18/1/10

El pactismo republicano de Francesc Eiximenis

"El año que acaba de expirar señaló el 600 aniversario de la muerte del mayor pensador político catalán de la historia, Francesc Eiximenis. Su aportación a la filosofía política republicana es una de las más descollantes entre las inmediatamente anteriores a la realizada por Nicolás Maquiavelo. Sorprende que, a pesar de la dimensión europea que alcanzó en vida, Eiximenis luzca por su ausencia en los anales más conocidos del republicanismo. (...)

El pactismo obliga al respeto a acuerdos entre partes desiguales y el reconocimiento por parte de las más altas o generales de los derechos de las más circunscritas. Tiene una dimensión pública -para ceñirnos a la época medieval, entre señores y vasallos, o entre éstos y sus superiores, como lo era el monarca, o entre éste y otros soberanos- y otra privada, entre particulares. No constituye quintaesencia alguna catalana que la haga única en Europa -la alusión al documento inglés basta para dejarlo claro- pero no cabe duda de que el pactismo ha formado una de "las formas de la vida catalana" más características, para decirlo con la conocida expresión de José Ferrater Mora.

Jaume Vicens Vives, en su Noticia de Cataluña, de 1954, supo presentar los avatares, pero también la permanencia, de la mentalidad pactista y de su manifestación -con altibajos, reveses y logros- en la política de todos los territorios de cultura catalana a lo largo de los siglos. La visión de Vicens se apoya explícitamente en la eiximeniana.

Eiximenis parte de la necesidad de que los mayores -rey, magistrados, señores- cumplan los acuerdos que se alcancen con todos los estamentos y personas, sobre todo respetando la integridad de cada cual. Por eso no manda el pueblo mismo, sino -según una noción esencial en todo republicanismo- la ley. Su imperio es garante de la paz, la prosperidad y la justicia, así como del albedrío que a cada cual corresponde.

El republicanismo rehúye el populismo. La ley pactada deja así de ser abstracta para adaptarse a las necesidades y dignidad de cada cual. Aunque esta visión parezca estar más acorde con un mundo feudal que con el burgués, hay que entender que para Eiximenis, defensor de la burguesía y de los oficios, y enemigo abierto del mundo rural, feudal, que mantenía a los siervos en práctica esclavitud, el mayor respeto debe rendirse a los estamentos cívicos, sobre todo a la mà mitjana, o clase media.

La libertad sólo podía ejercerse si éstos gozaban de una autonomía protegida por su alianza y pacto con el monarca. Éste era, para el "republicano monárquico" Eiximenis, el árbitro protector de la cosa pública, garante del cumplimiento de los pactos entre los elementos desiguales de la Corona de Aragón y entre sus diversos territorios, extendidos por el Mediterráneo. (Una concepción que nuestros Habsburgos mantuvieron con mayor convicción -a pesar de Olivares- que Felipe V o las políticas jacobinas que tanto estrago y malhumor engendrarían en las Españas).

Por si cupieran dudas acerca del protorrepublicanismo eiximeniano, Lo regiment apoya su argumentación en el concepto de la virtud cívica. Elaborada desde Tucídides, Aristóteles y Cicerón hasta Maquiavelo, esa noción es crucial en el republicanismo moderno, desde Milton, Locke y los padres de la Constitución yanqui hasta hoy. Eiximenis, moralista franciscano, no se hace ilusiones sobre la virtud del hombre, pero comprende, aristotélicamente, que es menester confiar en el ciudadano medio, trabajador y honrado, que hace posible la ciudad. (La idea de cómo debe ordenarse una buena ciudad atrae también la atención de nuestro fraile, uno de los urbanólogos más notables del Medioevo.)

Su preocupación por el ejercicio de la virtud cívica llega a inspirarle normas para desterrar de la ciudad a inútiles y perezosos -jamás a los dispuestos a ganarse el pan- y también a no excluir de su condena a los mismos magistrados, notarios y oficiales. Su número debe ser el justo y no excesivo, so pena de convertirse en parásitos que viven del sudor de sus conciudadanos. La corrupción de magistrados y cargos públicos es el mayor pecado, pues "echa por tierra todo el edificio de la comunidad".

La identificación del trabajo con la virtud cívica es uno de los rasgos más modernos de la obra eximeniana. De ahí su entusiasmo por los mercaderes como estamento decisivo para el buen gobierno y prosperidad de la ciudad. Los mercaderes pactan. Cuando violan pactos, especulan con sus precios o indebidamente "regatean" -compran barato, almacenan y venden carísimo-, caen en el vicio y destruyen el tejido social. Eiximenis admira y promueve pero no glorifica. Censura cuando es menester.

No hay en su obra una teoría temprana del capitalismo, una concepción de la reinversión del capital. Eso sí, hay una legitimación del trabajo y una dignificación de la honestidad en la vita activa del ciudadano que ya es plenamente moderna. (...)

La promoción de la convivencia armoniosa como negociación entre gentes honradas, la de la libertad como responsabilidad en la esfera pública, la de la ley y la justicia como fuentes de soberanía, la de la república como cosa común, la de la virtud como práctica política, son algunas aportaciones de Eiximenis al desarrollo posterior de la filosofía política republicana." (SALVADOR GINER: Orígenes del pactismo republicano. El País, ed. Galicia, opinión, 13/01/2010, p. 29)

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