31/1/08

La rabia situacionista

La Internacional Situacionista abominaba del capitalismo, pero se enfrentaba con igual intensidad al llamado socialismo real, al que consideraba dominado por una burocracia reaccionaria. Fueron los que dieron voz (incluso antes) a los deseos, afanes, sueños y despropósitos que estallaron en Mayo del 68, y se convirtieron en sus más lúcidos intérpretes. Ya no se trataba sólo de transformar una sociedad podrida por sus radicales injusticias económicas, sino también de recuperar la vida que el capitalismo opulento había anestesiado hasta liquidarla. En su radical crítica a la sociedad del espectáculo, Guy Debord (la figura más relevante del grupo) estableció las nuevas armas teóricas para enfrentarse a un tiempo nuevo.

"Nuestra fuerza está en la elaboración de algunas verdades que, desde el momento en que haya personas dispuestas a luchar por ellas, tienen los poderes destructivos del explosivo", escribió Attila Kotányi, otro miembro del grupo. En sus revistas llegaron a definir a la Internacional Situacionista como "un pequeño grupo experimental, casi alquímico, en el que se prepara la realización del hombre total". No se trataba de tomar exclusivamente el poder, había que cambiar la vida. "La mejor táctica coincide plenamente con el cálculo hedonista...", escribió Raoul Vaneigem.

¿Sirven para algo hoy las ideas de la IS? Fernández-Savater considera que la fuerza de la crítica situacionista procede de haber sabido establecer "un vínculo vivo entre los problemas existenciales y las tentativas de transformación social colectiva". Y recuerda a Vaneigem, que decía que "no hay diferencia cualitativa entre la búsqueda de la amistad y el amor y el deseo de revolución". Que Debord convirtiera la insatisfacción (y no la compasión, la ideología o la solidaridad, por ejemplo) en el motor de la crítica, comenta, lo hace muy próximo, "porque ahora también la pregunta clave es cómo politizamos el malestar existencial".

"Lo que se atacó frontalmente en mayo fue una economía capitalista que funcionaba bien", escribió René Viènet, otro miembro de la IS: no fue una reacción a un periodo de crisis económica, fue una contestación rabiosa a las limitaciones del sistema. El protagonista de la asonada fue para ellos el proletariado. Y proletario era para ellos cualquiera que hubiera sido desposeído del "empleo de su propia vida", y que lo supiera.” (El País, 29-01-08)

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