los controles de
calidad, al mismo tiempo que aumenta la desconfianza de los consumidores ante el deterioro de la cadena alimenticia.
La tendencia legislativa hacia la autorregulación se ha demostrado ineficaz, tal y como la ONU denunció en un informe presentado en 2011 durante la celebración de la cumbre mundial para la prevención de las enfermedades no contagiosas (ENC).
Las
conclusiones de la ONU han sido ratificadas por un grupo de
investigadores de la Universidad de Melbourne especializados en política
sanitaria, en cuyos estudios insisten en que la única manera de “evitar
los daños causados por los alimentos poco saludables es mediante la
intervención y control desde las administraciones públicas”. Una
propuesta que, según subrayan en la investigación "Profits and pandemics", tiene como objetivo poner freno a ciertas prácticas en el procesado de alimentos.
Según
las cifras oficiales, cada año mueren 18 millones de personas a causa
de la presión arterial alta (9,4 millones), la obesidad (3,4), la
diabetes (3,4) y el colesterol (2). Una serie de enfermedades que, según
matiza el estudio, “pueden atribuirse en gran parte al consumo de alimentos y bebidas ultraprocesadas,
cuyas ventas se están concentrando en los países en vías de desarrollo o
en poblaciones que están perdiendo poder adquisitivo”, como está
sucediendo en el sur de Europa. (...)
el bufete que dirige Don Barrett, el abogado norteamericano
que ganó la primera y multimillonaria batalla judicial contra las
grandes compañías tabacaleras a finales de los años 90, prepara ahora
una demanda contra una treintena de multinacionales de la alimentación. Precisamente, porque el etiquetado del 25% de los alimentos es falso o engañoso, asegura el abogado.
Colorantes con extracto de cochinilla y otros insectos
La
práctica totalidad de los productos procesados que tienen un color
rojizo o rosado llevan un colorante referenciado en la etiqueta como
'ácido carmínico', aunque en realidad no se trata más que de extracto de
cochinilla u otros insectos similares. Según la FDA es un colorante
seguro por su bajo grado de toxicidad.
Sin embargo, grandes cadenas como
Starbucks se han visto obligadas a cambiar este colorante por otro,
después de que se registrasen diversos casos de alergias graves asociadas
al consumo de sus productos. La lista de alimentos que contienen el
eufemísticamente denominado 'ácido carmínico' es interminable.
Queso rallado elaborado a base de celulosa
El
queso para gratinar o rallado está fabricado con celulosa refinada, que
se utiliza para evitar que se vuelva a convertir en una masa compacta
una vez en la bolsa. La celulosa es un aditivo alimentario permitido y
bastante generalizado, aunque su uso más frecuente es en los helados. La
celulosa se confecciona a partir de fibras vegetales descompuestas, entre las que se incluye principalmente el serrín
de la madera.
Y es en este punto donde está la trampa, ya que en las
etiquetas se referencia la celulosa como 'aditivo natural' o, peor aún,
'aditivo ecológico', lo que no es exactamente sinónimo de saludable.
Los residuos tóxicos (no controlados) generados por la producción de yogur
La
leche sobrante como consecuencia del procesado de yogures, que puede
llegar al 90% de la que se utiliza, se convierte en suero de leche
ácido. Su descomposición causa graves daños al medio ambiente,
pues elimina el oxígeno del agua y dificulta el desarrollo de la fauna
acuática en los ríos.
Esto es una de las consecuencias por las que las
grandes fábricas de queso y leche se están desplazando a países con una
legislación más laxa, con las consiguientes consecuencias ambientales
para esas zonas.
Los aromas químicos del zumo de naranja
Las
grandes compañías que comercializan zumo de naranja procesan estos
productos con aromas químicos para mantener el mismo sabor en cada
envase asociado a la marca en cuestión, sin importar la mezcla de
variedades ni la época del año.
Los potenciadores artificiales sirven en
este caso para recuperar el sabor a naranja perdido al extraer el
oxígeno del zumo, una técnica que se utiliza para poder conservar estas
bebidas durante más de un año antes de sacarlas a la venta.
La autora de Squeezed: What You Don't Know About Orange Juice (Yale University Press), Alissa Hamilton, que ha realizado diversas investigaciones sobre este tema, explica en este ensayo que “los mismos laboratorios que hacen perfumes para Dior y Calvin Klein son los que producen los aromas del zumo”.
Las sustancias empleadas en este proceso no tienen por qué constar en
la etiqueta de ingredientes, ya que “técnicamente son esencias extraídas
de la naranja”.
Sopas de sobre con glutamato monosódico, lo indiquen o no
El
sabor de las sopas, ya sean de carne o verdura, se consigue mediante el
mismo aditivo alimentario. Se trata del glutamato monosódico (también
conocido como MSG, por sus siglas en inglés), una sustancia calificada
como segura ya que, en cantidades normales, los seres humanos tienen la capacidad de metabolizarla
debido a que su toxicidad es muy baja. Sin embargo, se suele ocultar su
presencia en los alimentos, refiriéndose a este aditivo como 'natural' o
'extracto de levadura', pues se refina a partir de proteínas vegetales y
levaduras.
La Food and Drug
Administration (FDA) ha llamado la atención en varias ocasiones sobre
este tema, al considerar como “engañoso” el etiquetaje de productos como
“sin MSG” o “sin MSG agregado”, si contienen ingredientes elaborados a
partir de glutamato natural.
Salchichas elaboradas a base de carne, almidón y… 'relleno de cereal'
Si
los embutidos en general cuentan con una imagen poco positiva entre los
consumidores, asociada tanto al desconocimiento de sus ingredientes
como a la elaboración, las salchichas son las que peor fama se llevan.
Pocos saben que cuando se indica el 'relleno de cereal' en su etiqueta,
en realidad se refiere a pan rallado y harina de avena, unos productos
que luego se mezclan con colorantes, conservantes, potenciadores de
sabor, grasas saturadas, especias variadas (sal, pimienta, ajo molido…) y
restos cárnicos para hacer una masa que, al menos para la vista, no se
antoja demasiado agradable.
Posteriormente, se dividen por unidades
embutiéndolas en tripas sintéticas, elaboradas con colágeno, poliamida y fibrosa. Unos productos que, si se consumen en exceso y se combinan con otras sustancias, pueden llegar a ser tóxicos." (El Confidencial, 06/06/2013)
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