"(...) Las cosas en Internet pasan deprisa. Hace apenas unos pocos años que empezó a desarrollarse la economía colaborativa (sharing economy),
en parte como respuesta a la crisis que vive desde 2007 la economía
convencional —la de mucha deuda, mucha burbuja ficticia y gran control
estatal—.
Paradójicamente, muchos jóvenes indignados
que gritaban contra el capitalismo en las plazas ocupadas de medio
mundo, estaban desarrollando al mismo tiempo sistemas de organización
espontánea de la economía y, en realidad, de todo, mediante blockchain.
Sin saberlo, estaban desarrollando un capitalismo más auténtico
mientras colocaban el mayor palo de todos los tiempos en la rueda del
Estado.
En ese contexto, algunos emprendedores vieron la oportunidad de lanzar plataformas de interacción social
donde la gente pudiera ofrecer y encontrar alojamiento, trayectos
urbanos, transporte a otras ciudades e infinidad de otros servicios.
La
ira estatal no se hizo esperar, ante la merma que esto supone a su
exacción fiscal y ante el cabreo de los señoritos provistos de la
arcaica licencia oficial, convertida de pronto en papel mojado.
Una
licencia que les permitía, en realidad, algo injusto: operar en
oligopolio unos determinados servicios disfrutando de fuertes barreras
de entrada a sus competidores. Enseguida se llenaron los periódicos de
alertas sobre los males de proporciones bíblicas que habrían de caer
sobre todos nosotros si cualquiera podía ser taxista, hotelero o
transportista interurbano.
Y sin embargo, pese a que el modelo de
negocio de estas plataformas aún nos resulta novedoso —y superior, desde
luego, a la economía pseudoprivada, sometida a la rígida normativa y
planificación estatales—, sólo ha sido el principio de un cambio mucho
más profundo.
En unos años, gran parte de los sistemas
centralizados que aún empleamos, sean estatales o privados, se habrán
ido sustituyendo por sus equivalentes en blockchain.
Esto reemplazará, por poner algunos ejemplos, las actuales redes sociales centralizadas,
las plataformas de consumo compartido e intercambio de servicios que
aún luchan en los tribunales contra los alcaldes, las aplicaciones en
red, el espacio de almacenamiento digital, los juegos interactivos, la
financiación entre particulares, los fondos de inversión, los mercados
de acciones y futuros, los sistemas de comunicaciones síncronas y
asíncronas, el intercambio de excedente energético y hasta la fe pública
de los actos jurídicos —esto último ya funciona por ejemplo en
Estonia—.
Y, por supuesto, la moneda, lo que nos permitirá recuperar la
institución básica de la economía, la institución dinero, que el Estado
nos había sustraído.
blockchain es a Internet lo que Internet fue al mundo offline
El cambio de paradigma es inmenso y apenas podemos vislumbrar su alcance. No es exagerado afirmar que blockchain es a Internet lo que Internet fue al mundo offline.
Su capacidad de empoderamiento de cada individuo humano carece de
precedentes en toda la historia de nuestra especie. Es extrema —y
divertida— la preocupación de aquellos pocos políticos conservadores y
socialistas que comprenden realmente todo esto, como los concejales
demócratas y republicanos de Nueva York, que se unieron contra Uber.
La
sensación de impotencia que tienen los estatistas ante la muerte
anunciada del control social resulta maravillosa para quienes creemos en
el ser humano, en su acción racional y en la Libertad." (Juan Pina, Vox Populi, 02/10/16)
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