"En contraposición a un llamado “consumo responsable” que sostiene que
comprar es votar está apareciendo últimamente un consumo rebelde,
amotinado, que defiende que comprar es luchar y que queda vívidamente
definido por grupos como La Granada [1]: (...)
El consumo combativo es una recuperación de nuestra responsabilidad
indelegable de decidir sobre todo lo que nos afecta, una responsabilidad
que no estamos dispuestos a transferir a ningún representante político,
sindical o religioso.
La Granada es una fruta explosiva. Somos trabajadoras y
trabajadoras en lucha contra el Estado y la empresa capitalista, no un
club del gourmet o un eco-centro de salud nutricional. Nuestro objetivo
es debilitar al Estado y a la empresa capitalista a través de la
organización asamblearia del consumo y reforzar al mismo tiempo a los
colectivos productivos autogestionados. (...)
La simple orquestación de una “no compra” es un boicot a medias,
inconcluso, quizá efectivo en campañas reivindicativas puntuales pero
carente de profundidad revolucionaria. De aquí surge la idea de la
“compra colectiva” como culminación de la “no compra colectiva”, un
perfeccionamiento del boicot.
La compra colectiva como arma del consumo combativo puede llegar a
hacerse en el mercado capitalista y compartir bastantes de los criterios
del consumo responsable, como veremos enseguida, pero la
intencionalidad subversiva lo trastoca todo [3]
El consumo responsable puede ser fácilmente recuperado por el
sistema, convertirse en un eslogan de marquesina subvencionado por el
Ministerio del Buen Rollo; entrar en el temario de Educación para la
Ciudadanía; mercantilizarse como el bicarbonato de una clase media
urbana con malas digestiones de conciencia o salir en portada del
próximo suplemento dominical de El País.
Pero el consumo combativo es ya
irrecuperable, no tiene remedio. Cada acto de consumo –que no tiene por
qué ser necesariamente una compra [4]- es doloso, tiene el punto de mira puesto en la transformación del sistema económico y político.
La compra colectiva como arma del consumo combativo.
[…] no nos contentamos con organizar nuestro consumo de alimentos.
Queremos organizar el consumo de toda clase de productos y servicios
básicos, de todo lo necesario para la vida. De hecho, aspiramos a una
sociedad en que la producción esté determinada por el consumo y no al
revés, como sucede bajo el capitalismo.
Entendemos la compra colectiva como una forma de continuar
desarrollando nuestra cada vez más desarrollada organización del
consumo. Con Karakolas no sólo hemos perfeccionado herramientas sino,
más importante aún, estructuras de coordinación y toma de decisiones
conjuntas: Redes asociativas que pueden crecer sostenidamente y sin
afectar la autonomía de cada grupo integrante.
Las compras colectivas tendrían dos objetivos:
Las compras colectivas tendrían dos objetivos:
El prioritario, crear “círculos virtuosos autogestionarios”. Se trata de desviar el consumo de todos los productos que podamos a proveedores que no exploten a trabajadores, que se organicen de forma asamblearia como nosotras y respeten nuestros criterios ecológicos.
Esta demanda
concentrada fortalece a los productores autogestionados, que son
entonces capaces de mejorar su oferta a los consumidores autogestionados
(ampliando la variedad, mejorando la calidad, ajustando precios, etc.) Y
vuelta a empezar en ciclos cada vez más potentes. De esta manera
nuestras compras estarían sirviendo directamente para fomentar la
economía alternativa que perseguimos.
El secundario, romper “círculos viciosos capitalistas”. Hay multitud de productos de uso cotidiano que todavía no podemos encontrar en la Autogestión y tenemos que comprar al capitalismo (pilas, bombillas, papel, menaje, herramientas, etc.)
Nuestra demanda desorganizada de
estos productos potencia la lógica productivista capitalista que, regida
por la máxima obtención de beneficio al menor costo posible, agrava la
explotación laboral, el ecocidio (o destrucción de la naturaleza
transformada en recurso mercantil), el control monopolístico de los
precios, etc. Cada ciclo, cada rotación de stocks en las estanterías del
supermercado, empeora la situación. Con la compra colectiva podemos
romper estos círculos viciosos (por ejemplo, mediante la promoción de
proyectos autogestionados con el dinero obtenido en los descuentos).
El texto recién citado está sacado de una ponencia tratada el 24 de septiembre pasado en la Asamblea de Karakolas, integrada actualmente por más de 40 grupos de consumo. Para la última parte, referida a la ruptura de “círculos viciosos capitalistas”, se manejó un trabajo del extinto colectivo Banda Ancha publicado en 2012 bajo el título “La compra colectiva como instrumento de lucha contra el capitalismo”, del que rescatamos los siguientes párrafos:
En el mercado capitalista, toda compraventa es una negociación
entre partes contrarias. Llamamos compra colectiva a la compra
organizada en red con el objeto de conseguir mayor poder de negociación
frente a las empresas capitalistas, la parte contraria. A mayor fuerza
de compra, más poder de negociación.
El efecto inmediato de la compra colectiva es el abaratamiento del
precio del producto. A las empresas capitalistas les suele salir
rentable sacrificar márgenes de beneficio a cambio de volumen de venta.
En otras palabras, con la compra colectiva aplicamos el mismo principio
que cuando regateamos descuentos con el tendero por comprar tres
unidades de un producto en lugar de uno, pero a lo bestia.
Obviamente,
una compra colectiva orientada sólo a la reducción de precios no hace
más que alimentar el consumismo desaforado del que se nutre el
capitalismo. De hecho, existen varias páginas de comercio online que
obtienen cientos de millones de euros de beneficio anuales por el
procedimiento de mercantilizar compras colectivas.
Pero nuestra forma de
salirnos de este círculo vicioso consumista es donar el beneficio
obtenido en la compra colectiva a proyectos sin ánimo de lucro que
tengan una intencionalidad revolucionaria. Es decir: invertir el
beneficio de la compra en la destrucción del vendedor. Sólo por esto,
merece la pena organizar la compra de los productos que compramos
desorganizadamente en el Carrefour (bombillas, pilas, papel higiénico,
etc.)
Pero hay más. A medio plazo, podremos conseguir mucho más que
descuentos mediante la organización de nuestras compras. Podremos
intervenir en los procesos de producción y distribución de nuestros
proveedores capitalistas, por ejemplo, o en las condiciones laborales de
su plantilla asalariada. La simple perspectiva de perder un cliente con
un potencial de compra masivo puede obrar milagros en la
“responsabilidad social corporativa” de las empresas.
La fuerza de
compra es el factor principal pero no el único. Hay otros factores que
incrementan también nuestro poder de negociación. Un colectivo
organizado de consumidoras siempre representa una amenaza mayor para la
empresa capitalista porque dispone de más medios de defensa y ataque que
la consumidora aislada (cajas de resistencia para sostener acciones
jurídicas, impagos coordinados, campañas públicas de desprestigio,
boicots, etc.)
Por último, a una escala suficiente, las compradoras organizadas seremos capaces de dar la espalda a las empresas capitalistas y hacer viables proyectos autogestionados que fabriquen bombillas, baterías, paneles solares, etc. Ese momento llegará cuando seamos capaces de financiar los medios de producción necesarios y garantizar la demanda.
La RCC (Red de Compras Colectivas)
En junio de 2015, la RCA acordó impulsar una Red de Compras Colectivas. Paralelamente, por las mismas fechas, Faircoop
inició un proyecto muy similar en el marco de su mercado virtual
Fairmarket. En julio de 2016, compañeros de la RCA y Faircoop descubren
por casualidad que están trabajando en proyectos convergentes e inician
inmediatamente una colaboración que acelera el proceso de constitución
de una RCC de dimensión internacional.
En Madrid, animadas por el
impulso, las Asambleas de La Canica y Karakolas acordaron unirse a la RCC el 17 de septiembre y el 24 de septiembre, respectivamente.
Las compañeras informáticas están ultimando la adaptación del
software de Karakolas y Fairmarket a una aplicación que tendrá un
funcionamiento muy parecido al de una plataforma de crowdfunding. Los
colectivos adscritos a la Red podrán realizar propuestas de compras
colectivas de un producto a través de la RCC, fijando una cantidad
mínima de unidades y un plazo de tiempo para alcanzarla.
Si el total de
los pedidos no llega a la cantidad mínima en el plazo fijado, la
propuesta de compra se considerará rechazada y el dinero adelantado se
retornará. Las comunidades usuarias de monedas alternativas podrán
establecer intercambios en faircoins, canicas, ecos, etc.
Los
contactos con proveedores se han iniciado ya. De hecho, aunque la
aplicación no está aún operativa, la RCA ha aprobado una primera compra
de 600 kilos de café Rebeldía,
producido por cooperativas zapatistas y distribuido por una Asociación
solidaria de Barcelona adherida a Fairmarket. La compra se ha efectuado
para garantizar existencias de café en 2017, ya que los pedidos a las
productoras zapatistas en lucha se hacen anualmente -cada mes de
octubre- para facilitar la programación de su temporada.
También se está
mirando la posibilidad de abrir un canal de importaciones con ERT
argentinas (Empresas Recuperadas por los Trabajadores) y con
cooperativas textiles de la Rojava kurda, otra de esas regiones del
mundo donde se está ensayando la autonomía libre asociacionista, sin
Estado ni patrones ni patriarcas. Ya dentro del espacio europeo, las
compañeras griegas de la fábrica okupada VIO.ME nos han enviado su catálogo de productos de limpieza, que empieza literalmente así:
Nosotras, las trabajadoras de VIO.ME en lucha, liberadas de los
jefes, continuamos resistiendo a pesar de la presión y las maniobras
legales que se operan a nuestras espaldas. Nos resistimos como
trabajadoras a abandonar la fábrica y perseveramos en nuestra demanda
central: Las fábricas, así como toda la riqueza social, deberían ser
gestionadas por quienes las producimos.
Por último, la RCC cuenta con la estructura legal necesaria para
enfrentarse a los obstáculos burocráticos a los que tendrá que
enfrentarse [5]
. Aunque la tercera entrega de nuestro serial titulado “La Acción
Económica” tratará precisamente de este tema, no podemos evitar la
tentación de adelantar un par de apuntes.
Sólo los colectivos con poca
personalidad confunden su identidad con la de una “persona jurídica” o
se identifican con “Números de Identificación Fiscal” (NIF). De las
empresas capitalistas hemos aprendido que las personas jurídicas son
como los vehículos, las hay de todas clases, para usos deportivos o
industriales, para embestir escaparates en los alunizajes o ponerse a
salvo después de atracar bancos.
Por cierto, una Sociedad Limitada puede
ser el escudo instrumental de una Asamblea de trabajadoras y una
Cooperativa puede ser la tapadera de una penitenciaría laboral que
exprime a miles de trabajadoras [6].
Las escrituras notariales e inscripciones registrales no determinan las
relaciones de producción. La explotación laboral es un fenómeno
económico, no jurídico, que en el caso concreto del asalariado se da
cuando el factor de decisión en una unidad productiva (tienda, taller,
bar, almacén, etc.) es el capital y no el trabajo.
Pero todo esto se verá más tranquilamente en el siguiente episodio de
“Acción Económica”, si el tiempo y las autoridades lo permiten.
Las interesadas en contactar con la Red de Compras Colectivas podéis escribir a rcc@riseup.net.
[1] http://lagranada.org/. Grupo de consumo constituido en 2014 y adherido a la RCA.(...)"
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