"Los economistas del mundo
están batallando con algo nuevo que les es muy difícil explicar. ¿Por
qué es que los precios del mercado de valores han continuado subiendo
pese al hecho de que algo conocido como crecimiento parece estar
estancado?
En la teoría económica dominante no se supone que funcione de
tal modo. Si no hay crecimiento, los precios del mercado deberían
declinar, estimulando por tanto el crecimiento. Y cuando se recupera el
crecimiento, entonces los precios del mercado vuelven a subir.
Todos aquellos que son fieles a esta teorización dicen que la
anomalía es una aberración momentánea. Algunos niegan incluso que sea
cierto. Pero hay otros que consideran la anomalía un desafío importante a
la teorización dominante. (...)
Hace no tanto, el estancamiento secular fue un término utilizado por
muchos analistas, primordialmente para describir el estado de la
economía japonesa, al comienzo de los años 90 del siglo XX.
Pero desde
2008 el uso del concepto se ha aplicado a diversas regiones –miembros de
la zona del euro, como Grecia, Italia e Irlanda; Estados ricos en
petróleo, como Rusia, Venezuela y Brasil; recientemente también Estados
Unidos, y potencialmente actores económicos previamente fuertes como
China o Alemania. (...)
Déjenme proponerles una vez más otro modo de entender el
estancamiento secular. La economía-mundo capitalista ha existido en
partes del globo desde el siglo XVI. Yo le he llamado el sistema-mundo
moderno. Se ha expandido de un modo constante en lo geográfico
terminando por abarcar el mundo entero desde mediados del siglo XIX. Ha
sido un sistema muy exitoso en términos de su principio rector: la
interminable acumulación de capital. Es decir, la búsqueda de acumular
capital de modo de acumular más capital aún.
El moderno sistema-mundo, como todos los sistemas, fluctúa. También
tiene mecanismos que limitan las fluctuaciones y lo empujan hacia un
renovado equilibrio. Esto semeja un ciclo de altas y bajas. El único
problema es que las caídas nunca retornan al punto bajo previo, sino a
uno un poco más alto. Esto se debe a que en el complejo patrón
institucional hay resistencia a ir hasta el fondo. La forma real de los
ritmos cíclicos es dos pasos hacia arriba y un paso hacia abajo. Por
tanto, el punto de equilibrio se mueve. (...)
Mientras que antes de ese punto los grandes esfuerzos por transformar
el sistema tuvieron como efecto pocos cambios, ahora lo opuesto es
cierto. Cada pequeño esfuerzo por cambiar el sistema tiene un gran
impacto. Es mi argumento que el sistema-mundo moderno entró en su crisis
estructural cerca de 1970 y se mantendrá en ella todavía otros 20-40
años más. Si deseamos evaluar las acciones útiles, necesitamos tener en
cuenta dos temporalidades diferentes: el corto plazo (a lo sumo tres
años) y el mediano plazo.
A corto plazo lo que podemos hacer es minimizar el sufrimiento de
quienes son los más afectados negativamente por la creciente
polarización en el ingreso que está ocurriendo. La gente vive en el
corto plazo y necesita alivio inmediato. Sin embargo, tal alivio no
cambiará el sistema. El cambio puede ocurrir a mediano plazo conforme
los que favorecen una clase u otra de sistema sucesor obtienen la
suficiente fuerza para inclinar la bifurcación hacia su propia
dirección.
He aquí el peligro de no ir lo suficientemente lejos en el análisis
crítico del sistema. Sólo si uno mira con claridad que no hay salida del
estancamiento persistente uno puede de hecho volverse lo
suficientemente fuerte para ganar la batalla política y moral.
Una punta de la bifurcación pugna por remplazar el capitalismo por
otro sistema que será tan malo o más que el anterior, manteniendo los
rasgos cruciales de jerarquía, explotación y polarización. La otra punta
pugna por un nuevo sistema que sea relativamente igualitario y
relativamente democrático.
En los años por venir, habrá vueltas que parezcan indicar que el
sistema vuelve a funcionar. Puede incluso subir el nivel de empleo en el
sistema como un todo (la medida clave del estado del sistema). Pero tal
alza no podrá durar mucho, porque la situación global es demasiado
caótica. Y el caos paraliza la presteza de los poderosos emprendedores y
de las personas simples por igual, en lo tocante a gastar el capital
remanente en formas que tienen el riesgo de pérdida y, por tanto, de su
supervivencia.
Estamos en un alocado viaje, uno que no es nada placentero. Si nos
hemos de comportar con sensatez, el primer requisito es la claridad de
análisis, seguida de decisiones morales y juicio político. El fondo del
asunto es que ya hace mucho rebasamos el punto en que el capitalismo
como sistema histórico pueda sobrevivir." (Immanuel Wallerstein , La Jornada, en Rebelión, 26/09/16)
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