Por órdenes del Führer se construyeron 36 guillotinas suplementarias y nuevas horcas para colgar de cinco a diez personas a la vez. Según los propios archivos del III Reich, sólo en la prisión de Brandeburgo, entre 1940 y 1945, fueron ejecutadas por alta traición, desmoralización, ayuda al enemigo u objeción de conciencia 1.807 personas.
Entre ellas 775 obreros (un colectivo que alumbró numerosos grupos clandestinos, desarticulados una y otra vez, salvajemente, por la Gestapo), 79 campesinos, 6 profesores de universidad, 49 artistas, 12 periodistas y 21 sacerdotes; uno de los ejecutados era ciego, seis eran padres e hijos y 75 menores de 20 años.
Representa especialmente a la resistencia alemana la Rosa Blanca, el movimiento de protesta estudiantil en torno a los hermanos Hans y Sophie Scholl, esta última, junto con Stauffenberg, gran icono, y mártir -la decapitaron-, de la oposición del pueblo alemán a Hitler. Al igual que el aristócrata coronel encarnado en el cine, entre otros, por Tom Cruise, a la valiente líder universitaria se le han dedicado varias películas.
En el magma de la resistencia, que nunca llegó a presentar un frente común, figura destacada la Rote Kapelle (la Orquesta Roja), una red con miembros de diferente extracción social y variada ideología -aunque muchos simpatizantes con el comunismo- organizada en torno a Harro Schulze-Boysen y Arvid Harnack y sus esposas, Libertas y la estadounidense Mildred, respectivamente.
Freya von Moltke admiraba por su activismo a las numerosas mujeres de este grupo, 19 de las cuales fueron ejecutadas; entre ellas las propias Libertas y Mildred, a las que, para denigrarlas, se acusó además de libertinaje sexual -"nuestra muerte debe ser una antorcha llameante", dijo antes de ser decapitada Libertas: un buen lema para la resistencia-.
La lista de los alemanes que resistieron contra Hitler es muy larga y variada. Están en ella, por sólo citar a unos cuantos, los 700 sacerdotes detenidos por leer en 1935 desde el púlpito un manifiesto contra la mística racial nazi; el grupo obrero VKA, que combatió a tiro limpio contra las SS y colgó banderas rojas en las altas chimeneas de la fábrica de armas Arsenal de Dresde (tuvo 24 muertos); el grupo Baurn compuesto de judíos de Berlín (todos ejecutados) o los chicos de la Swingjugend, amantes del "degenerado" jazz. Están también los alemanes exiliados que lucharon desde el extranjero, los prisioneros de guerra y sobre todo los millares de hombres y mujeres que se opusieron a título personal al régimen y escondieron judíos, realizaron sabotajes o acometieron, en un país en el que un chiste podía costarte literalmente la cabeza, pequeñas pero corajudas acciones de oposición.
Un ejemplo son Otto y Elise Hampel, la pareja que tras perder ella a su hermano en el frente repartían a mano postales con consignas contra la guerra (de las 276 postales, todas menos 18 fueron entregadas inmediatamente a la Gestapo: los autores fueron detenidos y ejecutados). En ese matrimonio se basó Hans Fallada para su conmovedora Jeder stirbt für sich allein (Todos morimos solos), la gran novela de la resistencia, publicada en 1947.
"La resistencia se hizo desde todas las partes de la sociedad alemana, obreros, estudiantes, sacerdotes, artistas, generales, madres con hijos o maridos en el frente", subraya la hija de Stauffenberg. Entre los resistentes, Konstanze von Schulthess cree necesario recordar al "valiente y solitario" Georg Elser, el autor del primer atentado contra Hitler, en noviembre de 1939.
Elser, un carpintero de Baden-Württenberg cuya oposición a los nazis era bastante visceral (cuando un amigo le señaló durante un desfile de la SA la conveniencia de saludar a las tropas brazo en alto contestó delante de la entregada audiencia "¡bésame el culo!", que ya son ganas de liarla), puso una bomba en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich que estalló muy poco después de que Hitler se fuera tras pronunciar un discurso (véase Matar a Hitler, de Roger Moorhouse, Debate, 2008).
Los nazis quedaron bastante desconcertados porque el autor del atentado era un alemán corriente y de clase obrera, de esos a los que pensaban que habían seducido.
Sin duda, la imagen más popular de la resistencia alemana, por su contundencia, son los militares. Pero aunque con personalidades de tanto empaque moral como los generales Hans Oster, que ya organizó la Conspiración de Septiembre de 1938, y von Tresckow, que orquestó repetidos intentos de atentado (ambos pagaron con la vida), constituyen sólo un capítulo de la lucha del pueblo alemán contra los nazis.
"Y no el más admirable", opina Ferran Gallego, profesor de historia del fascismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. "Hay más dignidad en la Rosa Blanca que en el movimiento del 20 de julio. Los estudiantes del grupo de los Scholl nunca jugaron a favor de la guerra de Hitler y sí muchos oficiales de Valkiria.
Su intención no era volver al orden constitucional de Weimar tras eliminar a Hitler, sino implantar un gobierno tutelado por los militares. Menospreciaban a Hitler y les repugnaba el populismo nazi, pero odiaban la sociedad democrática de masas".
Gallego reconoce que los oficiales de la conjura tuvieron agallas, "pero en los primeros años de la guerra, antes de la brutalización en el Este y los atisbos de derrota, muchos colaboraron en ella entusiásticamente".
Entre los más inesperados resistentes se encuentran el inescrutable almirante Canaris, jefe de la Abwehr, que permitió que el propio servicio de inteligencia militar se convirtiera en nido de oposición" (El País, Domingo, 07/02/2010, p. 14/5)
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