" (...) Producción Colaborativa
En el ámbito del conocimiento, su
elaboración y compilación puede contemplarse desde el punto de vista
intelectual (tratándose entonces de conocimiento abierto) o desde el
punto de vista económico (denominándose Producción Colaborativa), dado
que todo conocimiento puede ser “paquetizado” (en quantos de conocimiento) y considerado también como un bien o servicio de inteligencia colectiva, acaparable y susceptible de transacción.
Pero la Producción Colaborativa no se
limita únicamente a la elaboración de software libre o de servicios
profesionales (formativo-educativos, o de otro tipo). Y al igual que el
Consumo Colaborativo abarca iniciativas de cooperación desinteresada (no
remunerada), junto con modelos de negocio lucrativo.
La producción colaborativa incluye
también estructuras (redes o mallas) profesionales en las que se
establecen contactos directos entre usuarios para la gestión y
elaboración compartida de proyectos, servicios u objetos de todo tipo,
en campos como el diseño, la arquitectura y la ingeniería industrial.
Este fenómeno es coincidente con la aparición de las impresoras 3D.
La alianza entre la producción
colaborativa y la impresión tridimensional puede cambiar fuertemente la
fabricación y producción de objetos en un plazo relativamente breve: las
factorías de multitud de objetos utilizados diariamente, pueden pasar
de las fábricas de los polígonos industriales (muchas veces en el
extranjero), a los domicilios.
La producción colaborativa no es una simple cuestión de individuos o profesionales trabajando de forma adhocrática
en red difusa: grandes corporaciones industriales están incorporando o
han entrado en la Producción Colaborativa por dos tipos de motivos:
La gestión de la reputación corporativa, y el hallazgo de un nicho de gestión productiva para grandes corporaciones: la subcontratación externa multitudinaria. En inglés queda mejor: “crowd-based resources”[10].
En esencia, consiste en la sustitución de
empleados internos por individuos subcontratados para cada tarea,
fundamentalmente trabajadores especializados, artesanos, inventores, o
personal de staff, mantenimiento o marketing. Trabajadores autónomos (freelancers) ofrecen su talento y servicios en las plataformas de producción (marketplaces), para ser contratados por las organizaciones.
Este sistema también elimina “capas improductivas”, además del ajuste de costes a sus términos variables (el desideratum de todo director financiero) y la posibilidad de contratar profesionales talentosos de cualquier parte del mundo.
Sin embargo, como indica Owyang[11],
la eliminación de capas no elimina las tareas de administración y
contratación de los autónomos. También exige mayor precisión en el
diseño del proyecto. Y, existe el peligro de un alejamiento de las
condiciones del libre mercado, permitiendo un monopsonio de facto en el
“mercado del talento”, que limitaría su eficiencia.
Como dato de la relevancia del sector: Más de 2 billones[II] de dólares han sido invertidos por firmas de capital-riesgo en más de 500 empresas de economía colaborativa desde 2012.[12] (...)" (Joao Alegre, Economistas frente a la crisis, 13/12/2014)
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