“Hemos banalizado el franquismo para defendernos de él”, las comillas son del historiador Ferran Gallego, que publica El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo (1930-1950), en la Editorial Crítica, en el que argumenta que el fascismo proporcionó un proyecto global a Franco.
La
intención de Gallego es desmontar la revisión del pasado reciente de
este país que dice que aquí no hubo fascismo porque hubo una guerra
civil, que actuó de cortafuegos ante la llegada del totalitarismo
europeo.
“La guerra civil fue la conquista del poder por un movimiento que en Europa se llamó fascismo. La guerra civil no es una alternativa al fascismo”,
declara el historiador. La peculiaridad del caso español frente al
europeo es que la guerra es el origen del fascismo, no el resultado.
“En
España, el fascismo toma el poder con la guerra civil,
a diferencia de Alemania e Italia”, explica. No hubo un partido
poderoso que implantara el fascismo, sino un proceso de fascistización
reflejo del europeo.
La posición ideológica que ocupó el fascismo fue el de la
construcción del discurso nacionalsindicalista. Y se ejecutó en estrecha
relación con el pensamiento tradicionalista católico. “El fascismo
ofrecía envidiables aspectos de modernización, de
tensión militante, de atractivo juvenil y de llamada permanente a la
nacionalización de masas, dando a su propaganda una singular vehemencia
revolucionaria”, añade el autor.
Otra característica propia del fascismo español es que fue el único caso revocable: es alterado sin echar a nadie del nuevo proyecto, sin romper con el 18 de julio. Ferran Gallego explica que el fascismo consigue evolucionar a una realidad propia basada en la idea del imperio católico, frustrado tras la derrota del siglo XVII.
En ese sentido, el historiador cita a Rafael Sánchez Mazas,
quien defendía el establecimiento del mito de la nación y el mito del
Imperio. “La misión de destino, como misión nacional en el mundo tiene
esta disyuntiva: imperar o languidecer”. La tarea era rehacer España,
actualizar la tradición y hacer de las raíces y los orígenes la
originalidad española.
“Todo nuestro avance está aquí: en el retroceso a las virtudes y razones que dieron a España en los siglos fuerza y esplendor”, escribe en Estado e Historia (1933).
Francisco Javier Conde avisa en 1942 que el
totalitarismo no había sido todo lo satisfactorio que se esperaba para
superar el "fracaso" del Estado liberal. La alternativa era regresar a
la doctrina que inspiró el Estado imperial español y demostrar que el pensamiento católico moderno podía enfrentarse a la torcida evolución política de la Europa protestante.
“El español de hoy cuenta entre sus posibilidades con una que desde hace siglos ha perdido el europeo: la de ser movilizado desde la raíz por lo religioso”, escribió Conde, uno de los intelectuales más importantes del franquismo.
El proyecto nacionalista español no miraba al futuro o al pasado exclusivamente,
sino a ambos a la vez. Este era el punto de encuentro entre todas las
diferencias que pudieran existir entre falangistas y sectores de extrema
derecha. Según Gallego el franquismo combinó represión y convencimiento.
“Se hizo con sutileza, erudición y potencia del discurso. Pero éste ha sido infravalorado para protegernos. El franquismo no era ignorante. No era mera retórica”, cuenta. (...)
“La tarea debía subrayar la continuidad entre el
proceso de fascistización y la consolidación del Nuevo Estado”. La elite
académica se reafirmó en sus aseveraciones doctrinales desde antes de
la guerra hasta los años de la transición, según explica el autor.
Se formaron en la Alemania, donde los intelectuales de la “revolución
conservadora” proporcionaban, desde los años veinte, propuestas para la
construcción del nuevo Estado alemán, en el que debía ser abolida la democracia parlamentaria.
Los pensadores franquistas “habían evolucionado radicalizando sus
posiciones a medida que se aproximaba la guerra civil, convirtiendo sus
simpatías hacia el fascismo en una identificación española con sus
planteamientos”.
El
fascismo no era un proyecto político más, era “la esencia de la nación”.
“La única forma de ser español, porque saca el ser originario. Por eso
no puede entender la pluralidad”. Parece que Ferran Gallego se acerca
vertiginosamente el presente, pero aclara que el fascismo corresponde a su época, que es un dinosaurio adaptado a un ecosistema y que cuando éste cae, lo hace el dinosaurio. Fallece en 1945. (...)" (El Confidencial, 09/05/2014)
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