14/12/21

El pleno empleo en nuestro país es posible... ¿Se imaginan ustedes que los gobiernos y los bancos centrales dieran un paso adelante y asumieran la Teoría Monetaria Moderna? No les quepa duda que en ese caso España alcanzaría el pleno empleo. Mario Draghi, al final de su período en el BCE asumió gran parte de las ideas de TMM y pidió explícitamente que se profundizara en la misma... El problema no es la austeridad. La batalla es de mayor calado. Se trata de determinar si el sector público tiene o no un papel en la economía, de mantener el “estado de bienestar”, de tener prestaciones sociales o leyes de pobres, de tener un buen sistema laboral o un modelo distópico

 "En nuestra querida España, las élites dominantes, sus redes de poder, y los mass media que esparcen “sus noticias” llevan años desinformando y secuestrando el artículo 20 de nuestra Constitución. Especialmente ese apartado donde explícitamente se reconoce el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. 

Son esos mismos mass media los que pretenden, cada 6 de diciembre, darnos lecciones sobre nuestra Constitución, esparciendo en temas económicos, sin empacho alguno, ideas falsas preconcebidas, meramente ideológicas. Sin embargo, la verdad emerge con fuerza, sale a la luz, y ni una triste línea de mea culpa. 

Pues bien eso lleva pasando en nuestro país alrededor de dos ideas que machaconamente llevan esparciendo a sus lectores. La primera, lo malo, malísimo que es la deuda pública. La segunda, lo malo, malísimo que es para nuestro país subir el salario mínimo, tal como ha hecho este Gobierno, de la mano del Ministerio de Trabajo bajo la batuta de esa peligrosa bolchevique llamada Yolanda Díaz.

Sin embargo, la realidad se acaba imponiendo. Es justamente el gasto público el motor que sacó a nuestra economía del pozo en 2014. El desapalancamiento del sector privado durante la Gran Recesión llevó a una profunda contracción económica que se tradujo en un incremento espectacular del déficit público (muchísimos economistas aún no han estudiando los balances sectoriales de Wynne Godley) que fue, y siempre es, el germen de la recuperación de toda recesión de balances. Cuando además, en 2014, se aflojo la cuerda de exigencias comunitarias en materia fiscal, y se “permitió” más deuda y déficit, la economía española empezó su expansión.

Y es exactamente lo que ha vuelto a suceder ahora, tras el impacto de la Covid-19. Si, además, se hace en un contexto donde el Banco Central Europeo compra en secundario esa deuda, e interviene en la fijación de tipos de interés, a través de los programas de recompra de activos, da igual lo que digan esos mass media, nunca habrá problemas de refinanciar la deuda pública. Personalmente preferiría, eso sí, que Europa diera un paso más y la actual política del Banco Central fuera permanente.

Los patriotas deberían exigir que las medidas actuales del BCE fueran permanentes

Por eso mismo, todo buen patriota, todo buen constitucionalista, en aras de garantizar los derechos de los ciudadanos reconocidos en la Sección II del Capítulo II del Título I de la Constitución -incluyen el derecho al trabajo (artículo 35.1 CE)- así como los derechos incluidos en el Capítulo III del Título I, bajo la rúbrica Principios rectores de la política social y económica, deberían ansiar y reclamar que el BCE hiciera lo que están haciendo los bancos centrales de aquellos países con soberanía monetaria -Reserva Federal de Estados Unidos, Bank of England, Bank of Japan, Bank of Sweden,…- de manera permanente. Todo lo demás, patriotismo de hojalata.

Lo mismo sucede con la subida del salario mínimo. Resulta sorprendente, extravagante, alucinante leer los relatos y análisis en estos mass media sobre los problemas y peligros que acechan a la economía española, y por ende a los ciudadanos que conforman nuestra querida España. Según los prismáticos que utilizan, la subida del salario mínimo, obviando los últimos resultados empíricos sobre su implementación en diferentes áreas del planeta, aumenta el desempleo entre los más desfavorecidos o reduce la tasa de creación de empleo. Bajo esos anteojos, además, la política fiscal debería abandonar su sesgo expansivo actual. De estos relatos de terror se derivan una serie de propuestas de política económica desconcertantes por no decir que distópicas, tremendamente dañinas para nuestro bienestar.

La realidad es tozuda y bajo la actual expansión fiscal, en un contexto de importante subida, aún insuficiente, del salario mínimo, la generación de empleo está batiendo récords históricos. Ello es coherente con los resultados obtenidos en distintos estudios académicos en los últimos años. Dos botones de muestra, Reallocation Effects of theMinimum Wage publicada en la revista académica económica de mayor impacto, Quarterly Journal of Economics, y el documento de trabajo del propio BCE Monetary and Fiscal Complementarity in the Covid-19 Pandemic. A pesar de ello las cifras de desempleo y paro en nuestro país siguen siendo excesivas, distópicas, estando, por cierto, muy alejados del pleno empleo.

El pleno empleo es posible

El pleno empleo en nuestro país es posible, pero jamás bajo la batuta de quienes promueven políticas que consideran dañino para nuestra economía, per sé, el gasto y la deuda pública, así como las subidas del salario mínimo. Es necesario, sin embargo, un paso más. Déjenme soñar. ¿Se imaginan ustedes que los gobiernos y los bancos centrales dieran un paso adelante y asumieran la Teoría Monetaria Moderna? No les quepa duda que en ese caso España alcanzaría el pleno empleo. Mario Draghi, al final de su período en el BCE asumió gran parte de las ideas de TMM y pidió explícitamente que se profundizara en la misma.

Permítanme terminar mis reflexiones de hoy desempolvando un viejo artículo de Michal Kalecki publicado allá por 1943, “Political Aspects of Full Employment”, donde exponía tres razones por las que “a los hombres de negocio” o a las élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de política económica.

Ahí va la primera. Un sistema sin una política fiscal activa significativa supone colocar en el asiento del conductor a los hombres de negocios; y sus “animal spirits” pueden determinar el estado de la economía. Esto le da a los capitalistas un poderoso control indirecto sobre la política del gobierno. Pero es que además, en segundo lugar, el gasto público pone en tela de juicio un principio moral de la mayor importancia para la élite: los fundamentos de la ética capitalista requieren que te ganarás el pan con el sudor -a menos que tengas los medios privados suficientes.

Finalmente, y quizás la más importante, a los hombres de negocio no les gustan las consecuencias del mantenimiento del pleno empleo a largo plazo. Bajo un régimen de pleno empleo permanente, el miedo dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria… La disciplina en las fábricas y la estabilidad política son más apreciadas que los beneficios por líderes empresariales. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco sólido... y que el desempleo es una parte integral del sistema capitalista normal.

El problema no es la austeridad. La batalla es de mayor calado. Se trata de determinar si el sector público tiene o no un papel en la economía, de mantener el “estado de bienestar”, de tener prestaciones sociales o leyes de pobres, de tener un buen sistema laboral o un modelo distópico. Los defensores de la austeridad intentan cambiar el modelo social, privatizar todo -incluida la sanidad y la educación-, forrarse a nuestra costa. Y para ello el papel de ciertos mass media y determinados “expertos” es clave, porque al manipular y ocultar el origen de la última crisis permiten que esta agenda se alcance, aun a costa de los ciudadanos."                           (Juan Laborda, InfoLibre, 13/12/21)

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