"En su informe sobre pequeños agricultores y el desarrollo sustentable
de productos básicos, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo (UNCTAD) señaló a los campesinos o pequeños
productores agrícolas como
principales contribuyentes de la seguridad alimentaria en el mundo, así como fundamentales para el logro de la sustentabilidad social y ambiental.
En contraste con estas contribuciones, el informe reporta que
los campesinos concentran apenas 12 por ciento de todas las tierras
agrícolas, a la vez que representan a 70 por ciento de las personas en
pobreza extrema de los países en desarrollo. Aun así, los pequeños
productores agrícolas generan 80 por ciento de los alimentos del
planeta.
La estrecha correlación existente entre los pequeños productores
rurales y la pobreza –como se documenta en el informe del referido
órgano de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas
(ONU)– está a su vez vinculada con el hecho de que los estados
nacionales realizan una inversión de recursos públicos muy inferior a lo
que ameritarían las cifras mencionadas.
Se asiste, pues, a una de las
múltiples paradojas que convergen en el modelo económico vigente:
mientras los campesinos y campesinas del mundo constituyen, por su
labor, un factor invaluable de gobernabilidad, los gobiernos, al excluir
a ese sector de las políticas económicas aplicadas, juegan como agentes
de la desestabilización social.
A los efectos económicos, sociales y políticos del abandono
deliberado de los entornos rurales se suman los medioambientales. Debe
tomarse en cuenta que pese a la responsabilidad ambiental desplegada en
sus prácticas, los campesinos se encuentran particularmente expuestos a
las amenazas del cambio climático, factor que complica su panorama
económico.
En suma, el informe de la ONU confirma lo que desde hace años han
venido sosteniendo organizaciones campesinas, ecologistas y de oposición
a los organismos genéticamente modificados: la preservación del medio
ambiente y la soberanía alimentaria requieren del apoyo a los pequeños
productores y no de la concentración de tierras y patentes exclusivas en
manos de un puñado de trasnacionales. Es decir, la política económica
vigente promueve acciones que van a contrapelo de las necesidades
actuales.
En este sentido, la desfavorable asimetría existente entre el
porcentaje de tierra controlada por grandes productores y su aporte
minoritario a la producción mundial de alimentos parece dar también la
razón a quienes denuncian que el propósito de la agroindustria no es la
producción de alimentos, sino de ganancias.
Lo cierto es que el informe de la UNCTAD obliga a plantear la
reorientación radical del modelo productivo imperante en el campo, pues
ahora queda claro que incentivar la agricultura nacional es lo correcto
en términos de seguridad alimentaria e impacto ambiental a mediano y
largo plazos, incluso si desde una perspectiva meramente económica estos
programas resultan onerosos en lo inmediato.
Es tiempo de que los estados respalden a los pequeños productores
mediante políticas coherentes con el doble objetivo de la seguridad
alimentaria y la responsabilidad ambiental, ya que únicamente asumiendo
los costos de una reorientación en los paradigmas productivos podrá
terminarse con la inaceptable situación actual." (Editorial de La Jornada , en Attac España, 30/12/15)
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