"(...) Después de que su obra de se tradujera al francés, alemán e inglés en la
década de 1970 Gramsci se convirtió en la influencia principal de los
eurocomunistas antiestalisnistas.
Gramsci es ahora citado constantemente
por comentaristas que recuerdan su aforismo más memorable (“pesimismo
de la inteligencia, optimismo de la voluntad”) y su descripción de la
década de 1930: “La crisis consiste precisamente en que lo viejo muere y
lo nuevo no puede nacer, y en ese lapso de tiempo aparecen los más
diversos síntomas morbosos”.
En un discurso pronunciado en 2013 el entonces
Secretario de Estado de Educación [británico] Michael Gove citó a
Gramsci al defender su insistencia en los métodos de educación
tradicionales (“La ideología que tanto temía [Gramsci] en la Italia de
entreguerras era lo que hemos denominado –de forma trágicamente
inapropiada– 'educación progresista'”).
Hasta el grupo francés de
extrema derecha Nouvelle Droite y su homólogo belga Vlaams Blok reivindicaron a Gramsci. ¿Qué explica este extraño y disputado legado?
El concepto gramsciano característico es el de
hegemonía, que indica un nivel de dominación política que va más allá
del control de un Estado o de un parlamento hacia el ámbito de la
cultura y las ideas. A Gramsci le preocupaba la cuestión de por qué
otras revoluciones en Europa occidental no habían seguido a la
Revolución rusa de 1917.
La respuesta para él estaba en la persistencia
de ideas capitalistas entre las instituciones de la sociedad civil (los
partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, los medios de
comunicación). “El Estado era solo una zanja exterior detrás de la cual
se levantaba un poderoso sistema de fortalezas”, escribió.
Gramsci defendía que no bastaba con que los
revolucionarios emprendieran meramente una “guerra de movimiento” (como
habían hecho los bolcheviques al tomar el Estado ruso), tenían que
luchar una “guerra de posición”: una larga lucha en el terreno de la
sociedad civil con el objetivo de cambiar lo que el escritor denominó
“el sentido común” (o la “filosofía de los no filósofos”).
A finales de la década de 1970 la revista Marxism Today
analizó el ascenso del thatcherismo a través del prisma de la
hegemonía. Su exdirector Martin Jacques y el difunto teórico de la
cultura Stuart Hall** reconocieron que la nueva derecha estaba embarcada
en un proyecto no solo para ganar fuerza electoral sino para redefinir
el “sentido común”. Como me dijo Martin Jacques, “la mayoría de los
líderes políticos no tratan de establecer la hegemonía. El experimento
de Thatcher era extremadamente inusual”.
Stuar Hall señaló la incesante popularización por
parte del movimiento de “la competición y la responsabilidad personal
por el esfuerzo y la recompensa, la imagen del individuo sobrecargado de
impuestos debilitado por los mimos del estado de bienestar”. Como
señaló la propia Thatcher en 1981: “La economía es el método; el
objetivo es cambiar el alma”.
Aunque desde entonces la derecha ha
utilizado el flexible y duradero concepto de hegemonía, la política del
propio Gramsci era indudablemente marxista. La clase obrera sarda
defendió una educación rigurosa en latín y gramática, pero pensando en
unos fines absolutamente diferentes de los del conservador Gove.
Comentaristas de derecha como Melanie Phillips y Peter
Hitchens advirtieron hace tiempo de que la izquierda está involucrada
en un marcha gramsciana a través de instituciones como la BBC, las
universidades y escuelas para tratar de realizar un cambio cultural.
Pero aunque el Nuevo Laborismo promovió causas liberales como los
derechos de las personas homosexuales, aceptó la hegemonía thatcheriana
en vez de desafiarla.
Sin embargo, con Jeremy Corbyn los conservadores se
enfrentan al primer desafío prolongado a su dominación cultural. Al
igual que la nueva derecha antes que ellos, la nueva izquierda no aspira
simplemente a derrotar a los oponentes en las elecciones sino a
invalidar sus ideales más preciados.
Cuando Corbyn y sus aliados se
refieren a sí mismos como “la nueva corriente política dominante”
intentan, en términos gramscianos, redefinir el “sentido común”.
Como
afirma Martin Jacques, “Corbyn es bastante inusual en este contexto. En
las últimas elecciones luchaba en el terreno elevado, volvía a visitar
el terreno en el que la izquierda perdió ante el thatcherismo”.
Gramsci habría admirado al grupo activista Momentum y
su festival The Word Transformed (que incluía sesiones sobre temas
gramscianos como la educación a lo largo de toda la vida y el teatro
político, y un grupo de lectura de Stuart Hall). Como defendían los Cuadernos de la cárcel , Momentum busca el dominio de todo el espectro y se compromete en los ámbitos de la sociedad civil y de la cultura popular.
En una era de medios sociales, vídeos virales y
educación superior de masas, el concepto de hegemonía de Gramscy es
asombrosamente clarividente. De hecho Gramsci parece cada vez más no
meramente un pensador marxista para nuestro tiempo sino, quizá, el pensador."
(George Eaton , New Statesman, 05/02/18, traducción de Ana María Palos, en Rebelión, 04/06/18)
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