3/9/18

La primera globalización que existió, la ibérica, consistíó en una occidentalización, no rehuía el contacto y producía mestizaje porque quería cambiar al otro: cristianizándolo, educándolo, explotándolo o construyendo ciudades o iglesias al estilo del otro... pero hubo otra globalización, la que no se mezclaba, que proyectaba fuera de Europa sus esquemas mentales, formales y artísticos. El hecho de convivir con personas que llegan de otros continentes, esto viene del mundo ibérico, de los portugueses y españoles que crearon ciudades donde había personas de África, de Europa, de América y de Asia... Si queremos entender nuestro presente como europeos, hay que pasar por el mundo ibérico

"(...) Gruzinski, que ha sido director de investigación en el CNRS de París (Centro Nacional de la Investigación Científica) y director de estudios en el EHESS (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales), es autor de El pensamiento mestizo (Paidós, 2000), donde sostiene que México y la Europa del XVI representaron una primera gran época de globalización.

Pregunta. ¿Qué influencia ha tenido la herencia ibérica en este mundo globalizado?

Respuesta. Las monarquías católicas de España y Portugal consiguieron que, entre 1580 y 1640, el mundo tuviera cuatro partes: Europa, América, África y Asia. Ese contexto permite hacerse muchas preguntas muy actuales. 

En ese momento se mundializó el libro europeo; el arte se internacionalizó; la filosofía aristotélica y el latín también se extendieron. 

Los horizontes europeos se dilataron mucho, y las élites globalizadas empezaron a pensar el mundo. Fue una revolución mental igual que la de ahora. La ciudad, lo local, se enfrentaba al mundo entero, se comparaba con él, se veía en él. Existía una dimensión planetaria. Y los funcionarios, los mercaderes, los religiosos, los aventureros estaban en todas partes.

P. También se daba una dominación política, militar y cultural.

R. Sí, pero había sociedades mestizas: en México, en Asia, en Sevilla, en Lisboa, en África... La modernidad de ese pasado ibérico estriba en que ya entonces había dos dinámicas. 

Una, la occidentalización, no rehuía el contacto y producía mestizaje porque quería cambiar al otro: cristianizándolo, educándolo, explotándolo o construyendo ciudades o iglesias al estilo del otro, y un segundo movimiento que no se mezclaba, la globalización, que consistía en proyectar fuera de Europa sus esquemas mentales, formales y artísticos, imponiendo el latín, el aristotelismo, la concepción del poder...

P. ¿Y cuál es el equivalente actual de aquella globalización?

R. Los McDonald's o las películas de Hollywood quizá sirvan de ejemplo. Viajan pero no se mezclan con nada. Imponen un modelo único sin tener en cuenta la realidad local; utilizan la propaganda de una manera muy intensa, se acercan mucho a la represión. Es el modo más perverso de relacionarse con el otro.

P. Pero toleran un poco de diversidad...

R. Lo mestizo sólo existe como algo curioso, exótico, interesante, divertido; sólo se acepta como un apéndice. Lo mestizo es una moda, un divertimento, un entretenimiento. El flamenco nos gusta, pero la ortodoxia, lo serio, lo nuestro, es la música clásica europea. Incluso Falla y Albéniz son exóticos, no son serios.

P. ¿Racismo?

R. Jerarquías. Les dejamos estar, no los desaparecemos. Tenemos lo serio y lo menos serio.

P. Así que lo ibérico no caló.

R. El imperio acabó con el nacimiento de las naciones. La primera mundialización muere con el fin de la dominación militar ibérica. La historia deja de pensar el mundo y empieza a construir pasados nacionales, regionales, locales... Hace de América una colonia alejada; de Portugal, un reino que no existía; de Nápoles, un hecho aislado... Se desconectan todas esas historias que estaban conectadas. 

Aunque no fuera el paraíso... (...)

Los historiadores deberíamos cerrar el negocio. Mientras el mundo se abre, la historia se cierra. No hemos podido siquiera construir la historia de Europa. Y ya es demasiado tarde. Tenemos moneda común, pero no historia común. La televisión y los media han producido amnesia colectiva. La historia empieza en 1945. Hemos perdido el pasado. Pero debemos recuperarlo. Sin leyendas rosas o negras, de una manera crítica. 

Para entender lo que implica, desarrollar una mente crítica, saber qué es nuevo y qué no, de dónde vienen las actuales formas de dominación y cómo reaccionaron los pueblos ante ellas. Ustedes necesitan referencias, pero nosotros no somos capaces de traérselas. No tenemos herramientas para entender el presente. La historia de amplios horizontes ha muerto.

P. Siempre nos quedará el pensamiento mestizo...

R. Sólo si quiere la industria cultural. Cada vez más, el imperio impone sus reglas al mundo. Hay diversidad, pero los principios básicos no se negocian. Si los discutes, te mandan al ejército y te eliminan. Sólo te aceptan en la medida en que juegas su juego. 

Derrida ha escrito que el mesianismo tecnológico de Bin Laden, una terrible reacción mestiza de rechazo, consiguió lo que nunca Rusia logró: herir el corazón del imperio. Lo que no entiendo es cómo y quién distingue lo negociable de lo que no lo es. 

Pero es curioso que la carta de los intelectuales apoyando la 'guerra justa' de Bush repite la misma retórica que usaba Sepúlveda para justificar el genocidio en América."            (Entrevista a SERGE GRUZINSKI, El País, 22/02/2002)


"Serge Gruzinski es un historiador de referencia de la llamada historia global, que intenta mirar al mundo tal como es, sin las gafas de los relatos nacionales.

 En¿Para qué sirve la historia? (Alianza Editorial, 2018), Gruzinski ofrece una síntesis de su visión: una historia global, sí, pero arraigada en lo local y en el presente (...)

Gruzinski parte en el libro de experiencias concretas, por ejemplo la de colegas suyos en una escuela de Murcia, donde el reto para los profesores consiste en enseñar una historia común a alumnos de origen diverso.
 
PREGUNTA. ¿Cómo explica Murcia la historia global?

RESPUESTA. No explica la historia global, pero para mí es una especie de detonante. No hago historia global porque pueda estar de moda. La historia global responde a situaciones reales que, como historiador y profesor, encuentro en Francia, Europa, América Latina. 

Cuando hay una población como Murcia, donde viven castellanos de origen, indios ecuatorianos y personas del Magreb, ¿qué historia les enseñamos? Yo soy de Roubaix, en el norte de Francia, donde la población en las escuelas es, en el 70%, de origen magrebí y musulmana. Ya no se puede enseñar la historia como antes. 

Es una urgencia social absoluta: no podemos educar a la población con modelos del siglo XIX.

P. ¿Los Estados necesitan un relato o novela nacional?

R. Lo necesitaron en el siglo XIX. Francia, la República, se creó y se construyó al mismo tiempo que este relato nacional. Los otros países europeos también. No funcionó demasiado bien para España, aunque esta es otra cuestión. Pero pensarse como nación es propio del siglo XIX y de principios del XX. 

El problema es que, si esto tenía un sentido en 1870, hoy, en un contexto de globalización, resulta no sólo absurdo sino arcaico.

P. ¿Qué papel tiene la historia en los actuales conflictos políticos e identitarios en España?

R. Es difícil para un francés juzgar España. Su gran contribución a Europa es la historia extraordinaria, penosa y trágica, de sus relaciones con América. La península Ibérica ha sido incapaz de explicar al resto de europeos la importancia de sus vínculos con otras partes del mundo como América Latina.
P. ¿Por qué esta incapacidad?

R. El regionalismo, la división de España en entidades que reivindicaban, cada una, su pasado y su historia, no ha facilitado la toma en consideración de este pasado. También está, claro, la herencia del franquismo. El hecho de que el franquismo utilizase todo este pasado iberoamericano para construirse ideológica y políticamente es un hándicap. 

Ahora bien, tampoco es que los historiadores franceses, alemanes o italianos hayan contribuido demasiado a una historia europea.

P. Sostiene que la mundialización actual es ibérica: nace en el siglo XVI con España y Portugal.

R. Sí, la mundialización nació en España. Esto significa que hay una responsabilidad histórica fuerte, y que la prioridad debe ser explicar este proceso porque lo que vivimos hoy forma parte de este siglo XVI ibérico. Yo vivo en el distrito 15 de París, donde las poblaciones se mezclan, o no. 

El hecho de convivir con personas que llegan de otros continentes, esto viene del mundo ibérico, de los portugueses y españoles que crearon ciudades donde había personas de África, de Europa, de América y de Asia. Hay muchas cosas en nuestro mundo contemporáneo que se pusieron en pie bajo el dominio ibérico y como reacción a este dominio. Si queremos entender nuestro presente como europeos, hay que pasar por el mundo ibérico. 

El problema no es saber si España fue entonces el faro del mundo, o si fue un verdugo monstruoso que destruyó las Indias, sino saber qué ocurre cuando empieza un proceso de mundialización, qué implica, y qué hemos heredado hoy.

P. ¿Se puede hacer historia global sin un punto de vista determinado?

R. No. La historia global siempre parte del ámbito local. Yo, estando en París, me intereso por la historia de México, Brasil y España, y lo hago con relación a la realidad en la que vivo. Intento entender un mundo que se globaliza, y para entenderlo, si viajo al siglo XVI, debo ir a España, Portugal y sus territorios, pero a partir de una problemática local."                   

(Entrevista a Sergi Gruzinski, Marc Bassets, El País, 25/08/18)

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