"Uno de los argumentos esgrimidos en favor de la Renta Básica Universal
es que los robots están quitando el trabajo a los obreros; que los
trabajadores se van a quedar masivamente sin empleo y por tanto
necesitan una RBU que les permita vivir, dignamente, sin trabajar.
Se
proyecta así una sociedad futura “ideal” en la que una oligarquía
capitalista posee un enorme ejército de robots controlados por una
minoría privilegiada de obreros especialistas, mientras la mayoría
social puede sobrevivir sin trabajar gracias a la RBU. ¿Es eso lo que
queremos? (...)
La RBU es un proyecto de la derecha ideológica ultraliberal. La defendió
hace más de cincuenta años Milton Friedman, el economista neoliberal
cofundador de la sociedad Mont Pelerin. Está experimentando con ella la
coalición de centro derecha que gobierna en Finlandia, una especie de PP
y C’s bálticos.
La RBU más avanzada y en funcionamiento es la que se
está aplicando en Alaska, gobernada por republicanos del ala más extrema
como Sarah Pallin, la del “tea party”. La ha defendido más
recientemente Jamie Dillon, el CEO de J.P. Morgan, en la última reunión
de Davos, justificándola como respuesta necesaria a la robotización. Con
la excusa de los robots, tratan de sustituir las prestaciones del
Estado del Bienestar por rentas monetarias que se puedan gastar en el
“libre mercado”.
Nos están engañando. Las máquinas, incluidos los
robots, no le quitan el trabajo, ni nada, a nadie. Al revés, nos
proporcionan más tiempo libre ya que con menos horas de trabajo podemos
producir igual o mayor cantidad de bienes y servicios.
A comienzos del
siglo XIX los luditas y otros movimientos espontáneos trataron de romper
las máquinas por miedo a perder sus empleos. Después se perdió el
miedo, los obreros que trabajaban con máquinas obtuvieron sueldos más
altos con menos horas de trabajo y se alcanzó el pleno empleo a pesar
del extraordinario crecimiento de la población británica. Es cierto que
los tejedores artesanos del s. XIX tuvieron que cambiar su forma de
trabajar.
Es cierto que los empleados de almacén actuales que conducen
carretillas torito para mover paquetes están siendo despedidos porque
hay carretillas robotizadas que hacen más eficazmente su trabajo. Pero
si no encuentran empleo alternativo en España no es por los robots.
Ni
los robots, ni los inmigrantes, ni quien mañana se presente en tu puesto
dispuesto a trabajar por un euro menos la hora son los causantes del
desempleo en nuestro país. Hay otra respuesta a los robots, a los
avances tecnológicos que aumentan la productividad, que consiste en
crear más empleos y mejor repartidos.
En España hay mucho trabajo por hacer. En España se
necesitan muchos trabajadores. Los sistemas sanitario, educativo, de
cuidados al medio ambiente o a dependientes, menores y ancianos, son muy
deficientes y con insuficientes trabajadores que, además, suelen lidiar
con jornadas laborales exhaustivas.
Hay industrias nacientes que
producen o usan energías limpias y sostenibles, nuevos tipos de máquinas
y generadores, nuevos productos, nuevos servicios. Las necesidades
humanas están en continua expansión. Los deseos de la humanidad son y
serán siempre insaciables y para satisfacerlos y progresar hace y hará
falta siempre mucho trabajo. Lo que falta no es trabajo, es empleo.
El
empleo requiere una combinación de trabajo y capital, es decir,
trabajadores y máquinas. Y en España, los que pueden invertir en
máquinas (empresas y Estado) no lo están haciendo.
De momento y a pesar de los grandes avances
tecnológicos, nunca como hoy ha habido tantas personas empleadas en el
mundo. Según el Informe 2016 de la Federación Internacional de Robótica
(IFR) el país más robotizado del mundo es Corea del Sur que tiene 53
robots por cada mil empleados. La tasa de desempleo en Corea es del
3,6%.
El segundo es Singapur con 40 robots por cada mil empleados. Su
tasa de desempleo es del 2,2%. Los dos siguientes en robotización son
Japón y Alemania con tasas de paro del 2,8% y del 3,7% respectivamente.
Estos datos demuestran que los robots no generan
desempleo. Por el contrario, son las situaciones de pleno empleo las que
impulsan la robotización. Los robots requieren fuertes inversiones que
sólo se justifican para sustituir trabajadores escasos con salarios
altos en sectores industriales avanzados. Los robots no son los enemigos
de los desempleados sino al revés: el desempleo es enemigo de la
robotización.
La precariedad laboral permite ofrecer salarios de miseria
que hacen innecesaria la sustitución de trabajo por capital y reducen
la rentabilidad de las inversiones en robots.
Los diversos sistemas económicos son formas de
organizar el trabajo en la sociedad: generan una estructura de empleos
que son asignados y distribuidos, mejor o peor, entre la población.
Participar en un puesto u otro de ese sistema de empleos remunerados es
la forma que actualmente garantiza la inserción del individuo en la
sociedad, la integración en la misma.
El equipo de compañeras en el
taller o en la oficina es un núcleo social tan necesario para nuestro
equilibrio mental y nuestra felicidad como la familia. La persona
desempleada está y se siente en cierto grado marginada de la sociedad,
aunque dedique parte de su tiempo a otras actividades sociales.
El
ideal, en nuestra humilde opinión, es gozar de un empleo remunerado en
el sistema económico que nos permita disponer del tiempo necesario para
nuestra vida y nuestros proyectos privados, de un tiempo que, como hemos
dicho en otra parte, no esté medido en dinero.
Las máquinas, los
robots, al aumentar la productividad del trabajo en los empleos
remunerados, permiten reequilibrar los tiempos mercantilizados con los
tiempos privados en nuestras vidas.
Imaginemos una sociedad en la que todos sus miembros
recibieran una RBU. Los que no tuvieran empleo remunerado, los que sólo
tuvieran la RBU, serían muy evidentemente los más pobres y tendrían
plena consciencia de ello. ¿Qué efectos tiene la conciencia de ser los
más pobres de la sociedad? Esa gente se sentiría pobre y marginal, sea
cual sea el importe de la RBU. No puede haber una RBU “digna”.
Los que
se reconozcan a sí mismos como “los más pobres” se sentirán el escalón
más bajo de la sociedad. Y esa percepción ya sabemos que conduce a
comportamientos de riesgo: drogas, delincuencia, violencia. El sueño de
“¡Que trabajen los robots!” sería una pesadilla.
Hay por tanto otra posible respuesta a los avances
tecnológicos: la reducción de la jornada laboral y el adelanto en la
edad de jubilación voluntaria; una política industrial que promueva las
PYMEs tecnológicas innovadoras y las defienda de los tiburones; la
promoción de las nuevas tecnologías limpias y sostenibles; la creación
de más empleos en educación y salud, en cuidados a dependientes y al
medio ambiente.
El esfuerzo fiscal de una RBU tendría que hacerse a
costa del Estado de Bienestar cuando lo que hace falta es justo lo
contrario: fortalecerlo.
Escapar de la falsa dicotomía “robots vs. empleo” nos
permite explorar una escala mayor de posibilidades. Podemos imaginar
otra utopía en la que la productividad y los salarios aumenten, la
jornada laboral disminuya y tengamos más tiempo para cuidar de nuestras
hijas y nuestras madres, para tejer bufandas de lana o para participar
en el teatro del barrio.
En cualquier caso, siempre habrá personas que
por razones de salud, de conflictos familiares o por las malas políticas
públicas estén en riesgo de exclusión. Para éstas es necesario también
diseñar un sistema de rentas básicas específicas.
En otro artículo hemos explicado que “renta básica”
es cualquier renta que se conceda no como contrapartida de una
contribución al sistema productivo sino la justificada en el derecho a
una vida digna reconocido en la Declaración de los Derechos Humanos y en
las constituciones de la mayoría de los países.
En este sentido las
rentas básicas pueden ser en parte monetarias (las llamadas rentas
mínimas, o de inserción, o de garantía) y parte en especie, tales como
bonos de acceso básico a vivienda, electricidad y agua; rentas básicas
en especie son también el acceso gratuito universal a la sanidad y la
educación, a un sistema de cuidados a dependientes, a un medio ambiente
limpio.
El proyecto de una RBU monetaria supone la desaparición de todos
los demás tipos de rentas básicas monetarias (incluyendo las pensiones
de jubilación, los subsidios de desempleo, las becas estudiantiles) y
pone en peligro las rentas básicas en especie, es decir, las
prestaciones del Estado de Bienestar.
Hay muchas necesidades y mucho trabajo por hacer. Se
pueden crear empleos remunerados para todas. Se pueden garantizar rentas
básicas. Los robots, como las demás máquinas y avances tecnológicos,
solo vienen a facilitarnos el trabajo y a permitir que se satisfagan más
necesidades.
Es una falacia utilizar la robotización para justificar la
Renta Básica Universal. La utopía de una sociedad en la que solo los
robots trabajan es una distopía. El sueño de que una parte de la
población sobreviva sin empleo es una pesadilla." (Coral Martínez Erades y Juanca Martínez Coll, Economistas sin fronteras,
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