25/4/17

La renta básica, idea de derechas, es una forma de calmar a la gente cabreada por la precariedad, para darles lo suficiente para que sobrevivan

"Eduardo Garzón es economista y asesor de economía del Ayuntamiento de Madrid. Su nombre está estrechamente ligado al de su hermano, Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida. Presenta ahora su libro Desmontando los mitos económicos de la derecha (Ediciones Península), en el  que busca acabar con la idea de que otra política económica no es posible.  (...) 

Entonces, ¿diría que es partidario de un capitalismo pero reformado y más social o se definiría, como hace su hermano Alberto Garzón, comunista?

No se puede hacer una distinción clara entre capitalismo y no capitalismo. El capitalismo es como los perros, es una especie animal pero cuando uno mira un chihuahua sabe que no tiene nada que ver con un pastor alemán. En cada país, a pesar de que todos se rigen por un sistema que en esencia es el mismo, este se materializa de una forma diferente. 

En algunos hay mucho más de capitalismo que en otros. La pregunta sería cuánto de capitalismo tendríamos que tener. En mi opinión tendríamos que tener menos pero eso no significa que tengamos que romper con toda la lógica del sistema capitalista, que haya que ir a un sistema radical y muy diferente.

La idea es reducir los espacios que hoy viven regidos por la lógica capitalista –si me sale rentable empiezo una actividad económica y contrato a gente– eliminarla de los sectores estratégicos y más importantes para la actividad económica. 

La tendencia es desgraciadamente la contraria: el neoliberalismo, que supone ampliar todos esos espacios, reducir salarios para aumentar los beneficios del capital, reducir los espacios públicos de la sanidad, la educación y las pensiones para que el negocio privado pueda hincarle el diente. (...)

¿Debe cambiar la definición de paro y empleo en un mundo del trabajo que ha cambiado mucho en los últimos años?

En el libro lo resumo con una frase: que no haya empleo no significa que no haya trabajo. Hoy día hay mucha gente que está realizando un trabajo útil para nuestras sociedades y como no se ha remunerado, como los cuidados, no se considera empleo.

 Lo que hay que hacer es que todo aquel trabajo, todo esfuerzo físico o intelectual que redunda en beneficio de nuestros prójimos, tiene que ser considerado empleo.

 ¿Cómo? Remunerándolo, dignificándolo y repartiéndolo de forma solidaria entre hombres y mujeres. Desde mi punto de vista eso debe hacerse mediante el trabajo garantizado: todas esas actividades trasladándolo en la medida de lo posible al ámbito público, a un empleo remunerado y más cualificado y profesionalizado. 

¿Sería el Estado el que se haga cargo de esos empleos?

Exactamente, pero eso no quiere decir que sea una panda de burócratas en Madrid la que decida lo que se va a hacer, por ejemplo, en Almería. Se trata de que se articule a través de mecanismos de participación democráticos, que la propia gente diga cuáles son las necesidades de su ciudad, y a partir de ahí se diseñen los puestos de trabajo que sean necesarios.

¿Es la renta básica una fórmula contra la precariedad o para afrontar el nuevo mundo del trabajo que se está creando?

La renta básica fue ideada por personas de derechas, era una forma de calmar a la gente cabreada por sus trabajos o por la precariedad, para darles lo suficiente para que sobrevivan y quizá algo más, y no poner en cuestión los desequilibrios de poder y de renta y riqueza que existan.

 Con esa perspectiva no estoy de acuerdo, tampoco nadie desde el ámbito de la izquierda. Lo que se propone desde un sector de la izquierda es diferente, es una renta para empoderar a la gente frente a los empresarios.

¿Y cómo conseguir una cosa y no la otra, cómo empoderar sin que el efecto sea que los empresarios bajen salarios?

Es muy difícil, por eso soy muy crítico con la renta básica. Creo que la renta básica no debería ser, al menos no toda, en dinero sino en especie. Por ejemplo, la sanidad y la educación ya es renta básica en especie. Tendríamos que hacer lo mismo con la alimentación, el transporte, el alojamiento y podríamos pensar también en la energía o, por qué no, las telecomunicaciones.

 En lugar de dar dinero y que se busquen las habichuelas en un mercado contaminado por desequilibrios de poder, controlarlo y regularlo a través de decisiones democráticas, transportes, participativas y atendiendo a criterios sociales, ecológicos, de género...  

A partir de ahí toda la persona que quiera trabajar, que lo haga, que no tiene por qué ser ocho horas al día, puede ser cuatro, tenemos los recursos para hacerlo. (...)"             (Entrevista a Eduargo Garzón, Ana Requena Aguilar, eldiario.es, 19/04/17)

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