15/6/22

Profesionales del porno: “El consentimiento es el pilar de nuestro trabajo”... “Es común escuchar a gente que ha pasado por esta industria afirmar que gracias al porno ha aprendido el valor del consentimiento mutuo y a respetar sus límites en el sexo, y también debemos recordar que son muchas las mujeres, trabajadoras sexuales de todo tipo, que se sienten empoderadas por lo que hacen”

"Una mujer despliega una pantalla en el aire y accede a un catálogo de hombres. Elige cuatro, que se materializan en unos segundos en la habitación para dar lugar a una escena de media hora de sexo en grupo. La escena pertenece a la película Hologang (2021), de Paulita Pappel, y se enmarca dentro de Hardwerk, una de sus líneas de trabajo: el “gangbang feminista”. Pappel hace también lo que ella llama “porno documental” en Lustery y es curadora del Festival de Cine Porno de Berlín. “En las películas que hago, el concepto lo desarrollamos junto a la persona que va a estar en el centro; lo primero que hacemos es mandarles una lista larguísima con opciones que esa persona rellena poniendo cuál es su experiencia con esos actos y cuántas ganas tiene de hacerlo en el contexto del shooting”, explica Pappel a El Salto.

Erika Lust, directora de cine porno y referencia del porno para mujeres, también pone el consentimiento en el centro del discurso sobre su trabajo: “Gran parte del porno se construye desde los pilares del consentimiento”, dice. Pero su apuesta va más allá: “Es común escuchar a gente que ha pasado por esta industria afirmar que gracias al porno ha aprendido el valor del consentimiento mutuo y a respetar sus límites en el sexo, y también debemos recordar que son muchas las mujeres, trabajadoras sexuales de todo tipo, que se sienten empoderadas por lo que hacen”.

Pappel y Lust piden que la conversación en torno al porno sea más profunda, empezando por poner freno al discurso que establece una relación causal entre la violencia sexual y el consumo de pornografía. A sus voces se suman la directora, performer e integrante del sindicato OTRAS Anneke Necro y al director de cine adulto gay Noel Alejandro. Estas cuatro personas firmaban esta semana un comunicado en el que expresaban su preocupación por la proposición de ley para prohibir el proxenetismo del Grupo Socialista en el Congreso, cuya toma en consideración fue aprobada este miércoles.

Los socialistas niegan que su propuesta vaya dirigida a tomar medidas contra la pornografía. Sin embargo, las personas que firman este comunicado se muestran preocupadas. En primer lugar, porque “cualquier medida que afecte a las trabajadoras sexuales nos afecta a nosotras”. En segundo lugar, porque la redacción que les puso en alerta —“el hecho de convenir la práctica de actos de naturaleza sexual a cambio de dinero u otro tipo de prestación de contenido económico, será castigado con multa de doce a veinticuatro meses”— sigue intacta en el texto que comienza su tramitación. En tercer lugar, porque la propia Adriana Lastra, que defendió la propuesta en el Congreso, la dibujó como el inicio de futuras medidas abolicionistas. Y, por último, porque una parte del movimiento feminista en el que se enmarca ese abolicionismo de la prostitución es también abolicionista de la pornografía.

“Bajo esta propuesta hay una ignorancia que raya en sexismo y misoginia pretendiendo ser lo contrario: el trabajo sexual solo es seguro cuando es descriminalizado”, lamentan. Estas cuatro personas comparten la necesidad de hablar de pornografía en unos términos más complejos, donde entren factores como el modo en el que se consume pornografía o el poder de las grandes empresas tecnológicas.
El porno no es un producto homogéneo

“La industria del porno es mucho más compleja de lo que las instituciones y los medios quieren presentar”, asegura Lust. La directora de cine porno reconoce que existe una gran cantidad de porno online que normaliza la violencia contra las mujeres, aunque añade un matiz a esta afirmación: es porno gratuito. Frente a ello, asegura que cada vez hay más alternativas de contenidos independientes que condenan esta violencia, al tiempo que un esfuerzo en general en la industria mainstream —aún insuficiente— para hacer las cosas mejor. Para Lust, la pregunta que hay que hacerse es por qué existe tanto porno sexista, racista y homófobo.

“Cuando se ve pornografía gratis en los sitios de porno propiedad de Mindgeek, como son Pornhub, YouPorn o RedTube, se está apoyando un modelo de negocio basado en la piratería y las malas condiciones de trabajo mientras se valida una representación pobre y estrecha del sexo y la sexualidad”, ahonda. En ese sentido, la responsabilidad es, sobre todo, de los consumidores: “Cuando se paga por pornografía que no se basa en la explotación, el racismo, la misoginia, la homofobia y la transfobia, se está enviando el mensaje de que estos no son los valores que el consumidor apoya”.

Anneke Necro explica cómo encontró en una página web gratuita un vídeo protagonizado por ella donde, tras la edición, se había borrado el consentimiento y la idea original del contenido. La supresión de algunas imágenes y un nuevo título convirtieron su vídeo en una cosa muy diferente. “Pero eso no lo hace una productora, sino que lo hace una persona anónima”, explica. Eso, además, se convierte en accesible de forma gratuita a personas que no se han desarrollado sexualmente ni tienen estrategias para verlo de una manera crítica.

Noel Alejandro insiste en vincular la palabra consentimiento a la producción de cine porno. “El cine para adultos se construye a través del consentimiento, si no sería flashmob o sería un delito grabado con una cámara”. Alejandro se pregunta en qué lugar queda el cine adulto dirigido a hombres gays en el debate que hay en las redes y en los medios si el argumento principal es que prohibiendo el cine porno se protege a las mujeres.

Este director está detrás de un tipo de cine que considera difícil de catalogar: en sus películas se tratan temas como el VIH, la salud mental o el consumo de drogas. En unas semanas, este productor estrena No me olvidéis, un título inspirado en el corto de Almodóvar La voz humana donde el protagonista se enfrenta al miedo de morir solo... “¡Y además hay sexo! ¿Qué más quieres?”. Alejandro reivindica su trabajo: “Este cine muestra la sexualidad de una manera más natural, un poquito más bella, y creo que da pie a que muchas personas vean el sexo entre hombres como algo de lo que no hay que avergonzarse”.
Adolescencia y consumo de porno

En septiembre de 2020, Save the Children daba a conocer el informe sobre adolescentes y consumo de pornografía (Des)información sexual: pornografía y adolescencia. Este estudio indica que los adolescentes acceden a contenidos pornográficos por primera vez a los 12 años y que casi siete de cada 10 (el 68,2%) la consumen de forma frecuente. Un consumo que se produce en la intimidad (93,9%) y en el teléfono móvil, y se centra en contenidos gratuitos online (98,5%), “basados de manera mayoritaria en la violencia y la desigualdad”. El estudio se hizo sobre la participación de 1.753 chicos y chicas de entre 13 y 17 años y señala que más de la mitad de los y las adolescentes que ven contenidos pornográficos se inspiran en ellos para sus propias experiencias y que para el 30% estos vídeos son su única fuente de información sobre sexualidad.

Lust sabe que la probabilidad de que la pornografía en línea gratuita sea la exposición de las personas adolescentes al sexo es muy alta y por eso, reciban o no educación sexual en la escuela, cree que las familias deben ser proactivas y hablar con los chavales de pornografía, algo a lo que se refiere como “alfabetización pornográfica” y en lo que ahonda con su proyecto The Porn Conversation. “Tener conversaciones continuadas con nuestros hijos los alienta a pensar críticamente sobre el contenido que consumen y los mensajes que reciben a través de la pornografía en línea gratuita”. Eso es imprescindible para construir sus propios significados a partir de lo que ven, en lugar de verse influenciados por ello a primera vista, argumenta.

Por eso ella habla de la necesidad de una alfabetización pornográfica: “La alfabetización pornográfica nos enseña que la pornografía no es una entidad separada que existe por sí misma; refleja descaradamente la tergiversación de los grupos marginados y el consentimiento que ya existe en la sociedad. Tal como ocurre en la mayoría de los medios de comunicación, cosifica a las actrices mientras reduce el deseo masculino a un impulso de conquista y posesión”.

Pero, más allá de esa necesaria “conversación sobre porno”, las personas entrevistadas —cuyos contenidos se pueden ver en plataformas previo registro y pago— advierten: los contenidos pornográficos no están dirigidos a personas menores de edad y es responsabilidad de las empresas tecnológicas garantizar que no pueden acceder a ellos. Noel Alejandro denuncia, además, que cuando se plantean medidas en ese sentido, se hace poniendo la responsabilidad en los productores, abriendo así la posibilidad de que sean ellos quienes asuman posibles sanciones.
Lo que dicen los estudios

“Relacionan las agresiones sexuales en manada al consumo de porno online cada vez más frecuente en menores”. “La raíz de las violaciones grupales: masculinidad patriarcal, educación sexual nula y el porno como guía erótica”. Son solo dos titulares de la última semana. A ellos se suman muchas voces que se dicen expertas y que en los medios, o en las redes, han asegurado en los últimos días y a raíz del debate suscitado por la propuesta del PSOE que la violencia sexual y el consumo de pornografía van de la mano.

Sin embargo, voces expertas preguntadas por la periodista Noemí López Trujillo para un reportaje en Newtral concluyen que no es posible establecer una relación causal y directa entre pornografía y violencia sexual. El artículo cita un informe en el que cuatro investigadoras de la Universidad de Santiago de Compostela revisaron estudios sobre la relación entre el consumo de pornografía y las agresiones sexuales y concluyeron que no es posible establecer esa relación al no existir consenso entre los diversos investigadores sobre esta asociación. Sí consideran que se puede observar“que el uso de este material explícito da lugar a consecuencias individuales a nivel de expectativas en cuanto a las relaciones sexuales y a la formación de ciertas creencias sexistas, destacando la afirmación del mito de violación y de los roles de género, los cuales son representados en la gran mayoría de películas pornográficas”, recoge la periodista.

Anneke Necro introduce otro factor: que estos estudios vienen sesgados desde su origen. Para explicarlo, aporta un poco de contexto histórico y menciona los estudios que se empiezan a realizar en Estados Unidos afinalesde los años 60, en el ámbito de la psiquiatría, después de que el presidente Lyndon B. Johnson crease la Comisión Presidencial sobre Obscenidad y Pornografía. “Por un lado se pretendía demostrar lo problemático de ver porno y por otro lado, se utilizó para crear los códigos de producción del cine explícito una vez la ley Hays [un código de producción cinematográfico que determinaba qué se podía ver en pantalla y qué no] fue abolida”, dice Necro.

A día de hoy, ese sesgo viene dado por estudios difundidos por organizaciones de corte católico como Exodus Cry, cita, que define como “una organización católica que se dedica a hacer tratamientos de conversión para personas LGTBQ y que pretende criminalizar el porno”.

Paulita Pappel también señala este sesgo y apunta a otra organización, Fight the new drug, mientras pide a los medios que sean responsables cuando utilizan sus datos como fuente. “Antes se usaba el argumento de que el porno era pecado y ahora lo que se dice es que crea adicción”, explica a El Salto.

Pappel argumenta que la existencia de la violación es previa a la de la pornografía y que, además, no hay ningún estudio que pruebe que la violencia sexual haya crecido en el momento en el que la pornografía se hace más accesible con internet: “Es falso decir que la pornografía genera violencia y es un grandísimo problema decirlo porque estamos desviando la mirada del problema real, que es el sexismo en la sociedad y la falta de una aceptación del consentimiento de las mujeres y de todas las personas”.
Porno ético

Las cuatro personas entrevistadas para este reportaje tienen en común hacer un porno fuera del mainstream. Pero, ¿es eso porno ético? Para Lust, hacer películas porno producidas éticamente tiene que ver con las condiciones laborales de quienes participan en ellas. Por eso, el porno ético solo se puede encontrar tras un muro de pago, asegura. Otra etiqueta que usa Lust es “alternativo”, en el que “se hacen visibles diferentes cuerpos, prácticas, orientaciones”.

Anneke Necro encuentra confusa la etiqueta de “porno ético”. “Yo la he utilizado durante un tiempo, pero ahora la veo problemática porque establece una división entre porno bueno y porno malo, donde este último sería el porno mainstream... y ahí también hay personas cuyas vidas deben contar, independientemente de que a nivel de discurso nos pueda o no interesar”. Además, prosigue, un porno que se considere feminista por su enfoque puede no ser ético si se produce desde la precariedad.

También para Paulita Pappel el término “porno ético” es problemático. Aunque entiende que haya servido para hacer visible que el porno no es homogéneo y que existe un porno donde hay una preocupación no solo por las condiciones laborales de las trabajadores y trabajadores, sino también por mostrar diversidad de cuerpos y prácticas sexuales, hoy pide que el enfoque sea otro: “Si no es ético, no es porno”.          (Patricia Reguero Ríos  , El Salto, 11 jun 2022)

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