"Este artículo presenta brevemente el modelo político y económico que Michael Albert y Robin Hahnel han llamado Parecon
(Participatory Economics o Economía Participativa). El modelo ha
suscitado gran interés dentro del movimiento libertario y en todos
aquellos teóricos y activistas que están generando y proponiendo
alternativas al sistema socioeconómico dominante.
La Economía Participativa, que
nació a principios de los 90, pretende promover que todas las
decisiones económicas a la hora de producir y consumir sean tomadas de
una forma democrática y participativa.
Como democrática, los autores no
entienden la actual estructura de democracia representativa, sino
aquella en la que las personas participan directa y activamente en
todas las cuestiones que afecten, en mayor o menor grado, sus vidas.
Pero voy a dejar que sea M. Albert quien defina su modelo:
“El Parecon rechaza la
propiedad privada de los medios de producción, la organización
corporativa del trabajo y los mercados y/o la planificación
centralizada. En vez de ser los capitalistas o los gerentes los que
gobiernen a los trabajadores, Parecon es una economía donde los
trabajadores y los consumidores cooperan para determinar sus
preferencias económicas y se benefician de éstas, de forma que promueven
la equidad, la solidaridad, la diversidad y la autogestión. El Parecon
no entiende de clases.”
El análisis que M. Albert y R.
Hahnel hacen a la hora de comparar diferentes estructuras
político-socioeconómicas toma como punto de partida cinco “valores
económicos”: equidad, diversidad, solidaridad, autogestión y
eficiencia.(...)
El modelo de la Economía Participativa
Antes de nada, voy a explicar las
instituciones que constituyen el modelo y sus características básicas
para poder entender así mejor la crítica que posteriormente vayan a
hacerle:
1.- Consejos de productores y consumidores:
estos serían los órganos fundamentales para la producción y el
consumo. Las personas toman el papel de productores (en la fábrica,
oficina o lugar donde trabajen) revelando públicamente las
características cuantitativas (que podrían representarse mediante un
sistema de precios) y cualitativas de su trabajo: el tiempo y los
materiales necesarios para producir, el grado de esfuerzo que la tarea
implica, las habilidades necesarias para realizar la tarea, las
condiciones laborales, etc.
La toma de decisiones se haría
democráticamente y dependiendo de su relevancia tendría que aprobarse
por una votación por mayoría, 2/3 del total o si fuera necesario, por
consenso. Los consumidores tendrían que aportar la misma información
pero agregando las preferencias de cada individuo, barrio, pueblo,
ciudad, región o federación, en un plan propio.
Esto es porque existen
diferentes niveles de necesidades, no es lo mismo necesitar un cepillo
de dientes, que una biblioteca pública para el municipio o una
carretera que una dos ciudades; cada agrupación haría una propuesta con
su cesta de consumo teniendo en cuenta el trabajo que cada unidad
hubiera realizado y lo que se ha necesitado para producir dichos
bienes, al igual que las condiciones de los trabajadores que producen
dichos bienes.
2.- Planificación participativa:
En asambleas de barrio, ciudad, región y federación, se toman y
coordinan las decisiones que afectan a cada nivel, uniendo propuestas y
resolviendo los conflictos que puedan surgir de las diferentes
preferencias.
Así, siempre y cuando se asegure una cesta de consumo
mínimo por cada barrio y por cada individuo, independientemente del
trabajo mejor o peor realizado; a través de los precios, que reflejaban
las características cuantitativas del proceso productivo, y la
información cualitativa que los trabajadores hayan aportado, las
asambleas intentarán enlazar la oferta y la demanda repetidas veces,
haciéndoles a los agentes modificar sus propuestas hasta que lleguen a
un punto en común. Albert y Hahnel proponen que exista un Comité de Asistencia a la Iteración que trabaje exclusivamente para coordinar este proceso.
3.- Combinaciones equilibradas de empleo:
El modelo de la Economía Participativa no aboga por la
especialización, que supone la existencia de personas con mayor
capacitación para obtener información y habilidades, sino por que cada
persona realice una pluralidad de tareas y se promueva la rotación en
el lugar de trabajo.
De esta forma, el cirujano no sólo se dedicaría a
operar al paciente, también tendría que, por ejemplo, destinar una
parte de su trabajo a limpiar y organizar el laboratorio o a hacer la
labor de secretario. Cada cual sería libre de decidir dónde trabajar,
pero debido a que el empleo no estaría restringido exclusivamente a una
tarea, los trabajadores tendrían que realizar una pluralidad de
actividades asumiendo diversas responsabilidades.
4.- Remuneración: Ya que
en el Parecon no existe la propiedad privada sobre los medios de
producción (aunque sí que se concibe la posesión de ciertos bienes,
concepto que Proudhon bien describió), la variable que proponen como
retribución al trabajo que cada individuo aporta a la sociedad es el
esfuerzo.
Es decir, proponen que la remuneración tendría que calcularse
según las horas de trabajo empleadas y, teniendo en cuenta también,
cuánto de satisfactoria fuese la tarea realizada. Así, habría que
establecer ciertas medidas estándares basándose en las horas de trabajo y
la información cualitativa enviada por cada puesto de trabajo.
Por
ejemplo: en un mismo puesto de trabajo que agrupe una serie de tareas
similares, obtendría una mayor remuneración aquel que trabajara
proporcionalmente más horas aparte del mínimo necesario, sin tener en
cuenta la productividad de cada trabajador. Esta remuneración extra la
habría obtenido para poder consumir alguna facilidad que estuviera fuera
de la cesta básica de consumo otorgada a cada persona por el mínimo de
horas que se le exige. Tampoco tendría por qué cobrar más un editor
que trabaja seis horas que un minero que trabaja cuatro, ya que el
trabajo del último es más arduo y menos gratificante que el del
primero.
¿Cómo responden estas cuatro características ante los principios de equidad, diversidad, eficiencia, solidaridad y eficiencia?
“Una buena definición de
equidad es que cada persona recibe por lo que ha hecho lo que merece.
[…] El Parecon recompensa el esfuerzo y sacrificio. Si uno piensa que
hacer esto es justo, favorecerá el Parecon en esta puntuación. […] No
todo el mundo obtendrá lo que siempre merece, pero las desviaciones no
serán sistémicas, no enriquecerán a ningún sector a expensas de otro.”
En cuanto a la solidaridad,
ya que nadie se puede beneficiar a expensas de terceros, además de que
si alguien mejora sus condiciones laborales también mejorarán las de
los demás (debido a las combinaciones equilibradas de empleo), podemos
decir que cuando una persona gana, ganan los demás. Esta dinámica
promueve la solidaridad y la reciprocidad, al igual
que suscita el deseo de querer que los demás mejoren su condición
porque dichas mejoras nos repercutirán a su vez positivamente.
La rotación y la capacitación de
las personas en las diferentes tareas que puedan realizarse en un lugar
de trabajo promueven la diversidad, al igual que enriquece los
conocimientos y habilidades de los trabajadores. Este dinamismo limita
la estratificación y potencia que las personas lleguen a realizarse y
disfruten de la variedad.
Así habla Albert de la autogestión:
“Las decisiones en este modelo se toman según el método que mejor
permita a la persona influenciar proporcionalmente sobre las decisiones
de acuerdo a cuánto le repercutan sobre sí mismo. ¿Puede conseguirse
esto todo el tiempo? Por supuesto que no. Pero, ¿proporciona el Parecon
el contexto, la información y los incentivos para lograr dicho
objetivo? Sí, es una característica clave del modelo.”
Para terminar, la respuesta que dan al criterio de eficiencia
es completa pero muy extensa, por lo que me ceñiré a decir que, debido a
que el Parecon pretende integrar en la toma de decisiones a los
agentes que se benefician o perjudican de la actividad económica, las
decisiones a las cuales se llegue, revelarán preferencias más exactas
que las que la economía de mercado o la planificación centralizada pueda
ofrecer con su sistema de precios.
El resultado de los procesos de
negociación será más exacto al introducir información cuantitativa
(precios) y cualitativa (condiciones laborales, etc.), y los recursos
que se destinen tendrán un mayor grado de adecuación con las necesidades
y preferencias de los individuos y la sociedad.
Algunas conclusiones
Antes de terminar, me gustaría
comentar brevemente una cita de R.Hahnel durante su conferencia en las
Jornadas del Centenario de la CNT (22 de abril de 2010, Barcelona):
“la perspectiva anarquista no
ve la necesidad de planificar detalladamente los procedimientos que
ayuden a productores y consumidores, quienes deberían tener autonomía
en algunos aspectos pero no en otros. Actividades de planificación que
están fuertemente interrelacionadas y que deben realizarse
simultáneamente de forma equitativa y eficiente. Por
desgracia, como economista profesional debo decir que me parece que
todo el debate dentro de la Izquierda acerca de cómo organizar una
economía autogestionada peca de… ¿cómo decir esto sin caer en el
insulto?… ingenuidad y desinformación, le sobra la tozudez del creyente
pero carece de soluciones concretas para problemas reales.”
Como él bien expresa, la izquierda
radical ha tenido y tiene (todavía) miedo en plantear abiertamente un
programa político-económico completo. Puede ser porque nadie quiera
caer gratuitamente en disquisiciones fútiles. De hecho, probablemente
sean conscientes Hahnel y Albert de que el Parecon, tal y como lo
proponen, nunca llegue a existir, ni llegue siquiera a aproximarse a la
sociedad del futuro (sea lo que sea) en lo más mínimo. Supongo que la
gente no quiere arriesgarse a presentar (para no imponer) públicamente
una visión de cómo tenemos que interactuar en el mundo, y de cuáles son
las pautas que debemos seguir para llegar a la deseada libertad,
porque nadie posee ni poseerá dicha llave.
Pero tampoco quita que haya que
intentar imaginar y visualizar aquel objetivo por el que trabajamos y
luchamos, ya que puede facilitar el trabajo del presente y la creación
de estrategias y tácticas de actuación eficaces. En este caso, los dos
economistas americanos se han zambullido en el difícil trabajo de
estructurar y delimitar las diferentes pautas y órganos que podrían
regir una futura sociedad. No hay que restar importancia al esfuerzo
que han realizado para explicar por qué es deseable una “visión
económica anarquista”, ya que este trabajo puede llegar a aportar ideas
que clarifiquen algunos de los principios por los cuales nos podríamos
mover, al igual que, como ya he dicho antes, algunas de las
estrategias que podríamos establecer para cambiar, si es posible,
nuestra sociedad.
Recomiendo, por lo tanto, la lectura del libro Parecon: Vida después del capitalismo,
porque puede resultar útil para que desaparezcan de nuestra conciencia
ciertas reticencias a nuevos modelos, y podamos plantear sin miedo y
con mayor claridad programas políticos mejor estructurados y
presentarlos como una alternativa bien fundamentada al sistema
socioeconómico predominante. (...)" (Jon Las Heras Cuenca, Economía crítica y crítica de la economía, 20/05/12)
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