24/9/18

He experimentado la bondad extrema. Una persona que no me conocía de nada me dio un riñón. A la gente le cuesta hasta imaginárselo, que haya alguien que no es de tu familia y te quiera ayudar...

"(...) Usted recibió un riñón de un donante anónimo que lo hizo solo por caridad. Luego contó la experiencia en un libro.
Es muy difícil conseguir ese libro, a nadie le interesa. Cuando lees lo que pasó, el lector se pregunta si él haría algo así y… las respuestas no suelen estar muy claras.

¿Por qué donaban órganos estas personas?

No hay una causa común. Nadie puede generalizar, decir que lo hacían por un mismo motivo. De estos fenómenos se ha escrito mucho. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial se ha investigado por qué hubo gente que arriesgó su vida escondiendo a judíos. No había una sola respuesta, no había patrones. 

La gente que lo hacía no era del mismo origen, no tenía la misma educación, ni compartían los mismos valores. Fue algo individual. En mi libro entrevisté a un cura católico que me dijo que Jesucristo aprobaría ese tipo de gestos, pero también di con una budista que opinaba que era un gesto humano.

Creo que tenemos una imagen muy negativa de la naturaleza humana. Quizá se deba a que los medios de comunicación, mayormente, solo sacan historias de las maldades que hace la gente, mientras que de lo bueno se escribe muy poco. 

También pasan cosas buenas. En mi vida, por circunstancias, he conocido la faceta peor del ser humano y también la mejor. La mala, por supuesto, es la guerra, que, aunque no afecte directamente a tu familia o a tu casa, a tu entorno, te perturba en lo más profundo. Esto es común en todas las guerras. 

Y, por otra parte, he experimentado la bondad extrema. Una persona que no me conocía de nada me dio un riñón. A la gente le cuesta hasta imaginárselo, que haya alguien que no es de tu familia y te quiera ayudar.

Después de la operación me interesé en conocer a la donante. Preguntarle por qué lo había hecho. Ella no me lo regaló por ser yo quien era, me lo dio porque un ordenador dijo que éramos compatibles. Investigué a la gente que donaba sus órganos, algunos aparecieron en el libro con su verdadero nombre y otros no. 

Hablé con gente muy distinta y no había un patrón. Lo hacían desde abogados hasta monjas, desde desempleados a millonarios. El New Yorker escribió mucho de uno de ellos, un millonario que regaló todo su dinero y luego quiso donar un riñón, pero fue un asunto problemático porque quería elegir a quién dárselo y eso es imposible por motivos médicos.

Mi donante era un poco mayor que mi hija. Es enfermera. Cuando le pregunté por qué lo hizo, lo que me pareció interesante fue que, sencillamente, contestó: «Porque alguien tenía que hacerlo». Le dije: «Acepto tu respuesta, pero, dime, tienes dos hijos, ¿qué harías ahora si uno de ellos necesita un riñón?». Y contestó una cosa que es absolutamente fantástica: «Espero que alguien les ayude a ellos como yo te he ayudado a ti». Eso es creer en el bien.

Mientras escribía No matarían ni una mosca, sobre los criminales de guerra de los Balcanes, descubrí que la naturaleza humana depende de las circunstancias. Las circunstancias definen las situaciones, porque la gente no piensa mucho en lo que hace, no suele tener mucha posibilidad de elegir, no se entretienen con estas cosas. 

Sencillamente, si un día se encuentra en una situación concreta, es la situación la que te define en ese momento. En el caso de esta mujer es un acto de extrema bondad.

Pero, volviendo a la acogida del libro, es el que menos se tradujo y el que menos vendió. Ahora tú dirás: «¿Cómo es posible eso, si son historias fantásticas?». Me di cuenta de lo que pasaba cuando lo leyeron mis amigas más cercanas. Cuando la gente lo lee, se acompleja. Piensan: «¿Cómo es posible que no se me ocurriera hacerlo a mí?». No están seguros de que ellos pudieran hacer algo así por alguien a quien no conocen de nada.

Mi primer pensamiento fue que serían personas religiosas que hicieron algo mal en la vida y se querían resarcir.

La mayoría de la gente cree que fue por dinero. No cobraron nada. En cuanto a la religión, solo hubo dos personas de todas las que entrevisté que lo hacían por motivos religiosos. Con ese libro te haces preguntas sobre ti mismo que a nadie le gusta hacerse. Es una lectura que examina tus valores, tu bondad. Sin embargo, el de No matarían ni una mosca, sobre asesinos, vendió y se tradujo en muchísimos países, España incluida. (...)"                   (Slavenka Drakulić , El País, Jot Down )

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