"La propuesta de Renta Básica Universal (RBU) más conocida –una renta
de aproximadamente 650 euros a todo individuo independientemente de su
condición–presenta una característica que merma su elevado potencial y
que la aleja en cierto sentido del objetivo que pretende alcanzar: es
monetaria. Al entregarse la RBU en dinero se originan una serie de
situaciones que debilitan la medida.
En primer lugar, la RBU monetaria no distingue el nivel de vida que
existe en cada región en la que vive su beneficiario. Evidentemente no
es lo mismo disponer de 650 euros en pleno centro de la capital del país
que hacerlo en un pequeño pueblo rural de Almería: en el primer caso la
RBU permite comprar menos bienes y servicios que en el segundo caso.
Esto puede conducir a que una RBU de 650 euros quizás permitiría
satisfacer las necesidades más básicas (que es el objetivo principal de
la medida) en un caso, pero podría no lograrlo en otro, o incluso
resultar relativamente generosa en un tercer caso (por ejemplo,
imaginando en el citado pueblo rural a varios individuos compartiendo
alquiler y otros gastos fijos; como frecuentemente se encarga de
recordar la derecha cuando critica la RBU).
Es cierto que este defecto
de la medida podría considerarse menor, especialmente comparado con las
ventajas que podría deparar, pero en cualquier caso también es cierto
que puede corregirse. ¿Cómo? Entregando la RBU en especie, ya fuese de
forma total o parcial.
Una renta en especie es una retribución en bienes y servicios y no en
dinero. En vez de percibir cada individuo 650 euros para comprar
productos en el mercado, el Estado podría garantizar a cada persona
determinados bienes y servicios considerados esenciales.
Esto es
precisamente lo que ocurre con la educación y sanidad públicas: el
Estado no nos entrega dinero para pagar los servicios de educación y
sanidad en el mercado, sino que nos ofrece la posibilidad de recibir
esos servicios en un colegio o en un hospital sin necesidad de que haya
pago de por medio. Ni el profesor ni el médico nos piden dinero por
educarnos o atendernos. Lo mismo podría ocurrir con una RBU que
garantizase al receptor una vivienda, un consumo básico de energía, de
transporte, de cuidados, de alimentación, de vestimenta, etc.
No habría
necesidad de utilizar esos 650 euros para alquilar una vivienda, comprar
alimentos, comprar ropa, desplazarse, adquirir servicios de cuidados,
etc, sino que simplemente por el hecho de nacer tendríamos garantizadas
esas necesidades básicas. No todo el pago de la RBU tendría por qué ser
en especie, se podría, por ejemplo, garantizar alojamiento, energía,
cuidados y desplazamiento, y también ofrecer 200 euros para comprar
alimentos y vestimenta.
Las combinaciones son infinitas, pero en
cualquier caso lo importante es entender que de esta forma se resuelve
el problema que habíamos detectado: ya no se produciría discriminación
entre un residente del centro de Madrid y uno de un pueblo rural de
Almería, porque ambas personas podrían cubrir las mismas necesidades
independientemente del nivel de precios de cada región.
Otra situación indeseable que generaría una RBU monetaria es el
fomento de los canales mercantiles y el lucro y abuso de poder de
determinadas empresas. Al recibir dinero, el beneficiario de la RBU
queda supeditado al funcionamiento del mercado capitalista para poder
satisfacer sus necesidades. Si ese mercado no funcionase, a la persona
no le serviría de nada tener 650 euros.
Si ese mercado fuese injusto
porque las empresas tuviesen fuerza de mercado y pudiesen elevar
precios, el receptor de la RBU sufriría esa situación y además estaría
contribuyendo con su dinero a enriquecer a los empresarios en cuestión.
Si el mercado sólo ofreciese productos gracias a una explotación laboral
desmedida o gracias a un fuerte deterioro medioambiental, el
beneficiario de la RBU estaría con su acción contribuyendo a la
permanencia de esas situaciones.
En definitiva, la RBU monetaria implica
que la satisfacción de necesidades se canalice mediante actuaciones
filtradas únicamente por el criterio de la rentabilidad económica que
impera en el mercado capitalista, mientras que una RBU en especie
permitiría que la satisfacción de necesidades pudiese canalizarse a
través de decisiones colectivas y democráticas en función de criterios
políticos, sociales, feministas y ecologistas.
La RBU monetaria es
consustancial al sistema económico actual y fortalece su forma de
funcionamiento; abandona a sus beneficiarios a las garras del mercado,
al contrario de lo que se podría lograr con una RBU en especie.
Por todo ello, una buena forma de mejorar la RBU monetaria es
convertirla total o parcialmente en una prestación en especie, para así
mitigar la injusticia que se produciría entre residentes en regiones con
precios y niveles de vida dispares, para evitar el fomento del negocio
de determinadas empresas que tienen poder de mercado, y para poder
controlar que la satisfacción de necesidades básicas no sea
consustancial a la violación de derechos laborales, sociales, de género o
medioambientales."
( Eduardo Garzón
, Saque de esquina, 20 noviembre, 2018. Artículo publicado originalmente en Alternativas Económicas en abril de 2017
1 comentario:
Preguntas, ¿se le da una cesta de alimentos tanto a los pobres como a los ricos?
Si la respuesta es no, ¿cómo se evita la estigmatización que supone recibirla?
¿Cómo va a gestionar el Estado qué entra en la canasta y cuánto va a costar? ¿Se considerará como básico el aislante de ventanas? ¿Sabe el Estado mejor que nosotras lo que necesitamos?
En resumen, paternalismo, más burocracia y estigmatización, en lugar de autonomía, confianza, respeto, universalismo e igualdad.
No compro.
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