14/12/10

El régimen politico ruso es una democracia de imitación

"Las bases del nuevo régimen las puso Boris Yeltsin, con el aplauso de Occidente, en su golpe de estado de octubre de 1993. El actual sistema ruso es una especie de síntesis negativa de lo peor de la burocracia soviética y lo peor del capitalismo, pero no es el peor escenario posible, que sin duda es el de una Rusia, potencia nuclear, sumida en el caos y la guerra... Podríamos hablar de un capitalismo burocrático basado en el acuerdo entre la burocracia y el capital privado.

El Estado permite al capital ganar dinero como sea, y a cambio el capital no debe meterse en política. Meterse en política fue la infracción de ese acuerdo cometida por el magnate Jodorkovski, que le llevó a la cárcel, y antes que él a los Gusinski y Berezovski, que tuvieron que marchar al extranjero. Pese a la apariencia de ruptura con el “comunismo” hay un gran nivel de continuidad: alrededor del 70% de la elite postsoviética proviene del antiguo régimen. (...)

Lo del “fascismo energético” no me parece acertado. La demonización de Rusia tiene una larga tradición académica, pero tiene el problema de hacerla incomprensible. Lo que ocurre con los recursos energéticos es que Rusia juega con ellos, porque es una de las pocas cartas de poder efectivo que tiene para seguir afirmándose como una potencia regional. Si en su devaluación como potencia perdiera esa condición mínima de potencia regional, podría sumirse en el caos. (...)

La desigualdad social es muy grande: si con la URSS era de 6 a 1, ahora es de 17 a 1, en Moscú incluso de 40 a 1.

El país ocupa el tercer puesto mundial en fortunas de miles de millones de dólares y tiene una gran cantidad de pobres. Y lo más significativo, porque habla de la insostenibilidad de toda la construcción: en los últimos años el índice de desarrollo humano ha bajado mientras el PIB crecía de una forma bastante dinámica. La única ventaja económica con respecto a la URSS es la desaparición del “defitsit”, de la escasez de productos: ahora hay de todo. (...)

Me parece que los rusos comprenden que lo que ocurre en su país no tiene futuro. Los ricos lo entienden y por eso lo primero que hacen es comprarse propiedades en el extranjero e invertir fuera. Los de abajo también lo entienden pero la tendencia mayoritaria es el rechazo a ser sujeto. Hay una idea anclada en la conciencia social de que si el pueblo toma la palabra las cosas se ponen aún peor.

Cierta memoria histórica de las penalidades de la revolución y la guerra, y el recuerdo, mucho más cercano, de las consecuencias que tuvo la última movilización popular en apoyo de Yeltsin y contra el “comunismo” (la disolución de la URSS), apoyan esa mentalidad. El resultado es algo contradictorio. Por un lado no se confía en el gobierno, pero por el otro se favorece la “mano dura”. Como dice la socióloga Liudmila Bulavka, “la gente quiere vivir en la época de Brezhnev pero con un Stalin y sin terror”.

Sobre esa consciencia social se asienta el sistema político, que es una “democracia de imitación” (Dmitri Fuman). En la democracia de imitación hay partidos políticos, parlamento y medios de comunicación, pero hay poco pluralismo y mucha autocracia. Es un sistema cerrado a la rotación en el poder, en el que el ejecutivo organiza los partidos, domina el parlamento y al poder judicial, siempre gana las elecciones y en el que el Presidente nombra a su sucesor, que es votado por el pueblo sin posibilidad de perder.

Sin oposición ni medios de comunicación vivos, las autoridades pierden el sentido de la realidad sobre lo que ocurre en el país, el régimen atrae a los más conformistas, la corrupción se dispara. Conforme la sociedad se libere de su alergia a ser sujeto, ese corsé se quedará pequeño y el régimen entrará en crisis.

La democracia de imitación rusa está más cerca de la democracia que el sistema zarista o el soviético, pero su transformación en algo más genuino requiere una presión social de abajo. Creo que dentro de algunos años habrá una crisis política muy seria en Rusia y que el actual régimen caerá.

El capitalismo oligárquico, por su propia naturaleza, no puede tener una “orientación social”. Es un sistema que genera una creciente injusticia social y que convierte en papel mojado cualquier intento de “política social”. Hoy más de la mitad de la industria petrolera está en manos privadas, que no reinvierten apenas en modernización y se preocupan sólo por sus beneficios.

El sector del aluminio es privado en un 100%. El bancario en un 70%, incluidos los tres principales bancos del país. Sin un movimiento civil eso no se puede cambiar. Para estabilizarse, Rusia necesita un bandazo a la izquierda, con keynesianismo económico y libertades civiles más genuinas. En algunos años la crisis política estallará." (Rafael Poch, entrevista, Blog de Carlos Braverman, 13/12/2010)

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