"Toda la evidencia existente muestra que los mayores problemas que tienen las clases populares en España
–tales como el elevado desempleo, la baja tasa de ocupación, la
disminución de la protección social, la bajada de salarios, el aumento
de la precariedad, el deterioro de los servicios públicos y el descenso
de la capacidad adquisitiva de las pensiones- derivan
predominantemente del gran deterioro del mercado de trabajo y de las
medidas de austeridad que se han ido imponiendo a la población
(a través de recortes del gasto público en las transferencias públicas
–como las pensiones- y en los servicios públicos del Estado del
Bienestar –tales como la sanidad, la educación, los servicios sociales,
la vivienda y otros) por parte del Estado (predominantemente por el
Estado central, pero también por los gobiernos autonómicos como la
Generalitat de Catalunya).
(...) aquí en Catalunya el 40% de la población no vive mejor que
sus padres, y de hacerse estudios semejantes en el resto de España es
probable que el porcentaje fuera parecido.
La aplicación de tales políticas neoliberales es consecuencia
del enorme poder que las élites dominantes en la vida económica y
financiera del país tienen sobre los partidos políticos gobernantes,
consiguiendo con ello un enorme incremento de sus beneficios a costa
del descenso de los ingresos de la población obtenidos a través del
mundo del trabajo –salarios– y también de las transferencias públicas
del Estado.
Ni que decir tiene que tales establishments
económico-financieros que dominan la vida política de España, y los
establishments político-mediáticos que les sirven (responsables de la
aplicación, difusión y promoción de tales políticas), no aceptan esta
explicación que los responsabiliza por lo que está pasando.
De
ahí que inviertan una enorme cantidad de recursos a través de los medios
de información y persuasión del país a fin de ofuscar y ocultar las
causas políticas del enorme daño que están causando. En su
lugar, intentan explicar que tal deterioro se debe a una revolución
tecnológica –que llaman la Cuarta Revolución Industrial- que es ni más
ni menos que la automatización y robotización que está ocurriendo en los
mercados de trabajo en particular, y en la sociedad en general. Muchos artículos y libros aparecen promoviendo dicha argumentación.
La intensidad del mensaje es tal que incluso se reproduce en fórums progresistas, como ejemplifica el caso del artículo La robotización amenaza a uno de cada siete puestos de trabajo en todo el mundo, escrito por Diego Herranz, aparecido en Público (16.04.2018).
Según la OCDE (uno de los vaticanos del dogma neoliberal hoy en el
mundo), del cual Herranz saca sus datos, más de 65 millones de puestos
de trabajo serán sustituidos en diez años por los efectos de la
automatización.
En realidad, se está ya llegando a la conclusión de que el trabajo asalariado desaparecerá, tal como apunta el último trabajo de Daron Acemoglu de MIT y de Pascual Restrepo de la Boston University (Robots and Jobs: Evidence from US Labor Markets, National Bureau of Economic Research Working Paper No. 23285, March 2017). Esta visión de lo que podríamos llamar Apocalipsis Robótico
se está generalizando, y la única diferencia ante esta supuesta
realidad es que algunos la aplauden y otros la lamentan.
En realidad,
algunos de los primeros, incluyendo voces prominentes del World Economic
Forum o WEF (más conocido como “Davos”), intentan minimizar sus
posibles impactos negativos, proponiendo medidas como la Renta Básica
Universal (RBU), que sustituiría al supuestamente inviable e
insostenible Estado del Bienestar. Así, Martin Schwab, fundador
del WEF, asume que el fin del trabajo significa el fin del Estado del
Bienestar que está hoy financiado por las rentas del trabajo, proponiendo como alternativa la RBU.
¿Es la revolución robótica la mayor causa del deterioro del mercado de trabajo, creando desempleo y precarización?
La evidencia científica existente cuestiona que la revolución
robótica haya sido una causa mayor del deterioro del mercado de trabajo
(ver mi artículo “La falacia del futuro sin trabajo y de la revolución digital como causa del precariado”, Público,
12.07.2016). Ni que decir tiene que tal revolución digital puede
eliminar puestos de trabajo, aunque en general en niveles menores de los
que se indican.
Pero lo que se olvida es que tal revolución
digital también puede facilitar la creación de empleo. Que haga una cosa
o la otra depende que quién controle el diseño, el uso y la utilización
de la automatización. Es decir, depende de las relaciones de poder en
el proceso de producción y distribución de bienes y servicios, así como
de los medios de información. En otras palabras, el impacto que
tal Cuarta Revolución tenga dependerá del contexto político en donde se
establezca.
De ahí que mientras en un contexto la robótica puede
disminuir e incluso facilitar la reducción del tiempo de trabajo y
aumentar el goce y placer del mismo, en otro contexto puede tener un
impacto contrario. En las fábricas de automóviles de países
donde el mundo del trabajo es débil (como en EEUU, en España o en países
subdesarrollados) la automatización, a la vez que está destruyendo
trabajo para algunos, está forzando el pluriempleo y la expansión de las
horas de trabajo para otros.
En EEUU, en el año 2014, el
tiempo semanal de trabajo necesario para que la población saliera de la
pobreza (para el 10% más bajo de los salarios) subió de una manera muy
notable, siendo de 45 horas para una sola persona, 55 horas para una
persona con dos niños y 61 horas para una pareja con dos niños (Working Hours to Escape Poverty, OCDE).
Por el contrario, en países donde el mundo del trabajo es
fuerte, la automatización permite una notable reducción del tiempo de
trabajo, siendo, en realidad, una bendición que libera al trabajador de
una sobrecarga. Suecia, por ejemplo, donde históricamente los
instrumentos del mundo del trabajo (como los partidos de izquierdas y los sindicatos –casi el 80% de los trabajadores están sindicalizados–) han sido fuertes, ha sido pionera en utilizar el aumento de la productividad (en parte, pero solo en parte, como resultado de la automatización) para
reducir en muchos sectores económicos las horas de trabajo a seis horas
diarias, permitiendo una gran flexibilidad en el tiempo y en las
condiciones del trabajo (ver Hardee Matharu “Employers in Sweden introduce six-hour work day”, The Independent).
El grado de satisfacción de los trabajadores y empleados con el
trabajo, así como también la productividad, por cierto, han aumentado en
los sectores de la economía que han liderado estos cambios, como es el
caso de los servicios sanitarios y otros servicios públicos (“Six-hour working day ‘boosts productivity and makes people happier’”, The Independent).
En resumidas cuentas, la revolución digital puede ser un
instrumento de liberación o de opresión, dependiendo de quién la
controle. Bajo las condiciones salvajes del mundo neoliberal,
puede empeorar la calidad de vida de la ciudadanía, tanto como
trabajadores y empleados como usuarios y consumidores. Es de sobras
conocido en EEUU que, como resultado de la masiva automatización de las
empresas telefónicas, es un suplicio intentar hablar con un empleado de
la empresa para resolver problemas catalogados en su abanico de
posibilidades.
Y puede tener un impacto súper dañino como en el
caso de la industria del móvil, que ha sustituido a la televisiva como
el punto de referencia de la información y educación para la población.
De nuevo el caso de EEUU es paradigmático. El control de la industria
del móvil por parte de instituciones que tienen como objetivo aumentar
su rentabilidad es un peligro y amenaza para la salud mental y para la
madurez política de la ciudadanía.
Los argumentos contra el Apocalipsis Robótico
Lawrence Mishel y Josh Bivens, del Economic Policy Institute en
Washington, han hecho una contundente crítica del artículo de Daron
Acemoglu del MIT y de Pascual Restrepo de la Boston University, citado
anteriormente (The zombie robot argument lurches on. There is no evidence that automation leads to joblessness o inequality, Economic Policy Institute). Según tales autores, tales argumentos contra el Apocalipsis Robótico pueden resumirse en que:
- Aceptando incluso los datos de destrucción de empleo como resultado de la automatización (que ninguno de estos dos autores acepta), el hecho es que el número de puestos de trabajo destruidos en EEUU debido a la automatización es cuatro veces menor que el número de puestos de trabajo perdidos debido a las importaciones de productos provenientes de China, con mano de obra mucho más barata.
- Mientras hay casos de destrucción de empleo, también hay casos de creación de empleo, pues el crecimiento de la actividad económica generada por la automatización también genera puestos de trabajo.
- No existe ninguna correlación histórica entre el incremento de la automatización y la reducción salarial o el crecimiento de las desigualdades. En EEUU, la automatización creció muy rápidamente a finales del siglo XX y principios del siglo XXI, a la vez que existía un gran crecimiento de la ocupación y de los salarios.
- No existe evidencia de que haya habido un crecimiento muy notable de automatización durante la Gran Recesión. En realidad, tal tasa ha disminuido.
- Dichos autores, en cambio, muestran que las crisis social y del mundo del trabajo estadounidense (que ha tenido como impacto el descenso de la esperanza de vida de la mayoría de la clase trabajadora –que es de raza blanca-) se deben a las políticas públicas llevadas a cabo por los Estados (tanto el federal como los federados), que han consistido en un ataque masivo y exitoso hacia el mundo del trabajo. El éxito de tales políticas es que las rentas del trabajo han ido disminuyendo y las rentas del capital han ido aumentando. Concretamente en el caso de Estados Unidos, el peso ajustado de los salarios sobre el PIB pasó de representar un 69,1% en 1970 a un 60,8% en 2017, una caída de 8,3 puntos porcentuales, una tendencia que también se ha dado en países europeos como Alemania (de un 68,4% a un 62,7%), Francia (de un 71,4% a un 67%), Italia (de un 66,9% a un 60,5%) o España (de un 70,1% a un 60,7%).
La confusión de algunas izquierdas
La aceptación del dogma neoliberal por parte de voces que se
consideran de izquierdas –como Clinton en EEUU, Blair en el Reino Unido,
Schröder en Alemania, Hollande y Valls en Francia y Zapatero en España-
explica que hicieran también suya la explicación del porqué de la
crisis social, atribuyéndola también a los cambios tecnológicos.
De ahí que propusieran la educación de los trabajadores (aumentando su
nivel de cualificación) como solución al problema de la robotización,
pues los trabajos de escasa formación eran los vulnerables a su
automatización, medida necesaria pero dramáticamente insuficiente.
Y sectores de la izquierda radical presentaron la Renta Básica
Universal (RBU) como solución para el mundo del trabajo, asumiendo que
el mercado de trabajo desaparecería y con ello la financiación del
Estado del Bienestar (que se sostiene en base a los impuestos sobre el
trabajo). De esta lectura de la realidad se concluyó que la
solución pasaría por garantizar unos ingresos a toda la población, como
derecho de ciudadanía y/o residencia: la RBU como sustituto del Estado del Bienestar.
Ni que decir tiene que las medidas de las izquierdas que aceptaron el
neoliberalismo (que pasaron a ser definidas como socioliberales)
fracasaron profundamente, a la vez que alienaron a sus bases
electorales, predominantemente de clase trabajadora, que dejaron de
votarles, pues no tocaron las raíces del problema.
Renta Básica Universal o Servicios Básicos Universales
Sin desmerecer el mérito de la Renta Básica Universal, hay
que tener en mente que tal RBU toca una dimensión –la falta de renta-
importante pero limitada en el desarrollo de la calidad de vida y
bienestar de la población. Es más, la cantidad de renta que se
utiliza para asignar como derecho de ciudadanía no es suficiente para
cubrir necesidades básicas de la población, y que dicha RBU no puede
reemplazar.
En el estudio Social prosperity for the future: A proposal for Universal Basic Services
que realizó el Institute for Global Prosperity (IGP) del Reino Unido,
calculó que el coste de la RBU (en una cantidad de 73,10 libras
esterlinas por ciudadano, que era la cantidad de la Jobseekers
Allowance) sería equivalente al 13% del PIB del Reino Unido y
representaría el 30% del presupuesto del gobierno británico.
De
ahí que lo más urgente (pero complementario, según el mismo IGP) sería
desarrollar unos Servicios Básicos Universales (SBU) que incluirían
sanidad, educación, vivienda, alimento, transporte e información, así
como derechos democráticos y legales. Tales derechos serían
esenciales –como sanidad, vivienda y alimentación- y también necesarios
para su articulación con otros derechos como la educación, el transporte
o la información, además de los derechos democráticos y legales.
El
coste de estos servicios per cápita es mucho mayor que el asignado por
la RBU, con lo cual, la medida de sustituir los servicios básicos por la
RBU (como algunos liberales están sugiriendo) dañaría enormemente el
bienestar de la población.
La RBU es una medida necesaria una
vez los SBU están garantizados. De ahí que no haya una dicotomía para
elegir entre RBU o SBU, sino que la opción debería ser incluir SBU y
RBU, introduciendo esta renta universal gradualmente, como se está
proponiendo en los Programas de Renta Garantizada.
Pedir la aplicación
inmediata de la RBU (en su totalidad y a todos los ciudadanos) en el
contexto político conservador-liberal existente hoy en España y en
Europa es, quiérase o no, una distracción de la enorme urgencia para
cubrir la gran subfinanciación de las transferencias públicas y
servicios públicos del Estado del Bienestar.
Lo que es más urgente es que el Estado (central, autonómico y
municipal) garantice el desarrollo de los derechos de la ciudadanía a la
sanidad, a la educación, a la vivienda, a la alimentación, al
transporte y a la información (proveyendo en este caso los instrumentos
que permitan recibir y participar en el proceso informativo y
comunicativo). Y por desgracia no hay plena conciencia en los
establishments políticos y mediáticos del país del enrome subdesarrollo y
subfinanciación de tales servicios.
El gasto público social por
habitante en España es de los más bajos de la Unión Europea de los
Quince, subfinanciación que se ha incluso acentuado más durante la Gran
Recesión. Este enorme retraso social en España se ha incrementado
todavía más debido a las reformas laborales regresivas que han provocado
una disminución de los salarios y de las tasas de ocupación, a la vez
que un aumento de las tasas de desocupación y precariedad.
La necesaria creación de empleo
La causa principal de que ocurran estos hechos son las
relaciones de poder de clase y de género que existen en España. El
determinismo tecnológico es un argumento alternativo que intenta ocultar
esa realidad. De ahí la gran urgencia de un cambio de 180º en la
dirección de las políticas públicas. Y entre ellas está la creación de
empleo.
Las áreas de mayor creación de empleo son los servicios del
Estado del Bienestar, repito, muy poco financiados y desarrollados en
España, y muy en particular los servicios de cuidados, incluidos en el
cuarto pilar del bienestar (ver “El cuarto pilar del estado del bienestar”, Público, 15.10.09).
La necesidad de expansión de estos sectores es enorme.
Y en España estamos muy por detrás de otros países de la UE-15, muy por
detrás incluso de lo que nos correspondería por el nivel de desarrollo
económico que tenemos. Así, mientras en Suecia uno de cada cinco adultos
trabaja en los servicios públicos del Estado del bienestar, en España
es solo uno de cada diez.
Si fuera uno de cada cinco, tendríamos 3,5 millones más de puestos de trabajo (ver El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Anagrama, 2006). Este
subdesarrollo se debe al escaso poder de las mujeres en España, pues
gran parte de estos servicios hoy son provistos por las familias, lo
cual quiere decir, en España, por la mujer.
El otro gran déficit de empleo se da en la conversión energética necesaria en el país. La Organización Internacional del Trabajo ha publicado un detallado informe, “Empleos verdes para el desarrollo sostenible. El caso español”, que muestra claramente el enorme potencial del sector. Dicho
informe indica que si las energías renovables representaran el 20% de
la producción primaria de energía (algo perfectamente factible ya que es
una de las metas de la estrategia Europa 2020), podrían generar 125.265
empleos hasta el 2020.
El transporte sostenible podría llegar hasta los
770.000 empleos (incluyendo servicios, actividades industriales y la
construcción de infraestructuras relacionadas). Pasaría lo mismo con la
construcción: rehabilitar 25 millones de viviendas para mejorar su
eficiencia energética podría llegar a generar 1,37 millones de empleos.
Es en estos dos temas y áreas donde debería centrarse la creación de trabajo y empleo. Ello, junto con el
mejoramiento de los salarios, de la protección del trabajador, de la
estabilidad laboral y de las condiciones del trabajo, es fundamental
tanto para mejorar la calidad de vida y el bienestar de la población
como la eficiencia económica del país. Así de claro." (Vicenç Navarro, Público, 01/05/18)
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