"(...) El 100% renovable es ciencia ficción. ¿Pero es esto cierto? ¿Es
imposible garantizar un suministro eléctrico totalmente renovable con la
tecnología existente?
Pues bien, la respuesta es un rotundo no. En primer lugar, hay unos cuantos países que ya lo han hecho: Uruguay, Islandia, Costa Rica, Brasil o Noruega
tienen un sistema eléctrico total o casi totalmente renovable.
Estos
casos son relativamente excepcionales, ya que todos estos países
disponen de recursos renovables particularmente importantes. Sin
embargo, sirven para ilustrar que no existe ninguna limitación
fundamental o intrínseca, ni se necesita ninguna tecnología futurista
para que un país de 200 millones de habitantes como Brasil produzca su
electricidad sin emitir prácticamente CO2.
Además, lo que realmente hace excepcionales a estos países es el tipo
de recurso renovable del que disponen (hidroeléctrico, geotérmico), no
su capacidad total de producción.
En efecto, al contrario de lo que se
suele pensar, el principal problema técnico que tienen que superar las
energías renovables no es el de producir suficiente energía: con la
actual tecnología fotovoltaica (FV) podríamos generar toda la
electricidad que se consume en España con una superficie claramente inferior a la ocupada por carreteras.
En un momento en que la FV ya compite en precio con las fuentes
convencionales (y teniendo en cuenta que la suma de hidroeléctrica y
eólica ya proporciona casi la mitad de nuestra electricidad), es evidente que la limitación en un país como el nuestro no viene de la capacidad de producción.
En realidad, el principal problema técnico que se debe resolver para
lograr una penetración renovable muy alta es el de la controlabilidad:
en un sistema eléctrico, las fuentes de generación deben equilibrar de
manera instantánea la demanda de consumo, ya que de lo contrario se
desperdiciaría energía o se producirían apagones.
El problema está en
que algunas fuentes renovables, como la FV y la eólica, dependen de la
disponibilidad de su recurso (sol, viento), y por tanto no puede
elegirse cuánta electricidad generan en un momento dado. Así pues, un
sistema que estuviera basado sólo en eólica y FV tendría que tener
suficiente potencia instalada para que, incluso en el momento de mínima
generación –una noche con poco viento- se pudiera atender el máximo de
consumo.
Es fácil comprender que un sistema diseñado de esta manera
estaría tremendamente sobredimensionado y resultaría difícil de sostener
económicamente, y por eso se dice a menudo que las renovables necesitan
fuentes fósiles “de respaldo” que cubran la demanda en esas
situaciones. Afortunadamente, este caso extremo no es muy realista por
dos motivos:
en primer lugar, porque también existen fuentes renovables
que pueden regularse perfectamente, tales como la hidroeléctrica (salvo
en periodos de grave sequía), la geotérmica o las centrales térmicas de
biomasa. Esto hace que los países que pueden cubrir la mayor parte de su
demanda con estas tecnologías (como los mencionados antes) alcancen el
100% renovable sin problemas de controlabilidad.
En segundo lugar
porque, cuando la generación supera el consumo durante un pico de
generación solar o eólica, es posible utilizar sistemas de
almacenamiento para acumular el exceso de energía y reservarla para
momentos en que estas fuentes no están disponibles.
Para ello, el
sistema más utilizado actualmente son las centrales de bombeo: dos
embalses a distintas alturas que pueden funcionar como generador
(dejando caer el agua a través de una turbina como una presa normal) o
como almacén (bombeando agua de nuevo al depósito superior y
convirtiendo así la energía eléctrica en energía potencial).
Además,
existen otras formas de almacenamiento en desarrollo (aire comprimido y
baterías para control rápido; P2G [2] para almacenamiento a largo plazo)
que ya han probado su viabilidad técnica y sólo requieren ser
desarrolladas hasta un nivel comercial.
Otro tanto ocurre con el coche
eléctrico, que sería un caso particular de batería, y que empieza a ser
más visible en nuestras calles.
En el caso de España, la situación es bastante favorable para el
establecimiento de un sistema totalmente renovable: por un lado,
disponemos de un recurso controlable considerable (un 16% de la energía generada en 2014 fue hidroeléctrica, frente al 3.5% de Alemania,
por ejemplo).
Por otro, el recurso eólico y la irradiación solar son
altos (sobre todo en comparación con otros países europeos), por lo que
el potencial de generación renovable es muy elevado. En una tesis doctoral publicada recientemente,
y de la que resaltamos aquí algunos de los resultados principales, se
describe cómo se podría transitar a un sistema eléctrico 100% renovable
en España, empleando tan sólo tecnologías disponibles en la actualidad.
Básicamente, la transición requeriría tres cambios principales: en
primer lugar, un aumento sustancial pero no exagerado de la potencia
renovable (sería necesario instalar aproximadamente 35 GW eólicos y 25
GW fotovoltaicos, frente a los cerca de 20 y 4,5 GW que se han instalado
en la última década), que podría lograrse mediante la repotenciación de
los parques eólicos más antiguos y la generalización de la FV en
tejados mediante una legislación razonable en materia de autoconsumo.
En segundo lugar, la instalación de una cantidad moderada de renovable
controlable adicional (unos 8-10 GW), típicamente centrales de biomasa
(que podrían ser en parte ciclos combinados reconvertidos), geotérmicas o
solares termoeléctricas con sales fundidas.
Por último, un incremento
de los sistemas de almacenamiento de unos 5 GW (de los que ya están en
construcción o en proyecto al menos 3.3 GW). Hay que tener en cuenta que
se trata de un programa de máximos: la complicación del sistema crece
rápidamente a medida que uno se aproxima al 100% renovable.
Si se
mantuviera durante algún tiempo una pequeña cantidad de generación
basada en ciclo combinado (un 10%, por ejemplo) dedicada exclusivamente a
equilibrar el sistema, se reducirían en gran medida las
infraestructuras de nueva construcción y se ganaría tiempo para
implantar las medidas más complicadas.
Quizás lo más relevante de este estudio es que muestra que, en contra
de lo que se suele pensar, en este mismo momento disponemos de la
tecnología necesaria para generar toda la electricidad española de
manera 100% renovable. Sería necesario, eso sí, llevar a cabo un
programa de transición de cierta envergadura que tardaría dos o tres
décadas en completarse. (...)
Los motivos son exclusivamente políticos: tras dos décadas de
desregulación neoliberal, el Estado español ha perdido casi cualquier
capacidad para planificar o incluso influir directamente en el
desarrollo del sistema eléctrico, que está en manos de un oligopolio
verticalmente integrado [4] y dedicado únicamente a la búsqueda del
beneficio a corto plazo, si es preciso por encima del interés general.
En ese sentido, la instalación de grandes cantidades de energía
renovable no resulta económicamente rentable al oligopolio, que
construyó en la pasada década un parque de centrales de ciclo combinado gravemente sobredimensionado.
Y, por supuesto, la generalización del autoconsumo como método para
fomentar la producción renovable choca frontalmente contra los intereses
de estas empresas, que perderían una parte importante de su cuota de
mercado.
Por tanto, incluso aunque llegue al poder un Gobierno
consciente de la importancia de esta cuestión (e incluso sin
expresidentes en los consejos de administración de las eléctricas), la
transición hacia el modelo 100% renovable, independientemente de su
viabilidad tecnológica, no podrá ponerse en marcha mientras el sistema
eléctrico siga respondiendo exclusivamente a la lógica de un mercado.
Más aún, un sistema con una alta fracción de generación eólica y solar
requerirá que toda la potencia controlable y toda la capacidad de
almacenamiento disponibles se utilicen para equilibrar sus fluctuaciones
de generación. Pero esto significa que la decisión de activar unas u
otras fuentes de generación debe ser técnica (basada, por ejemplo, en un
criterio de minimización de emisiones) y no económica.
Esto no sólo es
virtualmente imposible en un mercado marginalista como el actual sino
que, a efectos prácticos, supone eliminar las prácticas especulativas de
las que proviene buena parte de los beneficios del sector (los windfall profits suponen típicamente la mitad de los beneficios
en España de las grandes eléctricas). No es sorprendente que hasta la
nuclearizada Francia, que tiene un sistema eléctrico muy diferente al
nuestro –pero a cambio retiene un considerable control público sobre su
sistema eléctrico-, nos esté adelantando en la transición energética.
En definitiva, una electricidad completamente limpia está a la vez
mucho más cerca y mucho más lejos de lo que se suele pensar: por un
lado, la tecnología necesaria está lista o al alcance de la mano.
Por
otro lado, para poder utilizarla tenemos que romper el dogma neoliberal
(que algunos parecen encontrar más inamovible que las leyes de la
física) de que es aceptable que decisiones fundamentales para el futuro
de toda la sociedad sean tomadas por un puñado de empresas que anteponen
la perpetuación de su poder económico a todo lo demás.
El verdadero
problema que bloquea el camino es político, y no técnico: las fuerzas de
mercado, por sí solas, nunca implantarán un modelo 100% renovable, o al
menos no antes de que sea tarde, demasiado tarde.
Ante una crisis energética y ecológica sin precedentes, los ciudadanos
debemos tomar el control de algo tan crítico como el sistema eléctrico
–ya sea indirectamente a través del Estado, o directamente a través del
autoconsumo o la formación de cooperativas eléctricas- y reconstruirlo
para asegurar el derecho a la energía a los que estamos aquí, y el
derecho a un planeta habitable a los que están por venir." (Daniel Carralero, José Luis Velasco, Aída González, Econonuestra, 12/12/15)
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