28/10/15

Las clases medias se han dejado arrastrar y han perdido su posición de ventaja en esta crisis, lo que explica el deterioro de los servicios públicos esenciales

"(...) La globalización lo que ha hecho es favorecer una creciente fragmentación de la clase obrera. Hasta el extremo de que el antagonismo ‘clásico’, el conflicto derivado del hecho de que unos son dueños de los medios de producción  y otros son los que generan las plusvalías, ha sido superado por eso que se ha venido en denominar ‘dualidad’. Pero dentro de la misma clase trabajadora.

A un lado, los empleados con contrato indefinido y salarios más altos; al otro, los trabajadores en precario con peores sueldos. Daniel Lacalle, recuerda con amargura que en una ocasión los trabajadores de Construcciones Aeronáuticas (CASA), donde trabajaba como ingeniero, se pusieron en huelga, pero no contra el patrón, lo cual hubiera sido lo razonable, sino contra el comité de empresa que había propiciado esa dualidad.

Es decir, los asalariados entre sí son quienes luchan ahora por el mismo ‘botín de guerra’, lo que favorece la proliferación de brotes de xenofobia. Los inmigrantes son quienes consumen buena parte de las prestaciones sociales y son a la vez quienes aceptan trabajos con peores sueldos. 

La novedad, y aquí está su aportación, es que si antes se asumía que en los periodos de crisis económica el número de huelgas se desplomaba, sin duda por miedo a perder el empleo, lo que ha sucedido en España en los últimos años sería justo lo contrario.

Lacalle cuestiona con datos -desde luego en el caso español- que la conflictividad laboral tenga una vinculación directa con las oscilaciones del ciclo económico. Es decir, aumenta durante los periodos de auge y disminuye con las recesiones. La globalización, en su opinión, ha roto ese carácter procíclico de la conflictividad laboral, como lo demuestra el hecho de que en España cada año ha habido más huelgas durante la crisis.

Posición defensiva

Algunas, incluso, de carácter general. Sin embargo, como asegura Lacalle, no han servido para nada. Fundamentalmente, porque las cúpulas -otra cosa es el papel de los sindicatos y de sus afiliados- no han sabido qué hacer al día siguiente de la revuelta por falta de proyecto. “Han tenido una posición defensiva”, afirma con la distancia que dan sus 80 años.

Todo ello se ha traducido en el surgimiento de fenómenos como el 15-M o las mareas, que han acabado por sustituir y hasta desplazar a los representantes clásicos de los trabajadores: las centrales sindicales o los partidos de izquierda. Incluso, esa masa sin fronteras y de perfiles variados y difusos como son las clases medias ha perdido referencias ideológicas al percibir en sus propias carnes cómo se recortaba el Estado de bienestar sin que nadie lo impidiera.

“Las clases medias”, sostiene el ingeniero Lacalle, “se han dejado arrastrar y han perdido su posición de ventaja en esta crisis, lo que explica el deterioro de algunos servicios públicos esenciales, como la sanidad o la educación”.

Y al final esa rabia, esa angustia por un futuro incierto para ellos y sus hijos, asegura, se ha canalizado a través de las mareas de profesionales y técnicos, epítome de las clases medias. Son ellas, las mareas, el prototipo del conflicto laboral del siglo XXI.

Muchos trabajadores, por su propia precariedad laboral, no están en condiciones de hacer huelgas. Sólo las pueden arrancar los asalariados sindicalizados, pero, al menos pueden participar en movilizaciones callejeras detrás de una pancarta, afirma Lacalle. Y así es como muchos profesionales de la Medicina o del sistema educativo o incluso pensionistas se echaron a la calle en los últimos años.

El futuro amenazaba con quedar reducido a escombros. Ni siquiera las élites, asegura Lacalle, han sabido entender lo que ha pasado. No es extraño. Al fin y al cabo, como afirma con cierta decepción, “el trabajador intelectual se alinea casi siempre con quien va  a ganar”. Con los poderosos. (...)"                (Carlos Sánchez, El Confidencial, 18/10/2015)

No hay comentarios: