"La pobreza que señala la encuesta no es absoluta, sino relativa. 
Podríamos decir que más que la indigencia el índice mide la desigualdad,
 ya que considera incluidos en ese colectivo a los hogares cuyos 
ingresos netos anuales son inferiores al 60% del ingreso medio (mediano)
 del país en estudio. 
Sus condiciones económicas y sociales, por tanto, 
dependen del nivel de vida y de la renta nacional del Estado al que se 
pertenece. Los que la encuesta aquí y ahora considera pobres poco tienen
 que ver con los que se tomaría por tales en los países subdesarrollados
 o emergentes, ni siquiera con los de otras naciones europeas. Nada que 
ver los pobres de Luxemburgo, Holanda o Alemania con los de Polonia, 
Lituania o Rumania.
Parece bastante probable que los pobres de Dinamarca sean más ricos 
que el 90% de los búlgaros, teniendo en cuenta que el salario mensual 
medio de Dinamarca (3.706 euros) es diez veces el de Bulgaria. Es por 
eso por lo que carece de sentido que Eurostat facilite como índice del 
umbral de pobreza de Europa (de los 28) el 17,2% y de la Eurozona el 
17.1%, como tampoco significa casi nada que la Comisión afirme que en 
Europa hay 122,3 millones de pobres. Suma churras con merinas. 
Y es que 
estamos a años luz de constituir una verdadera unidad política; si lo 
fuéramos, los umbrales de pobreza deberían elaborarse tomando como 
referencia para todos los países el 60% del ingreso neto medio (mediano)
 de la Unión Europea. 
De esta forma, sí sería posible ver la 
distribución real de la pobreza y en qué países se acumula. Pero tal vez
 eso es lo que se intenta ocultar, porque en tal caso aparecería de 
manera evidente la contradicción y la locura del proyecto europeo.
La relatividad del concepto de pobreza también aflora con el tiempo. 
Lo que hoy llamamos pobres en España seguramente tampoco tiene mucho que
 ver con los pobres de los años 50, 60 e incluso 70. Es muy probable que
 las condiciones de vida de nuestros jóvenes indignados sean bastante 
mejores que las de sus padres y abuelos, lo que no quiere decir que no 
tengan motivos para el enojo, porque para algo la renta per cápita se ha
 aproximadamente duplicado en los últimos cincuenta años.
 La indignación
 de los jóvenes y de los no jóvenes se justifica por el hecho de que no 
existe ninguna razón económica para que se pierdan las conquistas 
sociales y económicas conseguidas y para que, por el contrario, no se 
continúen incrementado si, como es perfectamente posible, la renta per 
cápita mantiene una evolución similar a la seguida en el pasado.
El hecho de que esta estadística no constituya un buen indicador de 
la pobreza absoluta no implica que no nos suministre información 
sumamente interesante, en especial acerca del grado de desigualdad que 
afecta a una sociedad. Lo que convierte irritante a la pobreza es 
principalmente la falta de equidad con la que a menudo va asociada. 
Un 
primer dato a resaltar es la falacia que se esconde tras la exaltación 
que tertulianos, comentaristas y políticos realizan acerca de la clase 
media, tomando por tal la que no lo es. Según la encuesta, el ingreso 
anual neto por hogar se sitúa en 26.092 euros, muy alejado de las rentas
 de todos aquellos que se identifican con la clase media y que, en una 
especie de victimismo, se sienten enseguida perjudicados por toda medida
 fiscal progresiva.
Los resultados de la encuesta nos indican también que la llamada 
recesión económica ha dañado fuertemente el ingreso medio de los 
españoles y, además, algo que ya sabíamos: lo ha hecho de manera 
desigual recayendo en mayor medida sobre las rentas bajas, por lo que el
 umbral de pobreza ha subido a lo largo de estos años en dos puntos y 
medio.
 Así mismo, nos demuestra que una cosa es la macroeconomía y otra 
la microeconomía, y que las crisis económicas dejan en las sociedades 
secuelas muy profundas que perduran mucho más allá de la reconstrucción 
de los datos macroeconómicos. 
Los últimos resultados señalan que la 
recuperación de las tasas de crecimiento solo está sirviendo para que el
 umbral de pobreza deje de aumentar, incluso para que descienda 
levemente, pero que tardará mucho en alcanzar (si es que un nuevo 
empeoramiento de la actividad económica no se lo impide) los niveles 
anteriores a la crisis. 
La situación habría sido sin duda mucho más dura sin la política 
redistributiva del Estado, que corrige la desigualdad en el reparto de 
la renta que realiza el proceso productivo; gracias a ella, el umbral de
 pobreza se reduce nueve puntos (del 31 al 22%), según consideremos los 
ingresos, bien brutos, es decir, tal como se generan en el mercado, o 
bien netos, después de la actuación fiscal y presupuestaria del Estado. 
 El maltratado Estado del bienestar sirve de paracaídas y ha sido la 
única tabla de salvación a la que han podido aferrarse muchas familias. 
Comparativamente con otros países europeos, España se encuentra en la 
media tirando hacia abajo; desde luego el impacto del Estado es menor 
que en los países nórdicos como Finlandia, Dinamarca (15 puntos) o 
Suecia (13 puntos) y también menor que en Inglaterra (13 puntos), 
Bélgica (12 puntos), Francia, Austria y Luxemburgo (11 puntos), Holanda 
(10 puntos) e incluso sorprendentemente que en Grecia (14 puntos); pero 
se mantiene a la par de Alemania y es superior que en Portugal y en 
Italia, con siete y cinco puntos respectivamente. 
Si existe una 
constante es que en todos los países la política redistributiva de la 
Hacienda Pública se ha reducido en los últimos años.
La encuesta facilita también información acerca de cómo se distribuye
 territorialmente la pobreza. A diferencia de la Unión Europea -que por 
mucho que pregone otra cosa no deja de ser nada más que una unión 
comercial y financiera-, en España al constituir, hoy por hoy y mal que a
 algunos les pese, una unión política, el umbral de pobreza de cada 
Comunidad Autónoma se calcula con referencia al ingreso neto nacional, 
de manera que en este caso el índice sí expresa la distribución real de 
la pobreza.
 Frente a una tasa nacional del 22,1%, las “regiones 
explotadas”, Navarra, País Vasco y Cataluña, poseen las tasas de pobreza
 más reducidas (9,8; 10,9 y 13,9%, respectivamente); mientras que las 
“regiones explotadoras”, Andalucía, Murcia, Extremadura y Castilla-La 
Mancha, (35,7; 31,8; 29,0; 28,5%, respectivamente), arrojan las más 
elevadas del país. 
Y eso después de la acción redistributiva del Estado,
 de la que están ausentes País Vasco y Navarra, y que tanto incomoda e 
irrita al nacionalismo catalán que quiere la independencia gritando que 
España les roba. Lo más indignante es que muchos de los que se declaran 
de izquierda caen en esa trampa."          (Juan Francisco Martín Seco, República.com, 02/06/16)
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