"La crisis del coronavirus ha obligado a los gobiernos
a tomar medidas que, para proteger a la población, atentan contra los valores
del neoliberalismo. Muchas de las decisiones que se han tomado en los últimos
días son demandas que el ecologismo lleva reclamando desde hace décadas. ¿Por
qué no se aplica la misma contundencia para frenar la crisis climática?
«El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con
impactos temporales, pero el cambio climático ha estado
allí por muchos años y se mantendrá por muchas décadas, y
requiere de acción continua. No vamos a combatir la crisis climática con un
virus». Así de contundente se ha mostrado Antonio Guterres, secretario
general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El COVID-19 se ha convertido en
pandemia esta semana y los gobiernos empiezan a actuar con una contundencia sin precedentes que, en cierta
medida, sumerge a las sociedades en una realidad distópica en la que los besos,
los abrazos y el contacto físico han quedado abolidos por temor al contagio.
El virus se multiplica con rapidez y, ante el riesgo de una propagación
que colapse el sistema sanitario, se han empezado a
tomar medidas importantes que, en parte, son también reclamos históricos
del ecologismo. Los principios vitales del neoliberalismo
han sido trastocados por la pandemia, las emisiones de CO2 asociadas a la
actividad económica intensiva empiezan a descender con la prohibición de vuelos y el impulso de
otras medidas que restringen el transporte. Esto es algo que ya ha ocurrido en
China, donde la crisis sanitaria
evidenció el impacto ambiental del capitalismo.
En esta situación, el coronavirus ha puesto sobre la mesa que las
restricciones sociales y económicas para salvar vidas son respaldadas por la
sociedad, pero también desvela las contradicciones de los ejecutivos a la hora
de afrontar de cara la crisis climática, que también causa miles de muertes en
todo el mundo.
«El
cambio climático es más mortal que el coronavirus», argumentan desde la
ONU. Tanto, que un informe reciente del Instituto Max
Planck y el Departamento de Cardiología de la Universidad de Mainz, calificaba las muertes
causadas por la contaminación atmosférica –uno de los causantes del
calentamiento global– como una pandemia y advierte de que cerca del 66% de las
muertes prematuras que se producen cada año están asociadas a la polución
generada por la quema de combustibles fósiles.
Los datos de la ciencia no se quedan ahí, sino que los informes del IPCC –expertos científicos de la ONU– hablan de
escenarios futuros en los que las consecuencias de la crisis climática hará
desaparecer territorios costeros y afectará a cerca de 1.500 millones de
personas que se verán inmersas en un escenario de crisis
humanitaria.
La ciencia lleva décadas reclamando un cambio de rumbo que nunca ha llegado
por las férreas posturas de las élites económicas y los mercados.
Ahora, una pandemia vírica ha propiciado que
los Gobiernos no tengan recelo a la hora de poner la vida por delante de la
expansión económica. Pero, ¿por qué no se actúa con las
misma contundencia en materia climática?
Para Javier Andaluz, experto en política climática internacional de Ecologistas en Acción, todo tiene que ver con la diferencia de los tiempos existentes entre la
crisis del coronavirus y las consecuencias del calentamiento global. «Las
emergencias sanitarias hacen que los países cancelen normas sagradas para el
capitalismo y tomen medidas muy potentes sin esperar a consenso
internacionales. Ahora mismo los gobiernos están aprobando
medidas unilaterales sin esperar al resto. Si se les da a elegir
entre el comercio o proteger a la población, eligen lo segundo, y esto es algo
que no está ocurriendo con la crisis climática».
No en vano, hay quien ve en esta pandemia una arista positiva desde el punto
de vista ambiental. No sólo por la reducción de emisiones de CO2 –que podría mermar el número
de las muertes prematuras por contaminación–, sino por la forma de actuar.
Aunque la crisis del coronavirus dista mucho de la situación alargada de
emergencia climática, las medidas que se están tomando estos días pueden servir
de ejemplo para afrontar el reto de reducir las
emisiones y revertir la expansión material de la economía.
«Estamos viendo que el Gobierno está ejerciendo una enorme labor de
pedagogía a la población para que comprenda las razones de estas medidas»,
exponen desde Ecologistas en Acción, para señalar que esa comunicación puede
resultar imprescindible si se pretende que la ciudadanía asimile los cambios
estructurales que plantea la ciencia ambiental.
En cualquier caso, pese a que la crisis climática y el COVID-19 comparten
ciertos formas de actuar, tienen unos resultados muy diferentes. Es cierto que
el ecologismo global lleva años clamando por una reducción de la aviación y el
transporte, pero el cambio de paradigma que ataje la emergencia ecosocial,
según Andaluz, no generaría la histeria colectiva que se está viviendo estos
días por causa del virus. «En el caso de la crisis climática, estamos
pidiendo un cambio de forma de vida que pasa por el apoyo mutuo», al
contrario que las acciones de contención del coronavirus, que, sin otro
remedio, se sustentan en el aislamiento y potencian los comportamientos
individualistas.
«La gestión de una pandemia pasa, principalmente, por no saturar los
servicios de salud pública, sin cambiar el sentimiento individualista de la
sociedad. En cambio, las medidas que se reclaman contra la crisis climática son
todo lo contrario; reforzar el apoyo mutuo y el sentimiento comunitario»,
explica Luis González Reyes, doctor en Química, miembro de Fuhem y experto en transiciones ecososciales. Las
diferencias, por tanto se ven claras en las reacciones sociales que han desbordado
los supermercados tras el agravamiento de la pandemia y las premisas de la
lucha medioambientalista, la cual busca poner la vida en el centro, decrecer y permitir
que las sociedades cooperen en torno a conceptos como el de soberanía alimentaria, que aleja el alimento del negocio.
Coronavirus, «un ensayo» contra
la crisis climática
«Apología de la pandemia». Esta es la propuesta del filósofo
Santiago Alba Rico en un artículo de la revista Ctxt. Aunque lo parezca, el
pensador no propone una expansión viral, sino que ensalza el momento de
incertidumbre como una oportunidad única para
revertir un sistema «frágil», que subsiste a costa de
explotar la vida y la Tierra. Esto tiene que ver con las similitudes formales
entre los reclamos ecologistas y las decisiones de los gobiernos contra el
coronavirus, que pueden servir de práctica para la reducción intencionada de
emisiones contaminantes.
«Es el momento de coger carrerilla y plantear, por fin, que las vidas
van a tener que cambiar, pero no necesariamente a peor, sino para que merezcan
la pena ser vividas»
«En pocos días, estamos viendo un descenso de la
internacionalización de la economía, una reducción de la movilidad y de la
contaminación. Esto nos puede sirve de prueba, para saber qué tipo de medidas
hay que tomar si queremos afrontar la crisis climática, que es una emergencia
mucho más a largo plazo y mucho más profunda», expone González Reyes, que
define esta situación pandémica, «sin frivolizar», como un
«ensayo» de lo que tenemos que hacer para afrontar la situación de
emergencia ecológica.
En cierta medida, la coyuntura sanitaria terminará por solventar en un
tiempo relativamente corto, sin embargo, la crisis climática seguirá
existiendo como problema transversal. «Es el momento de coger carrerilla
y plantear, por fin, que las vidas van a tener que cambiar, pero no
necesariamente a peor, sino para que merezcan la pena ser vividas», zanja
Reyes." (Alejandro Tena, Público, 12/03/20)
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