"No hay un mercado laboral alemán, sino dos. El primero se contempla,
por ejemplo, en la región de Heilbronn-Franken, un territorio de
Baden-Württemberg (sur) como la mitad de la provincia de Barcelona y
800.000 habitantes, que es el reino del Mittelstand: empresas
pequeñas y medianas enfocadas a la exportación, frecuentemente
familiares y líderes mundiales en segmentos muy concretos como la
tornillería o los ventiladores.
Las relaciones laborales en las empresas
locales se caracterizan por sueldos suficientes, alta moral del trabajo
y la correspondiente lealtad de los trabajadores. Frecuentemente los
empleos pasan de padres a hijos.
El segundo mercado laboral es el del sector de salario bajos y minijobs,
los trabajos no contributivos con sueldos máximos de 450 euros.
Favorecido por la inexistencia de salario mínimo, ahora un debate
nacional, este sector precario es la otra cara de la moneda.
La exportación, cuya marca es la calidad, opera en el primer mercado
laboral. En Heilbronn-Franken, con casi pleno empleo (3% de paro),
Detlef Schulz-Kuhnt, portavoz de la cámara local de industria comercio,
casi se molesta cuando se le pregunta por la presencia del sector de
salarios bajos y de minijobs en su región.
El segundo mercado de
trabajo, con productos cada vez más degradados, domina el sector
servicios; la mitad de la restauración y la hostelería, casi todas las
peluquerías y gran parte del comercio.
En 1995 el sector precario implicaba al 15% de los trabajadores, hoy
implica a ocho millones de trabajadores, el 25%, y se ha expandido tres
veces más rápido que el sector tradicional, es decir con contrato a
tiempo completo, convenio y salarios suficientes característico del
sector exportador.
La convivencia de ambas realidades, que el Reino Unido conoce desde
hace décadas, es tormentosa en Alemania. El país tiene una arraigada
tradición de desagrado hacia la desigualdad y de apego al seguro social
algo que se remonta a Bismarck, defendida por unos sindicatos mucho más
potentes que los británicos.
Esa tradición estuvo, además, muy
determinada por la proximidad del frente de la guerra fría. Mucho fue
derribado a partir del shock de la reunificación nacional de 1990, pero ha tenido grandes consecuencias y tensiones políticas que aconsejan hoy al establishment a no tensar más la cuerda. Hoy en Alemania se habla más de restablecer que de recortar el estado social. (...)
El sector precario no parece ni transitorio ni provisional y augura
serios problemas para el futuro: solo un 7% de los empleados en minijobs
consiguen pasar a trabajar más tarde al sector tradicional, es decir a
tiempo completo y con salarios más altos regulados por convenio, según
el Instituto Alemán para el Mercado Laboral y el Empleo (IAB).
Si en
1996 el 70% de los empleados en Alemania Occidental trabajaban en
empresas con convenios de sector, hoy son el 53% (36% en Alemania del
Este). El 42% de ex empleados del sector tradicional que han perdido su
trabajo solo encuentran empleo en el sector de salarios bajos, es decir
a tiempo parcial, con contrato limitado, minijobs, etc.
Al ser
los trabajos y contratos precarios no contributivos, se incuba, además,
un problema de pensiones y de pobreza. Actualmente la mitad de los
jubilados alemanes reciben una pensión inferior a 700 euros, al nivel de
pobreza, aunque la inmensa mayoría de ellos tienen otros ingresos.
La institucionalización de la precarización fue el gran resultado de
la reforma socio laboral del año 2003 del canciller Gerhardt Schröder,
la Agenda 2010, que seguía la tendencia marcada por la
“Estrategia de Lisboa” de la UE del año 2000 y del muy anterior
neoliberalismo anglosajón de la época de Reagan y Thatcher: recortar el
gasto social, bajar impuestos a ricos y empresas, privatizar y
flexibilizar el mercado laboral.
En Alemania esa reforma, menos radical
que la de Thatcher, se vivió como un cataclismo para la mayoría
asalariada y como una bendición para los empresarios cuyos beneficios se
dispararon mientras los salarios se estancaban, agravando una
desigualdad social desconocida en el país: alrededor del 50% de los
hogares alemanes no pagan hoy impuesto sobre la renta porque ganan
demasiado poco para hacerlo." (Rafael Poch, La Vanguardia, Rebelión, 19/06/2013)
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