"Las elecciones chilenas marcan una inflexión hacia el centroizquierda en
un Chile democrático que se aleja definitivamente de la referencia al
pinochetismo. (...)
La importancia de este hecho reside en que la mayoría obtenida puede
permitir las reformas prometidas por Bachelet sin tener que pactar con
la derecha neoliberal.
En contraste con algunas informaciones de la
prensa española, Bachelet parece haber conseguido su objetivo. Nueva
Mayoría y sus aliados disponen de suficientes votos para aprobar la
reforma tributaria, clave para enderezar la desigualdad social en Chile,
lacra del modelo de crecimiento que caracteriza el país.
Se sitúa a tan
sólo un voto para la aprobación de la reforma educativa y a cuatro de
la reforma de la inicua ley electoral reminiscencia de Pinochet. En
ambos casos existen posibilidades de pacto que deberían concluir con la
aprobación de dichas reformas.
Pero tal vez lo más notable de esta elección es la irrupción en la
política de algunos dirigentes del movimiento estudiantil que desde el
2011 convoca a los chilenos desde la calle, reclamando educación
gratuita y medidas contra la desigualdad social, en contraposición
directa a la ortodoxia neoliberal.
A diferencia de los movimientos
sociales en red que han tenido lugar alrededor del mundo, incluida
España, los estudiantes chilenos no han dudado en participar en el
sistema político. En particular, los jóvenes comunistas han estado en
primera línea del movimiento estudiantil, obteniendo el respeto y
reconocimiento del movimiento sin por ello adherirse a su ideología.
La
líder mas popular del movimiento, la comunista Camila Vallejo, fue
elegida al Congreso con una amplia mayoría en su distrito, así como
Karola Cariola, secretaria general de las juventudes comunistas, y
Daniel Núñez, otro dirigente estudiantil comunista.(...)
Podría interpretarse que el Partido Comunista, que posiblemente formará
parte del nuevo gobierno, ha conseguido cooptar y capitalizar al
movimiento estudiantil. Nada más lejos de la realidad. Son los jóvenes
dirigentes estudiantiles los que han visto la posibilidad de renovar ese
partido a partir de sus propias posiciones y sin aceptar la vieja
ideología comunista de utilizar los movimientos sociales como correa de
transmisión del partido.
Camila Vallejo, en particular, ha realizado una
campaña crítica y distante con relación a Bachelet y está proponiendo
la formación de un grupo parlamentario joven con otros miembros
procedentes del movimiento estudiantil por encima de afiliaciones
partidarias. En este sentido, la experiencia chilena puede ser del más
alto interés para movimientos sociales en otros países.
A saber:
explorar la permeabilidad de partidos de izquierda a las demandas y al
proyecto político de los jóvenes en movimiento. Si se produce realmente
una apertura en ese sentido, en lugar de cooptación del movimiento
estaríamos en presencia del paso de la protesta en la calle a las
reformas políticas y sociales propuestas desde la sociedad. En
principio, Bachelet se sitúa en esa perspectiva.
Desde su atalaya en la
agencia de las Naciones Unidas en defensa de los derechos de las mujeres
pudo observar como el nuevo Chile, sin complejos ni miedos a los
demonios de la dictadura, reclamaba una sociedad más justa, servicios
públicos gratuitos y de calidad, y un modelo de desarrollo que fuera más
allá del simple crecimiento económico mercantilizado para el beneficio
del 20% de la población.
Es más, Bachelet es consciente de la rémora que
representan para el cambio social en Chile los partidos tradicionales
de la Concertación Democrática, empezando por su propio Partido
Socialista. La mayoría de los dirigentes siguen siendo políticos
profesionales especialistas en clientelismo político para su
perpetuación en el poder.
De ahí el temor de los políticos al entusiasmo
reformista de una presidenta cuyo corazón es de izquierda y cuyo
cerebro recibe las señales de una sociedad civil que quiere ser
protagonista de un Chile en el que los beneficios del crecimiento se
repartan equitativamente.
A lo cual los jóvenes añaden sus demandas por
una calidad de vida ambiental y personal que no se supedite a la lógica
de la ganancia. Porque tras un largo periodo en que la estabilización de
la democracia era la prioridad, los chilenos han afirmado su derecho a
utilizar esa democracia para mejorar la vida de la mayoría, empezando
por el derecho a la educación gratuita de calidad, que se ha convertido
en un clamor de la sociedad y que no admite más demora.
De ahí la
promesa de Bachelet de conseguir la gratuidad de la enseñanza pública
universitaria en seis años, así como obligar a la enseñanza privada que
reciba subvención publica a alinearse sobre el mismo principio. Con un
crecimiento económico que debería mantenerse en torno a un 4%, a pesar
de la ralentización de China, principal destino exportador de Chile,
existe un margen de recursos para responder gradualmente a las ansias de
reforma de la sociedad.
Más conflictiva será la exigencia de
participación ciudadana en una democracia aherrojada por los aparatos de
los partidos. Pero la alianza entre Bachelet y el movimiento social
autónomo puede ser la clave de una reforma política que abra la puerta
al cambio social." (Manuel Castells, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 23/11/2013)
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