"Existe un fenómeno viejo como el mundo que está de triste actualidad
estos días. En 1931, Daniel Katz y Flyod H. Allport acuñaron el concepto
«ignorancia pluralista» para describir, con frecuencia, a la mayoría de
los miembros de un colectivo que no está de acuerdo con una creencia,
con una norma o con la deriva que han tomado sus pares en determinado
asunto, pero como creen –incorrectamente– que el resto de su entorno sí
lo está, no se atreven a expresar supostura.
Dicho de otro modo, la
gente tiende a ocultar sus verdaderas preferencias porque cree que los
demás no piensan o sienten como ellos. He aquí algunos ejemplos. En 1975
los sociólogos observaron que la ignorancia pluralista era responsable
de la errada percepción que los blancos de Carolina del Sur tenían sobre
el siempre delicado tema de la segregación racial.
En realidad, la mayoría de ellos estaban contra el trato
discriminatorio dispensado a las personas de raza negra pero no se
atrevían a manifestarlo. Sin embargo, cuando se enteraban de que eran
muchos los que coincidían con su manera de pensar, se producía un cambio
radical en su actitud porque, como bien se obser vó entonces, el mero
hecho de saber que existe una corriente de cambio, ya propicia un
cambio. Conocedores de que esto es así, en la universidad de Princeton
decidieron hace unos años usar el fenómeno ignorancia pluralista para
luchar contra lo que en inglés se llama binge
drinking, o ingesta incontrolada de alcohol. A través de encuestas
anónimas descubrieron que la mayoría de los chicos no estaba de acuerdo
con las borracheras épicas de fin de semana tan comunes entre
estudiantes pero no se atrevían comportarse de otro modo por temor a ser
tachados de mojigatos. En vez de prohibir el alcohol, lo que hicieron
entonces fue publicar las cifras de las encuestas realizadas. (...)
¿Cómo se produce este tipo de fenómeno? ¿Cómo se cambia una tendencia
en la forma de pensar sobre algo que todo el mundo sabe que no es
deseable pero nadie se atreve a confesárselo a veces ni siquiera a sí
mismo?
He estado estos días atrás en Cataluña y me pareció detectar algo muy
parecido a la ignorancia pluralista en personas muy distintas entre sí
con las que tuve oportunidad de hablar. Les cuento un par de anécdotas
que me parecen significativas. Antes de mi viaje, llamé a una vieja
amiga para decirle que me gustaría verla.
Durante nuestra conversación
telefónica pregunté retóricamente cómo estaban las cosas por allá y me
respondió cortante: «Espera un momento, te llamo en cinco minutos».
Transcurrido este tiempo, en efecto me llamó diciendo que le perdonara
la interrupción, pero que había decidido salir al jardín para, según sus
propias palabras, hablar con más libertad sin que la oyeran sus
compañeros de trabajo.
Tuve oportunidad de ver también a un empresario muy conocido, el
primero que se significó diciendo que, si llegara la independencia, él y
su empresa se marcharían de Cataluña. Le pregunté por qué no intentaba ponerse de acuerdo con otros empresarios que seguramente pensaban
como él para hacer alguna declaración conjunta al respecto.
Me contestó
que cuando hablaba con ellos, en privado, todos estaban de acuerdo en
que la independencia era suicida pero cuando les proponía unirse para
manifestarlo públicamente, uno decía que tenía un viaje a Nueva York,
otro que debía operarse de cataratas, e incluso un tercero que le venía
fatal porque se casaba su hijo en de un par de semanas (sic).
En situaciones políticas abstrusas como la que se está viviendo en
Cataluña uno se pregunta siempre qué papel puede jugar la sociedad
civil. Se me ocurre que, para empezar, lo ideal es que exista la mayor
información posible. Información, por supuesto, sobre lo que
significaría una independencia de estas características (¿Quién va a
pagar las pensiones? ¿Qué moneda tendría el nuevo estado? ¿Cómo se va a
financiar?, etcétera).
Pero también información sobre lo que realmente
opina al respecto la mayoría de los integrantes de esa sociedad. Saber
por ejemplo, que lo que uno piensa y no se atreve a decir por temor a no
estar en sintonía con los demás es, casi con toda probabilidad, lo
mismo que piensan muchísimas otras personas que también se ven
condicionadas por lo que llaman ignorancia pluralista." (CARMEN POSADAS, ABC 27/10/13, en Fundación para la Libertad)
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