17/12/21

En la Península aún es imposible negar el derecho al voto de los ciudadanos según el tono de la piel, como ocurre en Estados Unidos. No existe el mismo grado de institucionalización de la discriminación ni a nivel sanitario ni educativo, tampoco la ingente maquinaria carcelaria ni una violencia policial parecida... Estados Unidos no cuenta con la herencia cultural que supuso el mestizaje en lo que hoy se conoce como América Latina, una tradición con representantes como Fernando Ortiz en Cuba o Gilberto Freyre en Brasil que, a pesar de su subyacente desprecio al indio o al negro, amplió el margen de tolerancia hacia los colectivos mixtos, haciendo de la “mezcla” un paradigma nacional en una época, los años 30, en que la Alemania nazi se encontraba lubricando sus engranajes eugenésicos.

 "(...) A raíz del Black Lives Matter, de la fuerza que ha ganado el indigenismo como campo de estudios cada vez más abrazado por el activismo, y al abrigo del boom mediático que propulsó la inefable Era Trump, en España no solo se dice “de color” sino que se comparten afirmaciones inexactas del tipo “aquí el racismo es igual que en Estados Unidos”, lo que echa por tierra siglos de prácticas políticas, económicas e idiosincrasias muy diferentes, a pesar de que el origen común se encuentre en lo que el pensador peruano Aníbal Quijano llamó “colonialidad de poder”, a saber, la teorización y el empleo sistemático de la raza como herramienta de clasificación de los cuerpos y su explotación para el trabajo, de la que España sería pionera.

 No obstante, en la Península aún es imposible negar el derecho al voto de los ciudadanos según el tono de la piel, como ocurre en Estados Unidos. No existe el mismo grado de institucionalización de la discriminación ni a nivel sanitario ni educativo, tampoco la ingente maquinaria carcelaria ni una violencia policial parecida.

 El racismo, entiéndase, es pernicioso en cualquiera de sus facetas, pero el despliegue que se efectúa de él, cómo se concretiza el odio, varía dependiendo de la nación e incluso dentro de ésta –los estados del Sur son más agresivos–. Siguiendo con los ejemplos, Estados Unidos no cuenta con la herencia cultural que supuso el mestizaje en lo que hoy se conoce como América Latina, una tradición con representantes como Fernando Ortiz en Cuba o Gilberto Freyre en Brasil que, a pesar de su subyacente desprecio al indio o al negro, amplió el margen de tolerancia hacia los colectivos mixtos, haciendo de la “mezcla” un paradigma nacional en una época, los años 30, en que la Alemania nazi se encontraba lubricando sus engranajes eugenésicos.

 Por otra parte, los cimientos históricos de Estados Unidos, país fundado como república esclavista sobre tierras de tribus prácticamente exterminadas, siguen estando presentes en su configuración política actual, mientras que España dejó externalizadas muchas de las consecuencias de la colonización en los actuales países latinoamericanos.

Si bien no cabe aquí un tratado sobre los distintos racismos, vale la pena destacar lo que esconden los calcos, subrayar su raíz y trayectos, y cómo al transferir términos y fenómenos culturales locales a hábitats ajenos se incurre en sinsentidos que, menos mal, a veces alguien corrige con desparpajo."                    (  Azahara Palomeque , CTXT, 7/11/2021)

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