"(...) Netflix llegó a colarse en el Olimpo de las big tech. Algunos medios estadounidenses hasta reformularon el acrónimo habitual para referirse a ellas: de GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) se pasó a FAANG. Esta deferencia no solo pretendía resaltar su poderío económico (llegó a superar los 300.000 millones de dólares de valoración bursátil), sino incluirla en el club de las compañías que dominan el arte de extraer y explotar ingentes cantidades de datos de sus usuarios.
Una de las claves del éxito de la plataforma, dicen, reside en su buen manejo de ese tesoro de información. Su algoritmo de recomendación de contenidos, basado en las propias valoraciones de los espectadores, ha sido muy estudiado. Netflix emplea también el big data en sus producciones. Los analistas de la compañía, por ejemplo, vieron que la serie británica House of Cards era un éxito, como también lo eran las películas del actor Kevin Spacey y las del director David Fincher.
“Identificaron que en la intersección de esos tres elementos había una gran audiencia potencial”, dijo al respecto el científico de datos Mark Tenenholtz. Para acabar de generar expectación sirvieron anuncios de su nueva serie, adaptación de la de 1990, a quienes entraban en contacto con alguno de esos tres elementos. El resultado fue uno de los mayores éxitos de Netflix (y de la televisión) hasta la fecha.
Las principales plataformas de streaming (casi todas menos Apple TV) venden a terceros los datos de sus clientes, tal y como demostró el año pasado un informe de Common Sense. Su objetivo es enriquecer y complementar los perfiles que elaboran de sus usuarios.
“En el momento en que yo estoy cediendo los datos a un tercero puedo tener un equivalente recíproco. Ganas información de usos, intereses o situación que te ayuda a hiperpersonalizar los anuncios. Los clientes de Netflix no aguantarían ver publicidad convencional, necesitan algo súper dirigido”, opina Miranda.
Netflix
tiene acuerdos, por ejemplo, con Meta. Si alguien pone en Instagram que
está triste puede que entre justo después en Netflix y le aparezcan
películas melancólicas. Será uno de esos casos en los que sospechamos
que las máquinas nos escuchan." (Manuel G. Pascual , El País, 24/04/22)
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