"Tanto estudiar y tanta formación
intelectual para acabar siendo invisible. Esta es la sensación que tuvo
Alissa Quart cuando llegó al mostrador de recepción del Columbia College
de Chicago y preguntó por la profesora Brianne Bolin.
–¿Bolin? Lo siento, ese nombre no me sale en la lista.
No aparecía pese a que llevaba mucho tiempo
enseñando composición literaria en ese centro. Ninguna extensión
telefónica, ni soñar con una oficina en su condición de profesora
adjunta.
Una vez que la contactó, Bolin emergió de
la oscuridad. A Quart le llamaron la atención sus gafas, con una visible
reparación casera a base de celo. Le explicó que se le habían roto
hacía unos meses y no se podía permitir comprar unas nuevas. “En ese
momento tenía 55 dólares en su cuenta y una deuda en la tarjeta de
crédito de 3.000. Iba con un mes de retraso en el abono de los 975
dólares del alquiler de su piso de dos habitaciones”, escribe Quart.
Brianne fue una estudiante brillante que no
tuvo problemas en encontrar trabajo tras licenciarse. Todo cambió a los
28 años, al quedar embarazada. Supo que criaría en solitario a su hijo.
Las cosas se complicaron aún más. Finn nació con parálisis cerebral.
En el 2008 regresó a Chicago y en el
Columbia le advirtieron que no obtendría un trabajo fijo. Eso era de
otra época. Ahí seguía, cuidando a su hijo y sobreviviendo con un sueldo
insuficiente –recibe food stamps (la ayuda federal para alimentos)–.
Descrita como “una híper educada pobre”, es una más de los protagonistas reales de Squeezed (exprimidos), Por qué nuestras familias no pueden permitirse América, libro en el que Alissa Quart desgrana el hundimiento del pilar de la idiosincrasia de Estados Unidos y su famoso sueño.
No hace tanto, la expresión clase media
era sinónimo de seguridad y complacencia. Ya no. “Todavía operamos bajo
el mito de que, como sociedad, podemos ascender a la clase media y
luego subir a otra clase”, indicó Quart en la presentación celebrada en
el Barnes & Noble del Upper West Side de Manhattan.
“En la
actualidad no disponemos de esa movilidad ascendente, no podemos
anticipar que nuestros hijos tendrán algo mejor que nosotros”, ratificó.
Esta presentación es como la cuadratura del
círculo.
En el entarimado, para formularle cuestiones, se hallaba
George Packer, periodista de The New Yorker y autor de una de las obras esenciales para entender la evolución de EE.UU. En The unwinding
(2013, publicada por Debate en el 2015 como El desmoronamiento), Packer
profundiza en el proceso de descomposición a partir de las
desigualdades económicas, la laminación de las clases medias, las
deslocalizaciones industriales, la polarización política o desregulación
y el poder de los grupos de presión y Wall Street.
El volumen de Quart
se adentra en esa clase media que, según el Pew Reserach Center, se ha
encogido hasta el vuelco histórico de que la suma de ricos y pobres
(121,3 millones) supera a sus 120,8 millones.
En el reverso de la gloria económica que
pregona el presidente Donald Trump, Quart se centra más en la pérdida de
calidad de ese estatus mítico que en el terreno de las cifras. En el
recorrido por sus páginas surge Mat Barry, profesor de Historia en un
instituto de la Bahía de San Francisco, que por la tarde-noche ha de
conducir para Uber.
El boom tecnológico ha provocado tal encarecimiento
de la vivienda que precisa ingresos extra. “Son clase media pero clase
trabajadora en términos de ganancias, al filo de ser pobres, sin acceso a
los beneficios que estos reciben”, recalca.
Sin embargo, la mayoría de sus personajes
reales ingresan de 45.000 a 125.000 dólares anuales, por encima de los
35.000 del límite que marca la pobreza. La autora recuerda que el 65% de
los americanos subsiste con la preocupación de pagar sus facturas. “Una
de las razones para la ansiedad es que la vida de clase media es ahora
un 30% más cara que hace 20 años”, subraya. El coste de la vivienda, la
sanidad o la educación se han doblado mientras que los salarios se han
estancado.
Aplica el término de “la clase media
precaria”. Se inspira en la expresión que el economista Guy Standing
utilizó para definir a los obreros, sometidos a ocupaciones temporales, a
tiempo parcial y mal pagados.
Ella lo usa para este otro grupo que se
supone debía configurar una burguesía sólida, “gente que cree que por su
preparación y trayectoria debería hallarse en una cómoda clase media,
pero no les funciona y ven que las ventajas se han evaporado”, apuntó.
“Veo este libro –afirmó en su respuesta a
Packer– como una ocasión para que los ciudadanos tomen conciencia, que
dejen de autoinculparse y vean que lo que falla es el sistema, que
entiendan los mecanismos del sistema que han hecho imposible que te
sobrepongas a las dificultades financieras, para que no te puedas seguir
culpando”.
Quart lo tiene claro: “Culpo a la
concentración de la riqueza, a los impuestos que benefician a las
corporaciones o a la desregulación de la industria”. (Francesc Peirón, La Vanguardia, 15/07/18)
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