"Uno de los argumentos conservadores contra el estado del bienestar y
las políticas redistributivas es que las transferencias monetarias a
familias pobres realmente no mejoran la vida de quienes las reciben.
Las
familias que perciben ayudas directas tienden a acomodarse, se hacen
más dependientes del estado, y esto a su vez produce una cultura de la
dependencia que se transmite a sus hijos.
La literatura en este sentido es bastante rica, y hasta donde yo sé,
tiende a apuntar en sentido contrario (el bienestar de una familia pobre
mejora cuando recibe dinero), pero la mayoría de estudios son a corto
plazo, y no acostumbran a cubrir el ciclo vital completo de los niños en
estas familias. Sabemos
(y hay un montón de evidencia sobre ello) que programas tan simples
como dar créditos fiscales al trabajo a familias con pocos ingresos (un
impuesto negativo sobre la renta, vamos) mejoran el rendimiento escolar de los hijos de forma significativa por el simple hecho de aligerar el estrés de
los padres, pero es complicado decir si el recuerdo de haber recibido
de la nada hace que los pobres chavales se conviertan en adultos sin
ética del trabajo.
Un estudio reciente de Anna Aizer, Shari Eli, Joseph P. Ferrie y Adriana Lleras-Muney precisamente busca responder a esta pregunta (entrevista con Aizer aquí). (...)
los autores toman como punto de partida un programa realmente antiguo (1911-1935), el Mother´s Pension Program,
y se aprovechan de una época en que los problemas fiscales de los
estados que lo administraban les forzó a repartir ayudas básicamente
utilizando una lotería (no es un caso único – hay alguno reciente con sanidad pública…).
Aprovechando el hecho que muchos de sus receptores en los años están
muertos y que sus registros son públicos (censo, fecha de defunción,
impuestos…) Aire, Eli y compañía se dedicaron a codificar la vida de
niños en familias receptoras y no receptoras de la pensión, en lo que
sólo se puede calificar como un trabajo épico de recopilación de datos.
Las transferencias en este programa eran bastante modestas, con cada
familia recibía una pequeña cantidad de dinero durante un máximo de tres
años. Los resultados sobre la vida de los niños eran sin embargo
considerables: un 30% adicional de años de escolarización, una
probabilidad menor de malnutrición, y de forma más significativa,
ingresos un 15% superiores una vez entraban en el mercado de trabajo y
un año adicional de esperanza de vida.
Para una intervención
relativamente pequeña (dar dinero a madres pobres en lo peor de la gran
depresión) el efecto es realmente considerable, y el retorno de la
inversión de esta pequeña transferencia de renta para el estado sólo en
ingresos adicionales de los niños de cada familia probablemente muy
positivo.
Por supuesto, es un estudio; siempre hay que tomar las cosas
con cautela. Los niños que viven en los años treinta en Estados Unidos,
al fin y al cabo, entran en el mercado laboral después de la segunda
guerra mundial, en el auténtico zenith del imperio americano.(...)
Lo que parece claro es que el artículo no contradice la abundante
evidencia que las transferencias monetarias a familias pobres parecen
ayudar muchísimo a los niños de las familias receptoras.
Uno de los grandes problemas de la pobreza es que el estrés al que
somete a las familias que la sufren hacen que salir de ella sea mucho
más difícil (estrés tóxico, escasez – hablamos de ello aquí); parece que a veces la forma más efectiva de romper este ciclo es simplemente dándoles dinero.
Los pobres a menudo parecen saber en qué necesitan invertir para dejar
de serlo (desde arreglar su coche a pagar una guardería para poder ir a
trabajar), y eso contribuye decisivamente a mejorar el resultado
educativo de sus hijos. El estado de bienestar no tiene que ser
demasiado complicado para ser efectivo – y el retorno de inversión,
especialmente cuando ayudamos a familias con niños muy pequeños, es
enorme." (
No hay comentarios:
Publicar un comentario