"(...) ¿Qué significa ser de izquierdas hoy? ¿Qué significa haber sido de izquierdas en cualquier siglo? Pues bien, Santiago Alba acaba de escribir un “panfleto” (**) que fácilmente podría convertirse en una especie de Manifiesto Comunista de nuestro tiempo. (...)
Y ese programa, en definitiva, se concreta en la fórmula, ya otras veces
usada por el autor (pero quizá nunca tan bien expresada ni tan
matizada), de la tríada “revolucionarios en lo económico, reformistas en
lo institucional y conservadores en lo antropológico”.
Tenemos que ser
revolucionarios en lo económico, porque el capitalismo no se deja
reformar: si funciona a la perfección, nos destruye; si lo limitamos,
nos destruye también. Ser anticapitalistas es la condición de
posibilidad de que seamos, como lo es la mayoría, conservadores.
Porque
es imprescindible conservar las cosas, en constante asedio por parte del
capitalismo, y los vínculos que en torno a ellas establecemos las
personas. Porque, como dice Chesterton, que sabía que «nadie veneró más
el pasado que los revolucionarios franceses» (a quienes debemos el
reparto político de izquierda y derecha) el hombre es «un monstruo
deforme, con los pies mirando hacia delante y el rostro mirando hacia
atrás.
Puede convertir el futuro en algo lujuriante y gigantesco,
siempre que esté pensando en el pasado». Ahora bien, si bien no podemos
partir de nada que no sean “los restos del naufragio”, si no queremos
que nuestro programa sea el de la pura nada, no podemos aceptar sin más
la tradición, la llamada “democracia de los muertos”, porque entre otras
cosas es la sede del patriarcado.
Contra ese sentido común tribal, subhegemónico, tenemos
que edificar leyes e instituciones: derecho. El cual, como en la fábula
de los trogloditas buenos, nos salve de nosotros mismos, que no podemos
depender de una omnipresente virtud moral de todos y cada uno.
Porque
somos una chapuza, necesitamos esa chapuza que es el Derecho. Y sólo a
través del Derecho, que introduce en la Historia un “progreso” que es el
estricto contrario del progreso histórico del capitalismo, podemos
permitir a la sociedad corregirse a sí misma, reformarse a sí misma,
discernir y erradicar las malas herencias de las imprescindibles o las
simplemente banales.
Pero nada de eso es posible si no detenemos
urgentemente, ya mismo, esa utopía con dientes que es el capitalismo,
que nos conduce cada vez más rápido al abismo, donde no cabrá otra
opción “de izquierdas” que la de la balsa de la Medusa, donde sólo
podremos «suicidarnos dignamente tras entregar el último trozo de pan y
el último beso a nuestro amado o a nuestro hijo.» (...)" (Daniel Iraberri, Cuarto Poder, 27/01/2014)
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