10/4/11

"La droga es un mundo de mentiras. Crees que puedes salir a la calle con normalidad. No es así

" Todavía mojada, en biquini y arropada con una toalla, Sandra se apresura a entrar en la casa, que le recibe con un horario de tamaño sábana. A cada paso hacia su habitación, una norma, una frase: "El 90% del éxito se basa en insistir".

Sandra es un nombre ficticio para preservar su verdadera identidad. Hace cinco meses y medio que lucha contra la cocaína en el Centro Terapéutico Los Álamos. Ha mejorado mucho. Dicen que parecía un zombie. Ahora solo parece despistada. (...)

En España, casi el 10% de la población entre 15 y 24 años ha probado la euforia, deseo sexual o locuacidad que proporciona la coca. España es líder mundial en su uso, por encima de EE UU y Reino Unido, con los que, según el año, alterna puesto en el podio. (...)

Jesús es uno de los habitantes de la finca. Lo tenía claro. Quería dejar la droga de una vez. Llegó hace mes y medio, aunque lleva más tiempo tratando de conseguirlo. Tiene 22 años y es consumidor de cocaína desde los 17. (...)

"El problema de la cocaína es que está muy buena. Si no nos gustara, no estaríamos aquí", simplifica. Hace dos meses y medio sufrió un craving, un impulso irremediable de consumo, muy difícil de controlar. Agachó la cabeza y se esnifó varias rayas.

Sus últimos gramos hasta hoy: "La droga es un mundo de mentiras. Crees que puedes salir a la calle con normalidad. No es así. Sabes que haces mal las cosas. Intentas remediarlo. Pero no puedes". (...)

Cuenta que llegó a ganar 1.700 euros en una empresa. Destinaba casi todo el sueldo para irse de ( esta. Gastaba hasta 500 euros de una tacada, en una noche. A ese ritmo, para el día 10 o 15 del mes pedía anticipos a su jefe.

Otras veces pedía fiado. O contaba películas: "Mañana te lo doy". Los camellos acababan buscándole. El padre de Jesús pagó "muchísimas veces": 100, 200, 300 euros cada vez. La familia, de clase media, donde padre y madre tienen buenos puestos de trabajo, trataba de atajar el problema.

Al tiempo que pagaban la coca, intentaban dialogar con su hijo. Pero la paciencia se agotaba. Le advirtieron y lo echaron de casa varias veces. Dos o tres días de sufrimiento para ellos, tiempo que Jesús, lejos de

utilizarlo para reflexionar, fundía en su coche, solo, en una espiral de rayas-subidónbajón, rayas-subidón-bajón... Y vuelta a casa. Discusiones con los padres. Y con su novia, que entró en depresión. Un día, Jesús

agredió a su padre. La policía apareció en el salón de una familia. Jamás pensaron que la cocaína iba a entrar en sus vidas. Le dieron un ultimátum a su hijo. (...)

"La droga gusta en función de lo que te solucione. Una persona tímida que a los 15 años se da cuenta de que con dos cervezas en una discoteca es el rey del mambo y se las liga a todas... ya es un candidato a la adicción".

Con la cocaína, también: "El día que un adolescente ve que con la coca le baja el cebollón, está espídico y junta los efectos desinhibidores del alcohol con la euforia de la cocaína, a partir de ahí dice 'esto es Hollywood".

Las campañas de prevención no funcionan, opina Dulanto. "Nadie escarmienta en cabeza ajena", afirma un cocainómano que lleva tres años alejado del consumo y que tuvo a su mujer de cabeza durante 14. (...)

El consumo de cocaína va ligado, prácticamente siempre, al de alcohol. En realidad, "un cocainómano puro no existe", asegura Dulanto. En el caso de los adolescentes, a menudo más temerosos a la exclusión del grupo de amigos que a las consecuencias de las drogas, hay datos preocupantes.

Si en 1994, uno de cada cinco se había emborrachado en el último mes, hoy día ya son la mitad de los chavales de entre 14 y 18 años los que abusan del alcohol al menos una vez cada 30 días, según el PNSD. Además, uno de cada cinco no ve peligroso el uso esporádico de cocaína.

"Con la bebida no es que tenga un problema en sí. A mí lo que me pide el cuerpo es cocaína. Pero no puedo probar el alcohol. Sería una recaída segura en la coca", reconoce Jesús. Se metió su primera raya a los 17, en su estreno en una discoteca. Le gustó la experiencia, pero tardó un año en esnifar la segunda.

Sin embargo, la tercera y la cuarta fiesta llegaron enseguida y empezó a encadenar fines de semana. Recuerda habérselo pasado en grande, quemando las noches de sus 18 y 19 años. La fiesta, sin embargo, tenía

fecha de caducidad: "Me duró como mucho dos años. Los amigos poco a poco se alejaron. Me fui quedando solo. Empecé a consumir por mi cuenta. En los parques, en casa, en mi coche". Salía del trabajo, se bebía una cerveza e iba "a pillar". Estaba atrapado. Aislado. Y llegó el ultimátum familiar. (...)

Dice que lo suyo no es un vicio, sino una enfermedad. Aunque él mismo se lo ha provocado, sus conexiones neuronales, modificadas ya de por vida por culpa delabuso de cocaína, no le darán tregua jamás.(...)

A la rata, explica

Ambrosio, la cocaína le provoca cambios cerebrales de por vida, igual que a los humanos: "Los cocainómanos tienen daños en la corteza prefrontal, lo que provoca daños en su toma de decisiones. Nunca se podrá recuperar el 100%". Por eso, un adicto podrá aspirar, como mucho, a ser ex consumidor, y una sola raya o una gota de alcohol pueden alterar su capacidad de elegir adecuadamente.

A diferencia de los tratamientos contra la heroína, que tiene en la metadona un sustituto, las terapias contra la coca se basan en un duro entrenamiento psicológico. Se trata de preparar al cocainómano mentalmente

para que no vuelva a probar esa gotita de alcohol o esa micra de coca que le llevarán, con seguridad, a las andadas. (...)

"Cuando vino mi padre y me dio un abrazo, fue increíble... Hacía muchos años que no veía eso. El hecho de comer con ellos y hablar... se me hacía raro. Yo estaba muy nervioso, pero nos comunicamos bien". (...)

Vestido con bermudas y camiseta verde clara, Ángel hace memoria: "Iba a Valdemingómez con mi cabo de la Brigada Paracaidista. Es un sitio asqueroso. Están todos los yonquis pidiéndote. 'Que te pires', les decíamos.

Y los gitanos gritaban, '¡entra aquí!'. Mi cabo conocía a La Pelona, una gitana del poblado. Era una vieja gorda, con el pelo muy largo. Por fuera son chabolas, pero por dentro tienen unas cacho casas que te quedas loco. Flipas, todo de madera, teles gigantes, cochazos... Tenía cocaína por un tubo, en una caja enorme, llena de pelotas como de billar. Un desfase". (...)

De "los paracas", Ángel recuerda las interminables noches de alcohol, porros y cocaína en el acuartelamiento de Paracuellos del Jarama, junto a sus antiguos compañeros. Pero también se le ha quedado grabado el desierto de Herat, en Afganistán. Allí estuvo cuatro meses, en 2007, en la base Príncipe Lepanto.

En las salidas vio morir a dos compañeros y a familias enteras despedazadas: "Los americanos no preguntan. Lanzan un misil contra un edificio y luego nosotros llegábamos a ayudar, con las mantas". Ángel recuerda a los niños afganos: "Pobrecillos, no tienen nada. Venían con ' chas de hachís como ladrillos a cambio de una latita o una barrita de turrón".

Según Ángel, la permisividad con las drogas en el Ejército es alta. A su cabo le despidieroncuando hubo un relevo del teniente coronel. Acumulaba quince positivos. (...)

"Afecta a todos los gremios por igual: taxistas, fontaneros, políticos, deportistas, periodistas, médicos...". Asía hasta el infinito. (...)

Junto a él viven personas de 40 y 50 años, más castigadas. "Cuando los chavales miran a esa gente quedan impactados. Aunque en realidad no se identifican con ellos, porque no creen que puedan llegar a esa situación", explican los educadores. (...)

"Un día vacié el joyero a mi madre. Me dieron 5.000 euros. Me compré un montón de cocaína y me fui de juerga con mis amigos. Un desfase total. Se empieza así, robando un anillo. O un collar. Siempre algo pequeñito. Luego va en escala.

También robé a mi abuela. Recuerdo perfectamente el día que entró en mi habitación: '¿qué ha pasado con todas las joyas de la bisabuela?'. Se puso a llorar. Le hice muchísimo daño" (...)

Ella empezó a los 16, y durante mucho tiempo la coca no le dio problemas. Trabajó en una farmacia durante cinco años. Un día, su jefa dijo basta. Lola acumulaba faltas tras noches de juerga junto a su novio, también consumidor. Cuando le dieron el finiquito de 12.000 euros, el dinero le duró mes y medio.

Pagó sus deudas y las de su pareja, con el que actualmente ya no sale. El resto se lo ventilaron en porros y cocaína. Un día echó mano de una cuenta bancaria familiar. Le pillaron: "Consumo cocaína", reconoció. Su madre se derrumbó. James y Lola robaban en casa. Pero hayotros que, llegado el caso, dan el salto a los atracos en la calle. (...)

"Salíamos de fiesta, nos quedábamos sin dinero y para seguir consumiendo robábamos". Tiene 22 años. Le encausaron en 2006. Pero no ingresó en prisión hasta 2008: "La espera fue horrorosa. Cada día era el último. Me tiré dos años a tope". (...)

Una tiene 35 años. La otra, 43. Valentín cuenta que salir de la droga es posible. Se le nota fuerte mentalmente. Lo ha conseguido. Pero Pedro asegura que no es tan sencillo. Su historial es similar al de los chavales de la finca de Chinchón: "Empecé con el alcohol y los porros a los 13.

Con el tiempo lo probé todo: tripis, anfetas, heroína y coca. Con 22 años estaba muy enganchado al caballo. A los 24 hice mi primera terapia de desintoxicación. Fui de centro en centro, hasta que cumplí 30 años. Hace cuatro meses, volví a ingresar".

La esperanza para ella depende bastante de que entienda y recuerde una frase colgada en la pared de la finca Los Álamos: "Tú eres el único culpable de casi todo lo que te sucede". (El País Semanal, 25/07/2010, p. 37 ss.)

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