"Agarren sus arcos y flechas. Llega a Wunderkammer ‘De la estirpe de las amazonas’, ensayo en el que Esther Peñas reconstruye el origen y legado inmortal de las amazonas, desde sus fuentes más remotas hasta las apariciones en el arte, la literatura o el cine, y su perpetuación en mujeres que, desde diversas disciplinas, pueden considerarse continuadoras de su estirpe hoy.
Con ocasión de la llegada a librerías del libro, Wunderkammer charla con la autora y le invita a que revele más sobre el texto.
Wunderkammer: Todo un misterio rodea a la figura de las amazonas. Un misterio que, en cierto modo, tratas de resolver en tu obra. Explicado de forma breve (si es que es posible), ¿quiénes son las amazonas?
Esther Peñas: Son mujeres soberanas, que luchan y empuñan sus armas para defenderse del enemigo, que cabalgan la vida de una manera plena y libre, que no se achantan fácilmente, que se dan sus normas y sus leyes, que se rigen por sus costumbres, y que están dispuestas a entregar su vida por aquello en lo que creen. Parafraseando al poeta, son mujeres «fieramente humanas», y también, quien lea el libro lo sabrá, son una cosa y su contraria, un linaje envuelto en una deliciosa incertidumbre y en una bruma mítica. De ahí que las amazonas sean al tiempo mitos, y por tanto trascienden categorías como verdad y mentira. Lo que menos importa es si existieron o no, tal y como habitan en nuestro inconsciente colectivo. Son. Y nos hablan de una manera distinta de estar en el mundo. Encarnan un mito vivo que nos sigue interpelando.
WK: En el texto presentas una visión global del lugar que ocupan las amazonas en la imaginación mítica y cómo esta figura entronca con el mito del origen femenino del mundo pero también con el arquetipo de la mujer destructora: Kali, Lilith y la vagina dentata. ¿Cuáles son estos otros arquetipos femeninos y qué nos dicen sobre cómo se ha entendido a la mujer en el espacio mitológico?
E.P.: Me parece que todo pertenece a un discurrir que solo contemplado en conjunto adquiere su auténtico sentido. Nada surge al margen de, sino dentro de una corriente, de un conflicto, de una secuencia. De ahí que se aborde esa estirpe de las amazonas, sus referentes, sus mayores, sus antepasadas, mujeres que, como ellas, quebraron el orden imperante, desobedecieron al poder. Dis-locándose de la estructura social, poniéndola en entredicho, fueron tildadas de monstruosas, porque el monstruoso nos recuerda que las cosas pueden ser de otro modo a como se nos presentan y damos por sentadas. Ese cuestionamiento es muy peligroso para quien ostenta el poder, de ahí que se persiga la heterodoxia.
La diosa Kali, nacida del entrecejo de su madre en mitad de una batalla entre las fuerzas del bien y del mal, es indómita, representa la fuerza incontrolable; Lilith primero se reveló contra su marido, Adán, y después no solo se encaró a Yaveh sino que lo desobedeció; Artemisa, la diosa de la caza, nacida de un pecho, es despiadada con cuantos desean violentar su castidad. Son tres figuras que reinan en el margen, en la otredad. Pero hay otras muchas que pertenecen, de una manera u otra, a ese universo de lo ingobernable, como las amazonas: lamias, esfinges, erinias, sirenas…Curiosamente, todas ellas, mitológicamente hablando, ocupan un lugar (el que les ha sido designado) umbrío, oscuro, inquietante…
WK: ¿Por qué crees que la figura de las amazonas sigue teniendo poder en el imaginario colectivo a día de hoy?
E.P.: Todo aquello que nos recuerda que la vida puede ser vivida de otro modo, más pleno y auténtico, sigue interpelándonos. Hasta que la mujer, en cualquier lugar del mundo, pueda darse a sí autogobierno, ser plenamente libre, el mito de las amazonas seguirá encendido, iluminándonos.
WK: En el capítulo ‘Cuando la poesía se embrida’, generas una genealogía de poetas amazónicas. ¿Cómo llegaste a esta selección de autoras?, ¿qué aspectos comunes encuentras en su escritura?
E.P.: Toda selección no deja de ser un error. Por lo menos, algo injusto. Podrían haber sido otras: Alda Merini, Claude Cahun, Gala, María Zambrano, Ayn Rand, Colette, Margarite Yourcenar… Pero decidí que fueran las que están. Natalie Clifford Barney, apodada, por cierto, «la Amazona», se convirtió en una bujía indispensable para la actividad intelectual femenina de principios del XX; Renée Vivien, amante de Natalie, fue una poeta libérrima, con una biografía tan breve como fascinante; Gertrude Stein es, ya físicamente, una pura amazona, además de una de las escritoras sin cuyo trabajo no nos entenderíamos a día de hoy; Bryher, mecenas de artistas (Joyce incluido), resulta artífice de numerosas propuestas necesarias para explicar el devenir de las vanguardias (por ejemplo, la primera revista de cine en inglés, Close up); Valentine Penrose rodeó su vida de silencio y enigma, y es autora no solo de un ensayo/poema/narración que nos acerca al abismo del hombre, La condesa sangrienta, sino de unos poemas de una belleza lacerante. De Lorde sólo basta recordar, para considerarla imprescindible, aquella sentencia que aún vibra: «Las herramientas del amo nunca destruirán al amo».
Son mujeres que, de una forma u otra, inauguraron espacios de libertad, una manera distinta de vivir.
WK: Al final del libro, propones «el arquetipo de la amazona como motor de inspiración y cambio». ¿Qué podríamos aprender en el siglo XXI de la figura de las amazonas?
E.P.: Que la autonomía es una amenaza para cualquier sistema de
poder. Que solo reconociéndonos capaces de rebelarnos contra el
patriarcado podremos construir entre todos (hombres incluidos) una
sociedad en la que no haya un arriba ni un abajo. Y que las amazonas
fueron y son un ejemplo de gobernanza al margen del sistema. Sería
hermoso que reivindicáramos el discurso del monstruo, ese mismo que
anatemiza a la mujer por vincularla al lado salvaje, imprevisible,
instintivo. Seamos luna. Y tierra. Seamos amazonas." (Entrevista a Esther Peñas, Wunderkammer, 04/10/21)
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