23/1/17

“Cuando veo a un chico andando por la carretera, me siento obligado a detenerme, no tengo otra elección”

 Cédric Herrou, en su casa de de Breil-sur-Roya

"Mi inacción y mi silencio me harían cómplice”. Con estas palabras,  Cédric Herrou, 37 años, trató de justificarse el pasado 4 de enero en Niza durante la sesión de apertura de uno de los juicios más mediáticos en Francia en estas primeras semanas de 2017. 

Este modesto productor de aceite de oliva y huevos de gallina está acusado de haber permitido la llegada a territorio francés de 200 inmigrantes sin permiso de entrada. También le imputan haber abierto un campamento de acogida de refugiados en un edificio abandonado de la SNCF (la compañía ferroviaria estatal francesa). 

Unas acciones que, según la legislación actual, pueden suponerle hasta cinco años de prisión y 30.000 euros de multa. La petición del fiscal se limita, sin embargo, a ocho meses de prisión condicional. Unas acciones que lo han convertido asimismo en una figura emblemática de la Francia más solidaria con los refugiados.
“Cuando veo a un chico andando por la carretera, me siento obligado a detenerme, no tengo otra elección”, explica Herrou para justificar su comportamiento. 

“No soy ningún militante, lo único que busco son soluciones a los problemas que me encuentro delante de casa”, añade este joven campesino que siempre lleva puestas sus gafas de culo de vaso y una boina negra. Afincado en una casita blanca en medio de una colina en las afueras de la localidad de Breil-sur-Roya, a siete kilómetros de la frontera entre Francia e Italia, Herrou ha sido testigo durante este último año de la conversión del valle del río Roya en una zona de paso casi obligada para los refugiados.

 Desde junio de 2015, la policía francesa controla las zonas fronterizas en la carretera y los trenes, donde los inmigrantes sin papeles son detenidos sistemáticamente y reenviados a territorio italiano. Unos controles que se acentuaron después del ataque terrorista del 14 de julio en Niza.

 Más de 36.000 inmigrantes fueron detenidos en la frontera francoitaliana durante el año pasado, según la prefectura de los Alpes-Marítimos. Por este motivo, los centenares de extranjeros que se encuentran bloqueados en la ciudad italiana de Ventimiglia suelen andar de noche siguiendo la vía del tren en medio de las montañas escarpadas de los Alpes. Y una de las primeras casas que divisan en territorio francés es la de Cédric Herrou.

 “Desde el pasado mes de mayo, se han alojado varios centenares de inmigrantes en mi casa. Hemos llegado a ser un máximo de sesenta”, asegura Herrou. Aunque decidió irse a vivir al campo en 2004 porque quería “estar solo y tener una vida tranquila”, su hogar se ha convertido en un lugar de referencia para los refugiados que llegan al Valle del Roya.

 “Primero llegaba un grupo de inmigrantes y unos meses después venían sus hermanos y hermanas”, afirma este campesino que ha instalado tres caravanas y cuatro tiendas de campaña en su jardín, al lado de un campo de olivos. Asimismo, numerosos voluntarios vienen de otras regiones de Francia para alojarse en su casa y ayudarlo en su actividad humanitaria.

Además de darles cobijo, Herrou ofrece comida y da medicinas a los refugiados. “Al principio los campesinos de la zona me ayudaron aportándome comida y a partir del mes de agosto nos organizamos mediante la asociación Roya Citoyenne”, explica. 

Apoyada por unos 300 vecinos de la zona, y compuesta por 100 miembros activos, este grupo se ocupa ahora de obtener la comida, la ropa y los medicamentos. Buena parte de los miembros de este colectivo ha alojado a inmigrantes en sus casas y muchos de ellos les han ayudado a cruzar la frontera.

“Habré transportado a varios centenares de refugiados desde Ventimiglia hasta el territorio francés”, afirma Herrou. Incluso adquirió una furgoneta de nueve plazas que le permitía llevar a un mayor número de personas.

 Aunque el hecho de ayudar a un solicitante de asilo a cruzar la frontera es considerado un delito por la legislación francesa, él no se arrepiente de ello: “El gobierno francés no es consciente de las consecuencias de haber cerrado las fronteras. Muchos de los refugiados llegan cansados y heridos al Valle del Roya”. En 2016, cinco personas murieron mientras intentaban alcanzar el territorio francés.

El 11 de agosto Herrou fue detenido por primera vez por la policía francesa, cuando llevaba de camino a su casa a un grupo de ocho eritreos, entre los que había tres mujeres y dos niños de cinco años, a los que había recogido en Ventimiglia. El fiscal de Niza prefirió no imputarle y lo declaró inocente por “inmunidad humanitaria”. Pero la reivindicación de sus acciones en un artículo del New York Times, publicado a finales de septiembre, fue vista como una provocación por las autoridades locales.

Entonces, el presidente de la región Provence-Alpes-Côte d’Azur, el ultraconservador y sarkozista confeso Christian Estrosi, se puso en contacto con el Ministerio de Justicia para pedir explicaciones sobre su no imputación. A partir de finales de septiembre la policía empezó a investigar su actividad. “Creían que yo era el jefe de una amplia red organizada de militantes franceses e italianos que se encargaba de transportar a inmigrantes”, asegura Herrou.

Esta investigación culminó el 20 de octubre cuando la policía fronteriza viajó expresamente desde Niza para detenerle. El pretexto que utilizaron fue la ocupación de una antigua residencia de vacaciones de la SNCF en Saint-Dalmas-de-Tende, donde el 17 de octubre habían instalado a una cincuentena de refugiados la mitad de ellos eran menores.

 “Decidimos crear este centro de acogida para alertar a los poderes públicos de la situación de los menores que son reenviados a la frontera italiana y de todos los refugiados que se encuentran en el Valle del Roya y que no pueden pedir asilo en Francia”, reconoce Herrou. (...)

“Cédric Herrou se ha convertido en un grano de arena en el interior de la máquina política, ya que se ha declarado públicamente en contra de la negación de los derechos de los refugiados”, añade Dumont. Gracias a su tarea humanitaria, Herrou fue elegido como ciudadano del año en la Costa Azul por los lectores del diario regional Nice-Matin. 

 Una elección significativa teniendo en cuenta el carácter profundamente conservador de esta región, donde el Frente Nacional obtuvo el 38% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones regionales de 2015.

Tras la designación de Herrou como ciudadano del año, el presidente del departamento de los Alpes-Marítimos, Éric Ciotti, publicó un artículo en Nice-Matin en el que criticaba rotundamente esta decisión. 

“Herrou no tiene otro objetivo que el de provocar y desafiar a la autoridad del Estado”, afirmó este político de centro-derecha, que se opone de forma obstinada a la inmigración. Éste calificó asimismo de “delincuentes” y de representar una amenaza para los menores al “puñado de activistas que organiza el pasaje clandestino de extranjeros en la frontera francoitaliana”.

Junto con Herrou, otras once personas se han visto involucradas durante estos últimos meses en procesos judiciales por haber transportado a inmigrantes. Por ejemplo, el profesor universitario Pierre-Alain Mannoni, al que detuvieron mientras transportaba a tres mujeres eritreas y que fue declarado inocente el pasado 6 de enero. 

A pesar de esta sentencia, el fiscal mantiene su petición de ocho meses de prisión condicional para Herrou. “Las autoridades quieren dar un mensaje de atención a todos aquellos ciudadanos que pretendan actuar de forma solidaria con los refugiados”, explica la abogada Mireille Damiano, miembro del sindicato de abogados de Francia. La sentencia del juicio será pronunciada el próximo 10 de febrero. "                      (Enric Bonet, CTXT, 18/01/17)

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