"Cuentan que cuando el famoso payaso Ramper, que tenía una vena
depresiva, le explicó tristísimo a su colega Alady que preparaba un
número sensacional y postrero, La muerte de Ramper,en el que
tocaría el xilofón, haría unas bromas, se subiría al trapecio y se
lanzaría desde la cúpula del circo a las gradas, Alady le contestó:
“¡Será formidable, matándote cada noche durante 15 días seguidos te
harás millonario!”.
Los payasos tienen una forma particular de afrontar
la muerte. Cuando Monti (sin la cara pintada Joan Montanyès) se estaba
muriendo de cáncer acudieron al hospital a despedirse de él todos los
otros grandes payasos catalanes con sus atuendos de clowns. Como para
encontrártelos en el ascensor a la UCI.
Payaso y muerte, la gran carablanca, hacen una extraña y turbadora
pareja. Un binomio que nos conmueve hasta los huesos. Crear un
espectáculo de clowns en torno a un payaso muerto es un verdadero reto.
En torno a dos ya resulta una nobilísima payasada. Eso es lo que es, en
la más hermosa y generosa de las acepciones, Rhum, el gran,
emotivo y divertidísmo homenaje a Monti que han orquestado un grupo de
colegas.
El montaje (que ganó el martes pasado el premio Zirkòlika al
mejor espectáculo de clowns) hace temporada estas navidades en un lugar
tan proclive a las maravillas (“y alguna cagadita”, bromean en escena
los payasos) como el Teatre Lliure de Gràcia.
A Monti le atraía —sin saber que prefiguraba la suya propia— la
escena de la despedida de Rhum en el cementerio parisino de Saint Ouen,
con todos los grandes payasos de la época en colorida grand parade junto
a la fosa. Rhum, el espectáculo, iba a ser un homenaje al Rhum
payaso y al oficio, pero resultó evidente que Monti no lo podría
protagonizar.
Convertidos en Rhum & Cia, cinco payasos bajo la
dirección de Martí Torras decidieron sacar el proyecto de Monti adelante
reconvirtiéndolo además en una celebración del propio colega, que
falleció en 2013.
El nuevo Rhum, que se pudo ver tres días en el festival
Grec, coproductor, y está desde anoche en el Lliure de Gràcia hasta el 4
de enero, huye de sentimentalismos fáciles y ofrece un festivo rosario
de números desopilantes, incluidos algunos tan clásicos como el del
espejo roto o el tiro a la diana y otros destinados a los nuevos gustos
como el de los cinco payasos convertidos en risibles bañistas de un
ballet acuático mientras uno de ellos canta un rap.
Las risas son sin
duda el mejor tributo para un payaso muerto. (“Mi risa está hecha de
lágrimas”, decía el gran Grock —cuyo padre por cierto dejó a la familia
para unirse a un circo ambulante: a ver si no es para entristecerse—). Y
sin embargo, una enorme vena poética y lírica recorre como un río
subterráneo el espectáculo. Ya desde que a la entrada de la sala te
encuentras un maniquí con la ropa de Monti.
O en el preámbulo de la
función, con el augusto anunciando —en tono tan sublime como Plutarco la
muerte de Pan— “Rhum é morto” y portando una cajita con el almita del
payaso. “No es un espectáculo para nada triste, el 90 % es de reír
mucho, con un par de momentos emotivos”, recalca el director. (...)
El momento más emotivo es cuando el reticente augusto Martines,
convertido en Rhum-Monti, dialoga con una grabación de la voz del propio
Monti, el payaso muerto transformado en algo así como el espectro del
padre de Hamlet. ¡No está mal para ser un espectáculo de payasos!.
En lo
que podía ser la apoteosis de la trascendencia salta la frase que nos
devuelve a la pista: “Tanto Monti Monti tanto”. A subrayar que entre las
cosas que dice Monti en off está que los payasos de verdad no
tienen nada que ver con los políticos, aunque estos se crucen la palabra
como descalificación. (...)
El final, con la sombra de Monti, inconfundible con su sombrerito, tras
una cortina tocando el saxofón a coro con el resto de los payasos es
simplemente inolvidable. Más aún si sabes que el que pone el cuerpo es
el maquinista del Lliure Sergi Martínez, primo de Monti.
De nuevo —no
nos vamos a ir a la calle con el corazón encogido y ¡que viva el
circo!—, se deja paso a un epílogo humorístico en el que los clowns
hacen música con infinitud de objetos, incluidos dos pollos de goma.
Risas, risas. Con la nariz roja puesta. Así viven y mueren los payasos." (
Jacinto Antón , El País,
18 DIC 2014)
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