"Randall Wray
habla sobre política monetaria con la convicción y la urgencia del
hereje que se sabe en posesión de una verdad poderosa. El economista es
una de las figuras destacadas del movimiento de la teoría monetaria
moderna, o modern money theory, que rompe con el análisis ortodoxo sobre la creación del dinero y propone políticas para el pleno empleo. (...)
Wray repasa los elementos clave de la teoría monetaria moderna, critica
la renta básica, la unión monetaria europea y propone su alternativa:
que el Estado garantice el empleo de todos los ciudadanos.
¿En qué consiste, brevemente, la teoría monetaria moderna?
La modern money theory (MMT) parte del
reconocimiento de que un gobierno soberano en realidad no es como una
familia o una empresa. A menudo, oímos a políticos, e incluso
economistas, decir que si alguien gestionase el dinero de su familia
como el gobierno gestiona los presupuestos del Estado, terminaría en
bancarrota.
Por supuesto, eso es cierto, pero la analogía es
completamente falsa, porque implica que un Estado, como una familia,
puede quebrar si gasta continuamente más de lo que ingresa. Desde ese
punto de partida, analizamos el porqué de la diferencia y sus
consecuencias.
La principal diferencia es que los Estados emiten su
propia moneda, mientras que si una familia emite, por ejemplo, dólares
estadounidenses, los está falsificando, y sus miembros irán a la cárcel.
Es una prerrogativa del Estado.
¿Qué consecuencias políticas tiene esa teoría, que va en contra del análisis económico ortodoxo?
En el momento más severo de la crisis, el Congreso de
los Estados Unidos aprobó un estímulo fiscal de 800.000 millones de
dólares en dos años. Esto amortiguó el declive económico, pero el país
no se recuperó.
El presidente Obama dijo, una y otra vez: “Nos gustaría
hacer más, pero el Estado no tiene más dinero”. Eso es falso, lo supiera
Obama o no. Si la opinión pública lo entendiera así, habría exigido al
gobierno que hiciera más. Por fin, desde hace unos meses, estamos
creando empleo a un ritmo razonable, en torno a 200.000 puestos de
trabajo al mes.
Pero no teníamos por qué haber pasado por un periodo tan
largo de crecimiento escaso, sin apenas creación de empleo. Hemos
perdido cientos de miles de millones de actividad productiva que no
recuperaremos nunca.
Las empresas no contrataban porque no vendían los
suficiente. Si el gobierno hubiera hecho más, si hubiera creado más
demanda para la actividad productiva o incluso creado puestos de
trabajo, nos habríamos recuperado mucho antes.
Habla de “hacer más” y de crear demanda y empleo, pero, ¿de qué manera?
Hay medidas convencionales como la inversión en
infraestructura. No creo que nadie esté en desacuerdo con que
necesitamos invertir mucho más en ese frente. Nuestros puentes se
desmoronan, toda nuestra infraestructura se cae a pedazos. Y cualquiera
que haya ido a China y haya visto los trenes de alta velocidad y la
nueva infraestructura que tienen allí sabe que no es solo cuestión de
reparar lo que ya tenemos.
Nos estamos quedando rezagados. En cuanto a
las estrategias menos convencionales, recuperaría el programa de
creación de empleo del New Deal de los años 30. El Estado
contrataría directamente a los parados, que se encargarían de
actividades en beneficio de la comunidad y el interés público, o
proveería los salarios para que otros, bien sean ayuntamientos,
organizaciones sociales u ONG, contraten.
Esto aportaría a los
desempleados trabajo, experiencia y cualificación. En EEUU, tenemos un
problema no ya por el desempleo, que sigue siendo demasiado alto,
incluso en torno al 5% actual, sino también por un grupo enorme de la
población, tres o cuatro veces el número de desempleados, que ha dejado
de buscar trabajo o se ve obligado a trabajar a tiempo parcial.
Se entiende que la gente que reciba esos
sueldos financiados por el Estado tendrá que estar trabajando. ¿Por qué
prefiere esa solución a una renta básica, independiente de la situación
laboral de cada ciudadano?
La renta básica no aporta todo lo que aporta un
trabajo. Un empleo beneficia a la comunidad, por lo que es mucho más
popular desde el punto de vista político. Además, estamos hablando de
producir en el interés general, para resolver las necesidades
ciudadanas.
Propone entonces que el Estado dirija esos recursos adonde estime más necesario para la sociedad en su conjunto.
Sí. El Estado tendría que planificar qué tipo de
empleos incentiva o paga. Diría: “Necesitamos reparar estos puentes”, o:
“Necesitamos más supervisión en los parques infantiles”, o más bien:
“Necesitamos servicios de limpieza medioambiental”.
El Estado haría una
labor de planificación y contrataría a los trabajadores para esas
actividades. O, si decide ceder la iniciativa a organizaciones de
servicios comunitarios, haría falta un proceso de aprobación y
evaluación.
Los partidarios de la renta básica señalan que
muchos de los empleos que se generan con el sistema de empleo actual no
son socialmente necesarios, mientras que gran parte del trabajo que se
lleva a cabo en la sociedad no se considera empleo, ni está remunerado.
¿Cómo responde a esa doble crítica?
Bueno, podemos ampliar aquello que consideramos empleo
que justifica un salario. Digamos que valoramos los cuidados y
entendemos que las personas que los practican deben tener remuneración.
Podría ser su empleo. El problema de la renta básica es que tal y como
funciona la economía capitalista, que es la que tenemos, el sistema de
producción necesita del trabajo remunerado, y la mayoría de la gente
tiene que participar de él.
Podríamos ponernos quisquillosos y debatir
sobre si alguien que se dedica a freír hamburguesas tiene un trabajo
beneficioso para la sociedad: no creo que comer hamburguesas sea bueno,
no es saludable y es malo para las vacas. Podríamos incluso decidir que
hay que prohibir las hamburguesas. Pero hemos decidido permitir una
cierta libertad de elección, y hay gente a la que le gusta comer
hamburguesas, y alguien tendrá que freírlas hasta que los robots puedan
hacerlo.
Quizá las condiciones de trabajo no son buenas y el salario es
demasiado bajo. Entonces, mejoremos las condiciones laborales y los
salarios. La mejor manera de hacerlo es ofrecer una alternativa en forma
de garantía de empleo, con trabajos útiles para la sociedad que tengan
mejores condiciones laborales y salarios más altos que los de los
freidores de hamburguesas. Eso obligará a que mejoren las condiciones y
el salario de los ‘freidores’, o esos empleos desaparecerán.
Los partidarios de la renta básica dirían que,
para que los freidores de hamburguesas tengan la libertad de abandonar
su trabajo, es necesario desligar el empleo del ingreso.
¿Abandonarlo en lugar de qué? Seguiremos necesitando
comer, y que la gente construya casas, y sistemas de transporte. Tenemos
un sistema en el que, para obtener un nivel de vida mínimo, la gente
necesita trabajar. Su fuente de ingresos es la producción de lo que
deseamos. Lo que dicen es que, por arte de magia, lo que deseamos va a
seguir produciéndose, por mucho que desliguemos el ingreso del sistema
productivo.
No tiene ningún sentido. Creo que podemos permitirnos que
cierta gente –los que no pueden trabajar o no deben hacerlo, porque
tienen a menores a su cargo, por ejemplo— no participe en el sistema
productivo y mantenga un buen nivel de vida. Pero la mayoría tiene que
estar dentro del sistema productivo, o no tendremos nada que consumir.
El otro problema es que no entienden lo importante que es el trabajo
para la gente.
He conocido a muchos defensores de la renta básica, y
normalmente es gente que no es muy sociable, a la que no le gusta estar
con los demás, ni trabajar. Se imaginan que todo el mundo es como ellos,
pero la mayoría de la gente quiere contribuir a la sociedad.
Les gusta
poner de ejemplo trabajos que no parecen muy amenos, pero incluso esos
llevan aparejados los beneficios de participar en la producción: la
sensación de contribuir al bienestar social, las ventajas de formar
parte de un grupo que te puede conectar con otras redes y ayudar a tener
una vida exitosa y buena. La gente que trabaja vive mejor que la que no
lo hace.
Ha hablado de la robotización. En 1930, Keynes
predijo que la generación de sus nietos tendría jornadas de quince
horas semanales. La productividad se ha disparado y las mujeres se han
sumado, en masa, al mercado laboral. ¿Por qué no trabajamos quince horas
a la semana?
Uno de los motivos es que los salarios son demasiado
bajos, lo que obliga a la gente a trabajar más de lo que le gustaría, al
tiempo que reduce el incentivo de reemplazar el trabajo humano por
otras alternativas. Si los salarios fueran mucho más altos, veríamos ya
robots freidores de hamburguesas.
También creo que Keynes subestimó el
poder de la publicidad. Pensaba que lo que la gente deseaba realmente
sería socialmente deseable, pero la publicidad nos llevó en la dirección
opuesta: nos hizo desear cosas que no son en absoluto deseables, que es
la mayoría de lo que la gente compra. Como sociedad, hemos dejado ese
asunto al mercado, y debiéramos hacer algo al respecto.
Por volver a las propuestas políticas de la teoría monetaria moderna. ¿Existe un riesgo de que fomenten la excesiva inflación?
No. Están diseñadas para no hacerlo. La garantía
estatal de empleo es un ‘estabilizador automático’. Cuando el sector
privado empieza a contratar, el Estado se retira paulatinamente, así que
el gasto se reduce.
Opera con un salario fijo, que no hace que suban
los precios, sino que impide que bajen. El salario nunca podría bajar
por debajo de lo que paga el Estado en ese programa, por lo que es un
verdadero salario mínimo.
Además, cuando decimos que el Estado no puede
agotar su propio dinero, no queremos decir que el Estado siempre tenga
que gastar más de lo que gasta. Lo único que decimos es, olviden la
analogía con una familia; cuando el Estado necesite gastar más, siempre
puede hacerlo.
¿Qué se les escapa a quienes advierten del riesgo de inflación cuando se reclaman políticas expansivas?
Que todo gasto estatal lleva consigo la creación de
dinero, porque genera un crédito de reservas bancarias equivalente a lo
que se gasta. Si recibes un cheque de la pensión estatal, cuando lo
depositas en tu banco, el banco lo ingresa en tu cuenta y se lo manda al
banco central, que también lo ingresa.
Cuando pagas los impuestos, se
produce el fenómeno contrario: el gasto estatal siempre conlleva un
aumento de reservas. El pago de impuestos las reduce. El Estado crea
dinero de la nada, y lo usamos para pagar impuestos, devolviéndoselo al
Estado.
Entonces, cuando los Estados entran en lo que llamamos ‘crisis de deuda soberana’…
¿Como Japón?
O como los países del euro.
No, no, centrémonos por un momento en Japón. No tiene
crisis de deuda. Su nivel de endeudamiento se acerca al 250% del PIB.
Durante veinticinco años, ha rondado unos intereses del 0% y ha sufrido
deflación, con los déficits presupuestarios más grandes del mundo. No
hay crisis de deuda. (...)
Ha dicho antes que los países que ceden su
soberanía monetaria dejan de ser soberanos. Pero, ¿no está el resto de
países subordinado a EEUU en materia monetaria, al ser el dólar la
moneda de reserva mundial?
La medida en que se subordinan responde a decisiones
políticas. Hay países que deciden tener un tipo de cambio fijo. Si
quieres hacer eso, necesitas exportar, ¿y qué necesitas para exportar?
Salarios bajos. Una demanda agregada baja. Mantener a tu población lo
suficientemente pobre como para importar. Lo hacen voluntariamente. No
tienen por qué hacerlo.
¿Cuál es la alternativa?
Dejar que la cotización de la moneda fluctúe. Eso te
da más margen de maniobra en política fiscal. Si decides vincular tu
moneda al dólar, mantendrás un tipo de interés alto, perdiendo control
sobre la política monetaria. Tu tipo de interés tiene que estar por
encima del de los EEUU, para mantener una moneda fuerte.
Si la dejas
fluctuar, puedes mantener los tipos más bajos y depreciar la moneda. Con
la política fiscal sucede lo mismo: no es necesario tener a gran parte
de la población desempleada. Puedes perseguir una política de pleno
empleo. La consecuencia puede ser que tu tipo de cambio sea más bajo. ¿Y
qué problema acarrea eso?
A tus élites les sale más caro viajar a
Disneylandia. No hablo en broma: para las élites de los países en
desarrollo es muy importante poder mandar a sus hijos a Harvard e ir de
vacaciones a Estados Unidos. Prefieren tener al 50% de la población en
paro para poder hacerlo.
Tendemos a pensar en los impuestos como una
estrategia recaudatoria del Estado, para construir carreteras y
colegios, o pagar a profesores y a agentes de policía. Usted dice que
los impuestos no sirven para eso.
Los gobiernos regionales y locales sí necesitan el
dinero de los impuestos para funcionar, pero para el Estado tienen dos
funciones principales: Por un lado, generar demanda para su propia
moneda: si sé que tengo que pagar impuestos en billetes de la Virginia
colonial, exigiré que se me pague en esos billetes. Por otro lado, los
impuestos retiran dinero de la economía, poniendo coto a la inflación.
También dice que los impuestos no deben entenderse como una herramienta para disminuir la desigualdad. ¿Por qué?
No se les quita a los ricos para dárselo a los pobres. Eso lo hacía
Robin Hood, pero los Estados no pueden hacerlo con su propia moneda.
Cuando impones un impuesto, reduces la cantidad de moneda que hay en
circulación. Antiguamente, los gobiernos coloniales quemaban los
billetes que recibían como pago de impuestos.
Hoy en día, si entregas al
banco dinero en mal estado, la Reserva Federal lo hace trizas. Si haces
una visita guiada a la Fed, te dan como souvenir una bolsita
llena de jirones de billetes. La idea de que hacerles pagar impuestos a
los ricos te da dinero para pagar a los pobres es errónea.
Podemos pagar
a los pobres sin cobrarles impuestos a los ricos. ¿Por qué cobrarles
impuestos? Porque son demasiado ricos. Lo hacemos para reducir su
riqueza. No debemos ligar ambas cosas, porque si por motivos políticos
no podemos recaudar de los ricos, eso nos llevaría a no gastar en ayudas
para los pobres. Son actos separados: podemos ayudar a los pobres y
cobrarles impuestos a los ricos." (Entrevista a Randall Wray , Álvaro Guzmán Bastida, CTXT, 22/03/17)
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