"P. ¿Entonces no vamos a superar estas crisis como ha pasado con anteriores?
R.
No. Los niveles registrados en los últimos 50 años muestran una
progresiva decadencia estructural de las tasas de crecimiento. Entre los
años 60 y 80 tenemos tasas de crecimiento del 8% y ahora de menos 0’1.
Estamos saliendo de una corta época de la historia humana, muy corta, de
unos 50 años donde toda la economía se basaba en el crecimiento, en la
explotación brutal de los recursos naturales y la mano de obra.
Eso se
ha acabado porque ya hemos terminado con los recursos. No tenemos
energía suficiente para situarnos en valores anteriores a la crisis.
Esos tiempos jamás regresaran. No se puede dar a nivel físico, ni
ecológico ni energético. Es imposible. Se pasará a un estadio diferente.
P.¿Qué riesgos implica continuar con las políticas de recortes marcadas desde Europa?
R.
Las grandes desigualdades continuadas en el tiempo llevan sin remedio a
graves conflictos sociales. Tenemos ejemplos actuales de los que
podemos aprender como los abiertos en Egipto, Tuñez, Siria y Libia. Las
revueltas árabes están provocadas por crisis alimentarias, porque la
gente no tiene acceso a lo mínimo para poder comer. ¿Por qué?
Porque hay
una crisis energética y sube el precio del petróleo. Y hay una crisis
alimentaria porque hay malas cosechas. En vez de tierras para alimentar a
las personas explotan tierras para alimentar a los coches. La gente
tampoco tiene acceso a los campos todos orientados al mercado exterior.
Es un polvorín al que estamos contribuyendo.
P. Y para darle la vuelta al capitalismo imperante durante tanto tiempo ¿Por dónde se empieza?
R.
Se empieza por cambiar las prioridades. Hay que empezar por abandonar
el pacto por los recortes y el pacto por el crecimiento para acordar la
transición social ecológica. Se deben trabajar tres vertientes.
Primero
apostar por el empleo verde y decente. La OIT, Organización
Internacional del Trabajo nos dice que de cara al 2020, si tenemos una
apuesta real por el empleo verde se pueden crear hasta un millón de
empleos en España y hasta cien mil empleos en Euskadi.
En segundo lugar
es imprescindible modificar la distribución de la riqueza y del trabajo.
Con las rentas que hemos alcanzado es inconcebible a nivel moral,
político y económico que haya un sola persona que no tenga sus
necesidades básicas cubiertas. Para acabar con esto tenemos que dotarnos
de una renta mínima de ciudadanía y al mismo tiempo poner límites con
una renta máxima.
Si queremos reducir el impacto económico tenemos que
reducir también el impacto que tiene las personas más ricas. Y es
necesario también redistribuir el trabajo porque estas fórmulas permiten
crear empleo sin crecimiento, es decir, producir la misma cantidad de
cosas pero con más personas trabajando durante menos tiempo.
A este
beneficio se suma otro añadido: proteger el planeta. Reduciendo la
jornada laboral se otorga tiempo a la ciudadanía para realizar más
actividades sostenibles, cuidar un huerto, salir al campo, cocinar …No
vivir para trabajar y consumir sino trabajar para vivir y tener las
necesidades básicas cubiertas. Y por último, se ha de trabajar el pilar
democrático.
Los propios ciudadanos debemos definir cuáles son las
necesidades básicas y cuáles las superfluas. Tenemos que escoger si no
queremos que escoja un poder lejano. Debemos gestionar una democracia de
la autolimitación, ser capaces de decidir por qué y para qué queremos
trabajar, producir y consumir. Y una vez decidido esto plantear qué tipo
de relación social y política vamos a tener.
P. Esa
transformación implica abandonar ciertos sectores productivos en favor
del empleo verde. ¿Las grandes multinacionales lo van a permitir?
R.
Sí, podemos imponernos. Hay que luchar desde abajo. Tenemos mucho más
poder del que pensamos en nuestras manos, debemos ejercerlo. Es posible
cambiar el sistema. Y de hecho el empoderamiento ya se está dando.
Proliferan las cooperativas energéticas, de banca ética, de vivienda, de
producción y consumo… son ejemplos de un poder económico real de
participación que estamos ejerciendo en paralelo a otros imperantes.
Esas iniciativas están empujando y representan otra forma de ver la
economía con valores de igualdad, participación, ecología y autonomía.
Pero eso, por sí sólo, no es suficiente porque esas acciones son islas.
Tenemos que tener la capacidad de ir tejiendo redes entre ellas para que
vayan formando países y continentes. Dar un salto cualitativo.
No tener
miedo y plantear un sistema político y social que introduzca el cambio
dentro de las instituciones y modifique al mismo tiempo las
instituciones en sí mismas. El único eslabón que faltas en esa cadena y
es capaz de darle la vuelta completa a todo esto y poner freno a los
mercados, a la especulación financiera y a todos los problemas
ambientales que no tienen fronteras es Europa. Tiene la capacidad de
luchar contra los paraísos fiscales, que son, precisamente, bases para
las multinacionales.
P. ¿Y la sociedad está preparada?
R.
Hay cada vez más gente que piensa diferente. Los propios trabajadores
del sector automóvil o del turismo de masas, por ejemplo, ven que no
tienen futuro. Se están poniendo en contacto con nosotros sindicatos
como ELA porque sus trabajadores son conscientes de la nula proyección
de algunas profesiones y piden formación en torno a la ecología de lo
social.
Además no son imprescindibles las mayorías. Los cambios también
se pueden dar desde muchas minorías. No hay que creer que la gente que
gobierna son mayorías. No lo son. Estamos gobernados por minorías, el
famoso 1%. Hay muchos más intereses en común entre el 99% restante.
Eso
no quiere decir que no tengamos que superar mentalmente muchos
obstáculos que nos hemos puesto nosotros mismos pero estamos en un
momento de oportunidad que no hemos tenido desde hace muchos tiempo. La
crisis, a pesar de todo lo malo, es un momento de gran oportunidad para
todos. Es una ocasión extraordinaria a nivel de alternativas reales.
Debemos aprovechar esto para darle la vuelta. Debemos jugar esta baza." (Natalia González de Uriarte
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