"Desde las Vegas del Guadiana, donde desarrollo mi labor productiva (en agricultura ecológica) e investigadora, escribo estas líneas sobre la numerosa manifestación que se ha llevado a cabo esta mañana en Madrid en defensa del mundo rural. Han asistido 100.000 personas, según la Delegación del Gobierno y 400.000 según la organización.
La manifestación ha sido convocada por ASAJA, COAG, UPA, Oficina Nacional de la Caza (ONC), Real Federación Española de Caza (RFEC), Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), Alianza Rural, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España y las Cooperativas Agroalimentarias bajo el lema “Juntos por el Campo”.
En su comunicado se ha llamado a “agricultores, ganaderos y cazadores”. No voy a entrar a valorar la cuestión cinegética, pues no comparto, ni como problema ni como realidad, que actualmente se esté atacando a la caza como reza la convocatoria.
Haciendo mía la preocupación por la despoblación de nuestros pueblos, la falta de servicios públicos y la importancia de alcanzar la viabilidad de la agricultura y ganadería como motor económico del medio rural, me gustaría manifestar mi desacuerdo tanto en la línea de la convocatoria como en las medidas que se reclaman.
Creo que, si no hacemos una valoración honesta y objetiva del mapa de cultivos y la producción ganadera en nuestro país, no podremos mejorar la situación ni pedir soluciones efectivas.
Debemos ser conscientes de que nuestro sector primario no puede seguir creciendo indefinidamente ―ni siquiera mantenerse tal y como lo conocemos― en un mundo finito. El petróleo se acaba y, por tanto, se encarece. Esto va a llevar a una subida constante de los precios de la electricidad y combustibles; en definitiva, de los costes de producción.
En el contexto que tenemos, la reducción de la tarifa eléctrica va a tener muy poca efectividad a medio y largo plazo si no planteamos reducir el gasto en luz y gasoil modificando costumbres y labores poco eficientes energéticamente.
Lo mismo podemos decir de la petición de asegurar el agua para riego que garantice la producción de alimentos. Si somos conscientes de la gravedad del cambio climático y de la sequía prolongada que estamos sufriendo, no podemos seguir mirando para otro lado.
A mes de marzo de 2022, los embalses españoles están al 64% de la media de los últimos diez años. Tienen 11.400 hectómetros cúbicos menos que la media de la última década. En Extremadura la superficie cultivada de arroz, tomate de industria o maíz se reducirá drásticamente porque no llueve y, ante eso, sólo queda apostar por cultivos con menores necesidades hídricas y variedades más adaptadas a las nuevas condiciones climáticas.
En este contexto es una aberración la medida solicitada por ASAJA, UPA Y COAG, así como Cooperativas Agroalimentarias (todas organizaciones convocantes del 20M) de reducir el caudal ecológico del río Guadiana para dedicar más agua al regadío. Un río que no corre hace meses por muchos puntos de su cauce. Las consecuencias las vamos a pagar muy caras.
El cambio climático es incompatible con el mantenimiento de la desmesurada cabaña ganadera de nuestro país y ya se están produciendo sacrificios de animales ante la imposibilidad de darles de beber. En este artículo analizo la insostenibilidad de la industria cárnica española.
En la convocatoria de la manifestación, también se pide el control de las importaciones, cuestión que comparto; sin embargo, todas las organizaciones convocantes se han mostrado de acuerdo con el levantamiento de las restricciones a la importación de maíz de EE.UU. y Argentina. Estas restricciones se deben a la utilización de pesticidas y transgénicos prohibidos en Europa. No me parece lógico que se pida por un lado que se aumenten los controles a la producción marroquí (el ejemplo más utilizado) y al mismo tiempo se apoye reducir los controles a la importación argentina y estadounidense.
Por no decir que no se hace referencia a unas exportaciones nacionales que descompensan la balanza entre producción y consumo nacional. El actual modelo basado en importaciones y exportaciones ha debilitado la cobertura del consumo interno y, ante problemas como el bloqueo del Canal de Suez, la pandemia del COVID-19, el conflicto en Ucrania o la huelga del transporte, el abastecimiento de productos se resiente llegando al racionamiento en algunos supermercados como he analizado en diferentes textos sobre el aceite de girasol, la pasta o harinas de trigo o el maíz.
No hay petróleo ni agua ni guerras suficientes para sostener una producción anual de 7,6 millones de toneladas de carne, de las que exportamos 3,07 millones. De ellas, más de 1,3 millones es porcino que exportamos nada más y nada menos que a China.
Debemos apostar sin fisuras por una producción agroalimentaria que asegure la demanda de nuestra población en primer lugar para después, en segundo nivel, dedicarla a la exportación.
El 20M no es el campo. Es una parte
El llamamiento a agricultores y ganaderos deja fuera, curiosamente, a una parte importante de los agricultores/as y ganaderos/as de este país.
¿Pueden, acaso, asistir a esa manifestación representantes de las macrogranjas y la industria cárnica ―así como partidos políticos que las apoyan― y al mismo tiempo decir que están apoyando el campo?
Me parece que no. En el mismo mundo rural que dice representar el 20M, se han organizado centenares de plataformas contra las macrogranjas porque son incompatibles con la vida en los pueblos. Y no sólo eso, son incompatibles también con las pequeñas ganaderías familiares de la zona.
La referencia en la convocatoria al desprecio hacia la ganadería extensiva más parece un guiño a la Unión de Criadores de Toros de Lidia que a algunas de las principales organizaciones de ganadería extensiva que, ni están en la convocatoria ni han emitido ningún tipo de comunicado en apoyo a la misma. Tal es el caso de la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, que aglutina a más de 450 organizaciones y profesionales dedicados al sector u otras más modestas, aunque igualmente representativas, como Ganaderas en Red.
Recientemente, además, se lanzó la Declaración por un sistema alimentario basado en la agroecología y la soberanía alimentaria que defiende, de forma más detallada, las cuestiones que expuse al inicio de este texto y que no van en la línea de la manifestación de hoy. Pues bien, esa declaración ha recogido el apoyo de cerca de 500 organizaciones ―y subiendo― de prácticamente todos los ámbitos del mundo rural y urbano (indivisibles ambos).
Otra parte del mundo rural invisibilizada el 20M.
Pero ¿qué es el mundo rural?
Obviamente, aunque los convocantes no lo quieran ver, es mucho más que la agricultura, la ganadería y la caza (que nadie niega que formen parte del mismo). No se puede adueñar de la identidad y la realidad rural un pequeño grupo, negando al resto de vecinos y vecinas. Yo, en mi pueblo, a parte de esos tres sectores, sobre todo veo a pequeños comerciantes, albañiles, camareros/as, carpinteros, trabajadores del mercadillo y comercio ambulante o ferrallas. Ninguno de ellos, por lo que se ve, invitados a la manifestación. Por no hablar del grueso de mujeres, “amas de casa” les decimos, trabajadoras desde niñas no remuneradas que son las que levantan las familias y los pueblos sobre sus costillas y para las que no hay ninguna demanda concreta que reconozca su esfuerzo diario.
No se puede organizar una manifestación por el mundo rural sin hacer un llamamiento explícito a la mujer, la mitad de ese mundo rural (y urbano). Por no decir que tampoco puede quedar representado el campo y el mundo rural sin los centenares de miles de jornaleros y jornaleras de dentro y fuera de nuestro país que sacan adelante las campañas agrícolas cada año.
El mundo rural son también las centenares de plataformas contra el extractivismo energético que defienden la democratización del acceso a la energía en infinidad de nuestros pueblos y ciudades frente a la invasión de plantas solares, eólicas y minería en montes y tierras fértiles. Ni un sólo guiño en la convocatoria a los colectivos que han protagonizado las principales movilizaciones en los últimos años como los/as pensionistas, las organizaciones feministas o las Auxiliares de Ayuda a Domicilio... Y ni rastro de empatía con la Marea Verde y la Marea Blanca en defensa de una educación y sanidad públicas y de calidad. Que, ya que reclaman mejores servicios públicos, me gustaría saber cuántos de los dirigentes de las organizaciones convocantes asisten a la sanidad privada en lugar de a la pública o llevan (han llevado) a sus menores a la escuela privada-concertada.
No podemos pedir que nos bajen los impuestos y, al mismo tiempo, pedir unos servicios públicos de calidad. Que, por cierto, quiero decir alto y claro que ni en 300 años que viviéramos cada uno de nosotros/as pagaríamos el coste de los tratamientos y la atención que reciben nuestras familias en la sanidad pública. ¿Se han parado a pensar que, según este estudio, una consulta de un especialista cuesta realmente 206€, si además lleva alguna prueba complementaria sube a 335€ o que cada día de ingreso en un hospital cuesta 906€ que pasan a 1.670€ por cada día que pasamos en la UCI? Dense una vuelta por ese enlace, ya verán lo que deberíamos pagar y no pagamos gracias a nuestros impuestos.
Por no hablar de la reclamación de “una PAC que aborde la pérdida de renta de las explotaciones agrarias y ganaderas”, dicen estos dirigentes que han ganado millones de euros (¡millones de euros!) en las últimas décadas a través de los fondos públicos de la Política Agrícola Común. Tendría que estar vendiendo mis tomates, melones, brócolis y coliflores más de una década para ganar lo que reciben de la PAC algunos de estos señores cada año ―dejo aparte los que más reciben―.
No pueden compartir manifestación los grandes perceptores y acaparadores de fondos públicos agrarios y las pequeñas explotaciones maltratadas en ese reparto.
Críticas que no comparto
He leído que esta manifestación se impulsa desde la extrema derecha. Como anécdota contaré que cuando esta semana he dado a Seguir en Twitter a 20MRural, los endiablados algoritmos de esta red social me han recomendado seguir a “un grupo de cuentas que combinan bien con 20MRural” y que os dejo por aquí. (...)
Más allá de la anécdota, vemos que entre los convocantes hay organizaciones agrarias que se autodenominan de izquierdas y progresistas. Tengo amigos de izquierda a los que respeto profundamente y que han asistido o apoyan la manifestación. Simpatizantes de Unidas Podemos, porque creen que no hay que dejar espacio a que las opciones políticas (en cualquiera de sus formas) que no defienden los derechos humanos fundamentales tomen el control de las movilizaciones y otros, del PSOE, porque son galgueros o escopeteros que han ido a defender su hobby. Entendiendo lo que dicen, sin embargo, estoy más en sintonía con las palabras que decía hace unas horas Marcos Garcés, agricultor turolense, que aparece de vez en cuando en los medios de comunicación.
Por cierto, no nos engañemos a nosotros ni engañemos a la gente, la oposición siempre ha utilizado las manifestaciones para intentar desestabilizar (y llegar) al gobierno. Ahora y siempre. Bien apoyándolas o bien criminalizándolas, como ocurrió con el PP/VOX en la oposición y las manifestaciones feministas masivas del 8 de marzo, diciendo que fueron las responsables de la expansión del coronavirus. Lo importante y diferenciador es a qué intereses responden esas manifestaciones y si de su éxito depende ampliar derechos humanos y libertades democráticas.
En resumen, creo que el mundo rural agoniza. La despoblación nos desangra. Y son las políticas que han llevado a cabo durante décadas el PSOE y PP en gobiernos centrales y autonómicos (también partidos nacionalistas) las que nos han traído hasta aquí. Y no aprenden. Seguimos ampliando regadíos o echándole la culpa de todo a Putin. Les recomiendo encarecidamente que dediquen cinco minutos a este artículo de Juan Bordera, “La huelga de transportes, Allende y el cinismo-gasolina de Sánchez”, perfectamente aplicable al 20M, a muchas de las políticas de éste y otros gobiernos y cómo nos pretenden tomar por niños de dos años.
Creo que quienes mantendrán el mundo rural vivo son los millones de personas que forman parte de los colectivos que he mencionado aquí y que no han sido invitados ni compartían los motivos de la manifestación.
A pesar de todo, estamos condenados a entendernos. Y lo haremos." (Eugenio Romero, El Salto, 20/03/22)
La manifestación ha sido convocada por ASAJA, COAG, UPA, Oficina Nacional de la Caza (ONC), Real Federación Española de Caza (RFEC), Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), Alianza Rural, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España y las Cooperativas Agroalimentarias bajo el lema “Juntos por el Campo”.
En su comunicado se ha llamado a “agricultores, ganaderos y cazadores”. No voy a entrar a valorar la cuestión cinegética, pues no comparto, ni como problema ni como realidad, que actualmente se esté atacando a la caza como reza la convocatoria.
Haciendo mía la preocupación por la despoblación de nuestros pueblos, la falta de servicios públicos y la importancia de alcanzar la viabilidad de la agricultura y ganadería como motor económico del medio rural, me gustaría manifestar mi desacuerdo tanto en la línea de la convocatoria como en las medidas que se reclaman.
Creo que, si no hacemos una valoración honesta y objetiva del mapa de cultivos y la producción ganadera en nuestro país, no podremos mejorar la situación ni pedir soluciones efectivas.
Debemos ser conscientes de que nuestro sector primario no puede seguir creciendo indefinidamente ―ni siquiera mantenerse tal y como lo conocemos― en un mundo finito. El petróleo se acaba y, por tanto, se encarece. Esto va a llevar a una subida constante de los precios de la electricidad y combustibles; en definitiva, de los costes de producción.
En el contexto que tenemos, la reducción de la tarifa eléctrica va a tener muy poca efectividad a medio y largo plazo si no planteamos reducir el gasto en luz y gasoil modificando costumbres y labores poco eficientes energéticamente.
Lo mismo podemos decir de la petición de asegurar el agua para riego que garantice la producción de alimentos. Si somos conscientes de la gravedad del cambio climático y de la sequía prolongada que estamos sufriendo, no podemos seguir mirando para otro lado.
A mes de marzo de 2022, los embalses españoles están al 64% de la media de los últimos diez años. Tienen 11.400 hectómetros cúbicos menos que la media de la última década. En Extremadura la superficie cultivada de arroz, tomate de industria o maíz se reducirá drásticamente porque no llueve y, ante eso, sólo queda apostar por cultivos con menores necesidades hídricas y variedades más adaptadas a las nuevas condiciones climáticas.
En este contexto es una aberración la medida solicitada por ASAJA, UPA Y COAG, así como Cooperativas Agroalimentarias (todas organizaciones convocantes del 20M) de reducir el caudal ecológico del río Guadiana para dedicar más agua al regadío. Un río que no corre hace meses por muchos puntos de su cauce. Las consecuencias las vamos a pagar muy caras.
El cambio climático es incompatible con el mantenimiento de la desmesurada cabaña ganadera de nuestro país y ya se están produciendo sacrificios de animales ante la imposibilidad de darles de beber. En este artículo analizo la insostenibilidad de la industria cárnica española.
En la convocatoria de la manifestación, también se pide el control de las importaciones, cuestión que comparto; sin embargo, todas las organizaciones convocantes se han mostrado de acuerdo con el levantamiento de las restricciones a la importación de maíz de EE.UU. y Argentina. Estas restricciones se deben a la utilización de pesticidas y transgénicos prohibidos en Europa. No me parece lógico que se pida por un lado que se aumenten los controles a la producción marroquí (el ejemplo más utilizado) y al mismo tiempo se apoye reducir los controles a la importación argentina y estadounidense.
Por no decir que no se hace referencia a unas exportaciones nacionales que descompensan la balanza entre producción y consumo nacional. El actual modelo basado en importaciones y exportaciones ha debilitado la cobertura del consumo interno y, ante problemas como el bloqueo del Canal de Suez, la pandemia del COVID-19, el conflicto en Ucrania o la huelga del transporte, el abastecimiento de productos se resiente llegando al racionamiento en algunos supermercados como he analizado en diferentes textos sobre el aceite de girasol, la pasta o harinas de trigo o el maíz.
No hay petróleo ni agua ni guerras suficientes para sostener una producción anual de 7,6 millones de toneladas de carne, de las que exportamos 3,07 millones. De ellas, más de 1,3 millones es porcino que exportamos nada más y nada menos que a China.
Debemos apostar sin fisuras por una producción agroalimentaria que asegure la demanda de nuestra población en primer lugar para después, en segundo nivel, dedicarla a la exportación.
El 20M no es el campo. Es una parte
El llamamiento a agricultores y ganaderos deja fuera, curiosamente, a una parte importante de los agricultores/as y ganaderos/as de este país.
¿Pueden, acaso, asistir a esa manifestación representantes de las macrogranjas y la industria cárnica ―así como partidos políticos que las apoyan― y al mismo tiempo decir que están apoyando el campo?
Me parece que no. En el mismo mundo rural que dice representar el 20M, se han organizado centenares de plataformas contra las macrogranjas porque son incompatibles con la vida en los pueblos. Y no sólo eso, son incompatibles también con las pequeñas ganaderías familiares de la zona.
La referencia en la convocatoria al desprecio hacia la ganadería extensiva más parece un guiño a la Unión de Criadores de Toros de Lidia que a algunas de las principales organizaciones de ganadería extensiva que, ni están en la convocatoria ni han emitido ningún tipo de comunicado en apoyo a la misma. Tal es el caso de la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, que aglutina a más de 450 organizaciones y profesionales dedicados al sector u otras más modestas, aunque igualmente representativas, como Ganaderas en Red.
Recientemente, además, se lanzó la Declaración por un sistema alimentario basado en la agroecología y la soberanía alimentaria que defiende, de forma más detallada, las cuestiones que expuse al inicio de este texto y que no van en la línea de la manifestación de hoy. Pues bien, esa declaración ha recogido el apoyo de cerca de 500 organizaciones ―y subiendo― de prácticamente todos los ámbitos del mundo rural y urbano (indivisibles ambos).
Otra parte del mundo rural invisibilizada el 20M.
Pero ¿qué es el mundo rural?
Obviamente, aunque los convocantes no lo quieran ver, es mucho más que la agricultura, la ganadería y la caza (que nadie niega que formen parte del mismo). No se puede adueñar de la identidad y la realidad rural un pequeño grupo, negando al resto de vecinos y vecinas. Yo, en mi pueblo, a parte de esos tres sectores, sobre todo veo a pequeños comerciantes, albañiles, camareros/as, carpinteros, trabajadores del mercadillo y comercio ambulante o ferrallas. Ninguno de ellos, por lo que se ve, invitados a la manifestación. Por no hablar del grueso de mujeres, “amas de casa” les decimos, trabajadoras desde niñas no remuneradas que son las que levantan las familias y los pueblos sobre sus costillas y para las que no hay ninguna demanda concreta que reconozca su esfuerzo diario.
No se puede organizar una manifestación por el mundo rural sin hacer un llamamiento explícito a la mujer, la mitad de ese mundo rural (y urbano). Por no decir que tampoco puede quedar representado el campo y el mundo rural sin los centenares de miles de jornaleros y jornaleras de dentro y fuera de nuestro país que sacan adelante las campañas agrícolas cada año.
El mundo rural son también las centenares de plataformas contra el extractivismo energético que defienden la democratización del acceso a la energía en infinidad de nuestros pueblos y ciudades frente a la invasión de plantas solares, eólicas y minería en montes y tierras fértiles. Ni un sólo guiño en la convocatoria a los colectivos que han protagonizado las principales movilizaciones en los últimos años como los/as pensionistas, las organizaciones feministas o las Auxiliares de Ayuda a Domicilio... Y ni rastro de empatía con la Marea Verde y la Marea Blanca en defensa de una educación y sanidad públicas y de calidad. Que, ya que reclaman mejores servicios públicos, me gustaría saber cuántos de los dirigentes de las organizaciones convocantes asisten a la sanidad privada en lugar de a la pública o llevan (han llevado) a sus menores a la escuela privada-concertada.
No podemos pedir que nos bajen los impuestos y, al mismo tiempo, pedir unos servicios públicos de calidad. Que, por cierto, quiero decir alto y claro que ni en 300 años que viviéramos cada uno de nosotros/as pagaríamos el coste de los tratamientos y la atención que reciben nuestras familias en la sanidad pública. ¿Se han parado a pensar que, según este estudio, una consulta de un especialista cuesta realmente 206€, si además lleva alguna prueba complementaria sube a 335€ o que cada día de ingreso en un hospital cuesta 906€ que pasan a 1.670€ por cada día que pasamos en la UCI? Dense una vuelta por ese enlace, ya verán lo que deberíamos pagar y no pagamos gracias a nuestros impuestos.
Por no hablar de la reclamación de “una PAC que aborde la pérdida de renta de las explotaciones agrarias y ganaderas”, dicen estos dirigentes que han ganado millones de euros (¡millones de euros!) en las últimas décadas a través de los fondos públicos de la Política Agrícola Común. Tendría que estar vendiendo mis tomates, melones, brócolis y coliflores más de una década para ganar lo que reciben de la PAC algunos de estos señores cada año ―dejo aparte los que más reciben―.
No pueden compartir manifestación los grandes perceptores y acaparadores de fondos públicos agrarios y las pequeñas explotaciones maltratadas en ese reparto.
Críticas que no comparto
He leído que esta manifestación se impulsa desde la extrema derecha. Como anécdota contaré que cuando esta semana he dado a Seguir en Twitter a 20MRural, los endiablados algoritmos de esta red social me han recomendado seguir a “un grupo de cuentas que combinan bien con 20MRural” y que os dejo por aquí. (...)
Más allá de la anécdota, vemos que entre los convocantes hay organizaciones agrarias que se autodenominan de izquierdas y progresistas. Tengo amigos de izquierda a los que respeto profundamente y que han asistido o apoyan la manifestación. Simpatizantes de Unidas Podemos, porque creen que no hay que dejar espacio a que las opciones políticas (en cualquiera de sus formas) que no defienden los derechos humanos fundamentales tomen el control de las movilizaciones y otros, del PSOE, porque son galgueros o escopeteros que han ido a defender su hobby. Entendiendo lo que dicen, sin embargo, estoy más en sintonía con las palabras que decía hace unas horas Marcos Garcés, agricultor turolense, que aparece de vez en cuando en los medios de comunicación.
Por cierto, no nos engañemos a nosotros ni engañemos a la gente, la oposición siempre ha utilizado las manifestaciones para intentar desestabilizar (y llegar) al gobierno. Ahora y siempre. Bien apoyándolas o bien criminalizándolas, como ocurrió con el PP/VOX en la oposición y las manifestaciones feministas masivas del 8 de marzo, diciendo que fueron las responsables de la expansión del coronavirus. Lo importante y diferenciador es a qué intereses responden esas manifestaciones y si de su éxito depende ampliar derechos humanos y libertades democráticas.
En resumen, creo que el mundo rural agoniza. La despoblación nos desangra. Y son las políticas que han llevado a cabo durante décadas el PSOE y PP en gobiernos centrales y autonómicos (también partidos nacionalistas) las que nos han traído hasta aquí. Y no aprenden. Seguimos ampliando regadíos o echándole la culpa de todo a Putin. Les recomiendo encarecidamente que dediquen cinco minutos a este artículo de Juan Bordera, “La huelga de transportes, Allende y el cinismo-gasolina de Sánchez”, perfectamente aplicable al 20M, a muchas de las políticas de éste y otros gobiernos y cómo nos pretenden tomar por niños de dos años.
Creo que quienes mantendrán el mundo rural vivo son los millones de personas que forman parte de los colectivos que he mencionado aquí y que no han sido invitados ni compartían los motivos de la manifestación.
A pesar de todo, estamos condenados a entendernos. Y lo haremos." (Eugenio Romero, El Salto, 20/03/22)
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