"Es evidente que la desigualdad aumenta día a día de manera escandalosa.
Es evidente además que la desigualdad hace más frágil y vulnerables a
los más pobres, a los más débiles, sumiendo en la desesperanza a
multitud de familias que no tienen lo básico para garantizar una vida
digna a sus hijos. (...)
Es evidente que en el trasfondo de todo ello se encuentran la puesta en
práctica de todo un conjunto de políticas económicas, educativas,
públicas y sociales profundamente injustas, imbuidas bajo un falso
principio de libertad que como tal no existe y cuyo único objetivo es la
acumulación de rentas y riquezas en muy pocas manos. (...)
Pero hay algo todavía más deplorable, la estigmatización del más pobre,
del que sufre. Hay una tendencia creciente por parte del poder de
culpabilizar a quienes sufren y padecen una situación de pobreza, o de
indignidad en el sentido más amplio del derecho, de que en el fondo
ellos son responsables de su situación. (...)
La pregunta es qué podemos hacer. En la literatura económica existen y
se explican diferentes mecanismos destinados a corregir los
desequilibrios en términos de pobreza y desigualdad. Citaré cuatro
instrumentos que aparecen, con más o menos intensidad, en las
discusiones entre economistas y de los que se hacen eco, de vez en
cuando, los medios de comunicación, aunque muchas veces esos mismos
medios, por razones ideológicas y de defensa de los intereses de sus
acreedores, desacreditan. Lo ideal sería en principio una combinación en
dosis justas de varios de ellos.
Estos cuatro instrumentos son la renta
básica universal, el salario mínimo, el reparto de trabajo, y,
finalmente, el trabajo garantizado.
Renta Básica Universal
La renta básica universal es la concesión a todo
ciudadano, al margen de su situación personal, de un ingreso fijo que le
permita cubrir sus necesidades vitales. De esta forma, nadie se verá
forzado a aceptar cualquier tipo de trabajo para poder sobrevivir con un
mínimo de dignidad.
En una sociedad segmentada, con fuerte
precarización y con una distribución desigual del empleo, la propiedad y
las rentas, se debe reafirmar el derecho universal a una vida digna, el
derecho ciudadano a unos bienes y unas rentas suficientes para vivir;
por tanto, son necesarias unas rentas sociales o básicas para todas las
personas sin recursos, para evitar la exclusión, la pobreza y la
vulnerabilidad social; al mismo tiempo, se debe garantizar el derecho a
la integración social y cultural, respetando la voluntariedad y sin la
obligatoriedad de contrapartidas, siendo incondicional con respecto al
empleo y a la vinculación al mercado de trabajo; pero estimulando la
participación en la vida pública y reconociendo la actividad útil para
la sociedad.
En España, al no disponer de soberanía
monetaria, es muy difícil implantar una renta básica universal. Se trata
de un problema técnico que tenemos los países del sur, de muy difícil
solución dentro del euro.
Pero al margen de ello, personalmente tengo
mis dudas sobre la incondicionalidad total de la renta básica; y su
universalidad, es decir, una renta básica igual, para todos, “ex ante” y
sin comprobación de recursos. Mucho me temo que bajo estas condiciones
lo único que podría salir es una renta básica universal insuficiente
para su objetivo último, reafirmar el derecho universal a una vida
digna.
Salario mínimo y reparto de trabajo
Para
aquellos que defendemos el principio de demanda efectiva, existe una
relación positiva entre el nivel del salario real y la demanda de
trabajo de las empresas. Un aumento del salario real comporta un
desplazamiento a lo largo de la curva de demanda efectiva de trabajo, de
manera que la subida del salario real acarrea por tanto un nivel de
ocupación más elevado. Esta relación positiva es paradójica -la paradoja
de costes de Kalecki-.
Si dejamos que actúen solo las fuerzas del mercado, éstas
conducirán a la economía a un equilibrio sub-óptimo con débil ocupación
y bajo nivel de vida –véase España-. Dado que el equilibrio alto de
empleo es inestable, tan solo la intervención del Estado podrá conseguir
que la economía se mantenga cerca del mismo. Para ello el Estado debe
intervenir para conservar unos salarios reales altos, incluso en
períodos de paro, fijando un salario mínimo interprofesional garantizado
que presione al alza a todo el abanico salarial.
Las
elevadas tasas de paro han llevado a numerosos economistas de izquierda y
a los partidarios de la economía solidaria a proponer el reparto del
trabajo. Sin embargo, el sistema de reparto de trabajo no puede producir
estos efectos positivos sobre la ocupación a no ser que el salario
horario de los trabajadores se incremente, por lo menos en proporción al
aumento de la productividad por hora de trabajo.
Trabajo garantizado
Desde
la Teoría Monetaria Moderna, la propuesta de trabajo garantizado o
desempleo 0% es una consecuencia lógica. Bajo soberanía monetaria, con
tipos de cambio flexibles, las políticas fiscal y monetaria pueden
concentrarse en garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para
mantener altos niveles de empleo.
Los gobiernos que emiten sus propias
monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos
emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero.
A pesar de ello,
los gobiernos sufrieron intensas presiones para mantener comportamientos
y estructuras institucionales que limitaban sus capacidades de gasto.
Uno de los objetivos de esas presiones era evitar el pleno empleo, ya
que en este caso el miedo dejaría de desempeñar su papel como medida
disciplinaria.
Por lo tanto, como corolario, bajo soberanía monetaria,
el trabajo garantizado es posible: necesitamos cuidar de nuestros
mayores, de nuestros hijos, de nuestros enfermos; aumentar los servicios
de ocio y de cultura; cuidar y mantener las infraestructuras, nuestros
barrios; reforestar enormes extensiones de terreno; proteger la fauna y
la flora de nuestro entorno; mejorar los servicios sanitarios; defender a
los más vulnerables.
Mediante el trabajo garantizado se otorga a los
ciudadanos el derecho a trabajar si así lo desean. Bajo soberanía
monetaria podría financiarse sin ningún problema a través de programas
concretos que podrían ser gestionados por distintas organizaciones con
experiencias en los mismos. Por lo tanto, al igual que en la renta
básica universal, es necesario disponer de soberanía monetaria.
Todos
estos instrumentos son de enorme utilidad, necesarios para garantizar
el derecho universal a una vida digna. Y las autoridades deberían
tenerlos en cuenta, aunque solo sea para mantener algo que tanto les
gusta, el orden y una paz social duradera." (Juan laborda, Vox Populi, 31/03/17)
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